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jueves, 12 de diciembre de 2024

DH - Capítulo 225

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Capítulo 225
¿Puedes Escuchar Latir mi Corazón? (VI)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Tal vez para ganarse el favor de Piccolo, que acababa de revelar la punta del iceberg en cuanto al poder que controlaba ahora mismo, un robusto hombre negro estiró un poco el cuerpo antes de decir siniestramente. - Chica, me da igual qué clase de santa negra o lo que seas. Ya que has venido aquí, ¡por qué no nos dejas montarte como es debido durante unos días! Tal vez pueda primero follarte en el... - ¡Cállate! Después de gritarle al hombre negro, el anciano de pelo plateado miró hacia Madeline y, con un suspiro, dijo. - Si te hubieras quedado en la Ciudad de las Pruebas, dentro de tu terreno natal, nadie podría hacerte nada. ¿Por qué decidiste marcharte? Madeline siguió riendo y dijo. - Porque tus planes no me dejaban otra opción, así que sólo podía venir aquí a matarte. El anciano rugió de risa y dijo. - ¡Madeline, esta broma tuya no tiene ninguna gracia! Aparte de tu repentina aparición, aparte de mí, mi terreno natal, ¡aún hay muchos invitados especiales! Por ejemplo... - ¿Por ejemplo, Sir Jargola? Los ojos del anciano se volvieron agudos de repente. - ¿Esta muerto? La mirada de Madeline se posó finalmente en el cuerpo del anciano. No respondió a su pregunta y, en su lugar, miró a los invitados de la sala antes de decir. - Piccolo, sé que has estado reuniendo fuerzas durante estos 2 últimos años, preparando el poder para hacerte con la Ciudad de las Pruebas y poder estar en igualdad de condiciones con la Emperatriz Araña. Por desgracia, el mayor error que cometiste fue darme 2 años de tiempo. Mientras tanto, el tiempo siempre estará de mi lado. La penetrante mirada de Piccolo se volvió sombría como el resplandor del sol poniente; era señal de que estaba preparando sus habilidades. Se mofó y dijo. - Aunque me mates, ¿serás capaz de salir de aquí? Madeline negó con la cabeza. Con una sonrisa soñadora que parecía vaga e indistinta, dijo suavemente. - Has cometido otro error, y es que no siento ningún miedo. La única razón por la que vine aquí fue para llevarte conmigo... La expresión de Piccolo cambió por fin. No pudo evitar dar pasos hacia atrás, hasta retroceder en el pasillo. Mientras tanto, Madeline caminaba hacia él, siguiéndolo por el largo y estrecho pasillo. Incluso giró la mano para cerrar la puerta que daba al salón de banquetes. Todos sus movimientos eran claros, fluidos y naturales. Los invitados podían ver claramente cada uno de sus movimientos, y los recordaban con claridad. Sin embargo, nadie mostró reacción alguna, ¡ni tuvieron ocasión de hacer nada! Se debía a que la velocidad de Madeline y Piccolo ya había superado con creces el límite de su entendimiento. Como resultado, nadie tenía la capacidad de reaccionar, pero por alguna razón, podían ver y recordar claramente todos los movimientos que hacían estos gigantes de la División de Pruebas. Los corazones de los invitados parecían haber dejado de latir. Sus gargantas se sentían tan secas como un desierto, y el mero hecho de respirar les parecía una tarea extravagante. Miraron hacia la puerta fuertemente cerrada, pero ninguno de ellos tuvo el valor de acercarse y abrirla. Detrás de la cual sonaban continuamente sonidos fragmentados y complejos. Les resultaba simplemente imposible diferenciar los sonidos, e incluso el individuo con el más alto nivel de capacidad de percepción sólo podía distinguir con dificultad varios cientos de sonidos. Sin embargo, ¡todavía quedaban infinitas ondas sonoras por diferenciar! ¡Lo que vino después fue sangre! Un sinfín de sangre salía de los huecos de las puertas. Cuando salpicó la cara y el cuerpo de la mujer más cercana, se quedó estupefacta, sin valor ni para moverse. ¿Cómo podía haber tanta sangre? ¿Y de quién era esa sangre? Era como si lo que descansaba detrás de esta puerta fuera un río de sangre, y lo que la bloqueaba fuera sólo una puerta delgada y frágil. Finalmente la puerta se abrió. La que salió fue Madeline. Seguía llevando una sonrisa dulce, sólo que ahora, su pelo gris ya no ondeaba, y una profunda cicatriz sangrienta apareció en su rostro. Su siniestra armadura estaba increíblemente dañada, parecía un montón de chatarra mientras colgaba de su cuerpo. De la Prisión de la Muerte sólo quedaba 1 metro. Su mano izquierda colgaba sin fuerza de su cuerpo, y la armadura que la cubría había desaparecido. La sangre goteaba continuamente de sus dedos blancos como la nieve. Después de sólo un segundo había pasado, Madeline salió de la sangre sin fin. No se sabía si era su sangre o la de Piccolo. Era evidente que estaba gravemente herida, ¡pero ni uno solo de los feroces y despiadados invitados de la sala se atrevió a atacarla! Madeline rio suavemente, y sus labios ligeramente abiertos liberaron de inmediato un grumo de tenue niebla roja. Con una voz tan suave como antes, dijo. - Esta noche, toda la vida acabará aquí, porque yo, Madeline, caeré junto con todos ustedes. Madeline no se movió, y tampoco lo hicieron los presentes. Era porque, aunque no había pasado mucho tiempo, ¡el borde de la Prisión de la Muerte ya chorreaba sangre! Un grito histérico rasgó la paz del antiguo castillo. No se sabía quién había emitido este sonido antes de su muerte. Frente a la entrada principal del Castillo del Atardecer, los cadáveres de los sirvientes masculinos acababan de caer, con las manos y los pies aún crispados. Perus se sentó en el suelo mientras se arrancaba con fuerza su corto pelo rojo y lanzaba gritos desgarradores. Unas botas militares de color negro oscuro aparecieron en su campo de visión, sólo que las botas estaban teñidas de sangre viscosa, como si acabaran de atravesar un charco de sangre. La que estaba frente a Perus era Madeline. Con un gesto de la mano, lanzó la cabeza de Piccolo hacia él antes de decir con indiferencia. - A partir de hoy, es tuyo. Perus sostuvo la cabeza de Piccolo que aún estaba caliente. Entonces gritó amargamente con todo lo que tenía. Madeline se detuvo unos segundos en su sitio. Suspiró y dijo suavemente. - No tenía miedo de morir, así que no acabé muriendo inmediatamente. Después de hablar, caminó hacia la oscuridad. Cuando empezó a moverse, su figura se fundió con la noche. Sólo la grieta creada por la Prisión de la Muerte dibujó su camino de salida. Perus lloró un rato más, y de repente se detuvo. Dio un profundo beso a los labios de Piccolo y, de un salto, persiguió a Madeline en la distancia. El Castillo del Atardecer seguía brillando con una tenue luz, pero en aquel momento ya se había sumido en una quietud sepulcral. La noche era extremadamente larga. La Ciudad de las Pruebas estaba igualmente silenciosa. El centro de la iglesia ya había sido sellado herméticamente. Madeline estaba de pie. Se quitó la pesada armadura, la ropa de batalla y la ropa interior una pieza tras otra. Finalmente, se quedó completamente desnuda en el centro de la iglesia. Pegado a su pecho que era casi cegadoramente blanco pegó un pedazo de papel anticuado. El papel no era grande, sólo unos centímetros de tamaño. La silla de acero en la que Madeline se sentaba todo el año ya había sido desplazada a un lado. En el centro de la plataforma de oración se alzaba un ataúd igualmente negro y oscuro. De cada uno de los 4 pilares de piedra del interior de la iglesia sobresalía una cabeza de dragón de cobre, cuyas bocas apuntaban hacia el ataúd abierto. Madeline no miró dentro del ataúd. En lugar de eso, se quitó el trozo de papel que llevaba pegado al pecho y se lo acercó a los ojos. A través de la tenue luz, se podía ver que en ese trozo de papel había un dibujo sencillo pero realista. Aunque ya se había vuelto un poco borroso por el paso del tiempo, aún se podía distinguir a un joven con vendas alrededor de todo el cuerpo y a una niña con el pelo largo revoloteando. La imagen mostraba las espaldas de estas 2 personas, con el joven cogiendo de la mano a la niña mientras se encontraban en el desierto. En esta tierra llena de desesperanza y desesperación, parecían extremadamente insignificantes e indefensos. Frente a ellos se divisaba vagamente una ciudad. Fue precisamente aquel día cuando ella le siguió hasta Yorktown. Durante estos 7 años, este dibujo siempre había estado allí, latiendo junto con su corazón. Madeline entró en el ataúd. Se tumbó mirando hacia arriba, cruzando los brazos delante del pecho. En sus manos estaba el dibujo que había conservado durante tantos años. De repente, las cabezas de dragón empezaron a temblar. Simultáneamente, rociaron gruesos chorros de sangre en el ataúd, cubriendo rápidamente el cuerpo de Madeline, su rostro y el dibujo que resonaba en su corazón. A continuación, la tapa del ataúd se cerró por sí sola. El pesado ataúd arrastró lentamente a Madeline hacia el suelo. Volviendo así para siempre a la oscuridad.

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