Capítulo 395
Una Noche Lluviosa (V)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
- Barbatos. Siempre te he elegido y lo seguiré haciéndolo.
- Mata a esa perra de Paimon. Con tus propias manos.
Barbatos gruñó como una loba. La miré fijamente a los ojos. No sería prudente refutar a la otra parte en este tipo de situación. Barbatos estaba muy nerviosa y me obligaba a tomar una decisión. Tengo que mostrar un gesto dócil aquí.
- Mataré a Paimon cuando lo desees.
- Entonces no hay problema. Eso es lo que más deseo en el mundo, después de todo.
- Sin embargo, por qué hay que matarla ahora, es algo de lo que tienes que convencerme.
Barbatos frunció las cejas.
- ¿Persuadir? ¿Me acabas de decir que te persuada?
- Paimon es la jefa de la Facción de la Montaña. Aunque ha perdido algo de apoyo, sigue siendo increíblemente popular. Una persona en esa posición no puede ser asesinada irreflexivamente, Barbatos. Si no quieres que el Ejército de los Señores Demonio se desmorone.
Fue mi turno de acercar mi rostro al de Barbatos. Me acerqué tanto a ella que si alguno de los 2 movía un poco la cabeza, nuestros labios se tocaban. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pude ver mejor la cara de Barbatos. Ella tenía las mejillas rojas. Era evidente que había estado bebiendo antes de que yo llegara. El aroma a hierbas y alcohol pasó rozando mi nariz.
- Lo único que oigo es que me dices que no puedes matarla.
- Lo he dejado claro: debes dar una razón de peso por la que haya que matarla en este mismo instante. Apenas ha pasado un año desde que el Ejército de los Señores Demonio se consolidó bajo un estandarte común. Nos hemos hecho pasar estratégicamente por el Imperio de Habsburgo para aprovechar esta apariencia hasta que acumulemos suficiente fuerza. Y aun así, ¿me estás diciendo que tire todo eso por la borda? ¿Es ese tu deseo? Tienes unas preferencias bastante sofisticadas.
- Cuida tu lengua.
- ¡Dediqué todo mi sudor y mi sangre para crear este Imperio!
Agarré con mi mano derecha la mano de Barbatos que sujetaba mi cuello. Barbatos, no pienses ni por un segundo que eres la única persona en el mundo que puede amenazar a alguien. Llevamos bastante tiempo siendo iguales.
- ¿Quién fue el que llevó al éxito a la Expedición de la Alianza Creciente que llevaba 2.000 años tirando la vida de las tropas? Yo. ¿Quién tomó la iniciativa para subyugar a Baal que había engañado al Ejército de los Señores Demonio durante 3.000 años? Fui yo. ¿Quién estableció un imperio para asegurar que nuestra victoria no se desvaneciera en un milagro fugaz, sino que quedara grabada para siempre en la historia? ¡Fui yo! ¡Fui yo, Barbatos! Entre la sangre esparcida por el suelo, no hay sangre que no proceda de mis manos, y entre los gritos que llenan el cielo, ¡no hay gritó que no proceda de mi espada!
Quité la mano de Barbatos de mi cuello.
- Sólo hay una razón por la que la Facción de las Llanuras y la Facción de la Montaña son capaces de coexistir así a pesar de las triviales disputas facciosas entre ustedes 2. Es porque salgo con los 2, ¡maldita sea!
Una sonora bofetada sonó cuando Barbatos golpeó mi mejilla. Desvié la cabeza, pero enseguida la volví a girar. Si vas a pegarme, pégame todo lo que quieras. Aunque saques una espada y me atravieses el corazón, no podrás taparme la boca.
- Así es. El Imperio es capaz de mantenerse porque me acuesto con ustedes 2. Esta es la verdad. ¿O qué? ¿Tienes miedo de enfrentarte a la verdad, Barbatos? Parece que te has convertido en una cobarde durante el tiempo que llevamos separados medio año.
- ¡Hijo de puta!
- Y tú eres la persona que se enamoró de ese hijo de puta justamente por ser un hijo de puta.
Barbatos me abofeteó de nuevo, pero nada cambió. Lo único diferente era el sabor a sangre que se extendía por mi boca. Algo debió desgarrarse en algún lugar dentro de mi boca. En realidad era un buen momento. El olor a sangre de mi boca debería ayudar a calmar a Barbatos.
- ¿Crees que me hice hermano de Beleth sin razón? ¿Crees que me hice amante de Sitri porque no tenía nada mejor que hacer? ¿Crees que me hice íntimo del hombre más desagradable de la Facción de las Llanuras y de la mujer más malhumorada de la Facción de las Montañas por pura “casualidad”?
Barbatos volvió a levantar la mano, pero esta vez lo predije. La gente dice que a la tercera va la vencida, pero yo nunca he vivido mi vida como un idiota que dejaría que ocurriera lo mismo 3 veces. No tenía ningún deseo de dejarme golpear por tercera vez. Agarré la muñeca de Barbatos con la mano izquierda. Ahora las 2 manos de Barbatos estaban cogidas por mí. Perdimos el equilibrio cuando intentó forcejear. Aproveché mi ventaja sobre ella para empujarla al suelo.
Inmovilicé a Barbatos debajo de mí mientras gritaba.
- ¡Estoy mediando entre las facciones mientras desecho mis sentimientos y mi cuerpo! ¡Derramé mi amistad, dedicación y afecto! ¡Todo lo posible que pudiera ser visto como mi sinceridad! ¡Sí, gracias a esto, me he convertido en el hombre más desdichado del mundo! ¡Qué sensación tan maravillosa! ¿Pero qué importa? ¡Mis emociones triviales son tan insignificantes que pueden saciarse con un vaso de vino! Ya sea Paimon o tú, Barbatos, todos están demasiado consumidos por sus emociones.
Lo sé. Las emociones pueden volverse fuertes a veces. Es gracias a esa intensidad que las emociones a veces se confunden con la sinceridad de uno. Sin embargo, ¡la sinceridad y la verdad son diferentes! Decir algo sinceramente no lo convierte en verdad. No importa lo mucho que grites sobre deshacerte de Paimon, ¡eso no hace automáticamente que esté bien deshacerse de ella! ¿Por qué todos ustedes ignoran esta simple verdad? ¿Qué tienen de importante las emociones de una persona? ¿Celos? ¿El resentimiento? ¿Está bien destruir el Imperio por esas emociones? ¿Destrozar el Ejército de los Señores Demonio que finalmente se había unido como uno? ¡¿Estás diciendo eso con una mente sana, Barbatos?!
- Y aún así, aquí estás, diciéndome que destruya el Imperio con mis propias manos. Bien, Barbatos. Hice la promesa de priorizarte siempre. Si esto es algo que realmente deseas, entonces lo cumpliré con gusto. Pero... ¿No crees que al menos deberías intentar convencerme?
El sonido que salía de mi boca se acercaba más a un gemido. Masticaba mis palabras una y otra vez antes de escupirlas.
- ¿Quieres pisar el Imperio que yo he creado? Claro. ¿Quieres hacer que el sudor y la sangre que he derramado sean en vano? Bien. Sin embargo, ¿no crees que al menos deberías intentar convencerme, Barbatos?
En ese momento, un hilo de algo brotó de los ojos de Barbatos.
- Duele, Dantalian.
- ...
- Sé que, a pesar de pasar por un intento de asesinato en Batavia, aún intentaste que esa reunión republicana o lo que fuera tuviera éxito por el bien de Paimon. Al final, casi mueres por ella.
La expresión de Barbatos se contorsionó. Era la primera vez desde el día en que se enteró de la traición de Paimon durante la Alianza Creciente y salió furiosa hacia la interminable lluvia de flechas que su rostro se había vuelto tan desastroso.
- También fue Paimon quien amenazó tu vida el primer día que nos conocimos. También es la culpable que te arrastró hasta el fondo durante la Alianza Creciente. Lo mismo ocurrió también el invierno pasado...
- Barbatos.
- Me parece bien morir por Paimon. Eso es algo que puedo aceptar. Pero Dantalian... si tú... si tú acabas muriendo por ella... me resentiré de verdad por todo.
- ...
- No dejaré que eso suceda, bastardo...
Los ojos dorados de Barbatos estaban empañados por las lágrimas. No podía decir nada ya que no le venían palabras a la mente.
- Si acabas muriendo, sin duda será por culpa de Paimon. No quiero ni ver la cara de esa zorra nunca más... Por favor, mata a Paimon.
- No moriré.
- ¡No mientas! ¡Un paso en falso es suficiente para matarte! ¡No trates de tranquilizarme con mentiras!
No había salida. Barbatos no sabe que el intento de asesinato fue falso. Lo mantuve en secreto, después de todo. Incluso si le revelara ahora que era falso, eso probablemente no sería suficiente para convencerla. Me preguntaría por qué había montado semejante espectáculo y no tendría más remedio que responderle que fue por el bien de Paimon. Aunque probablemente la situación podría resolverse con poco esfuerzo si le mentía...
Eso era algo que no podía hacer. Realmente no deseo convertirme en una persona falsa ante Barbatos... Me parece bien actuar ante Paimon y engañar a Ivar con mentiras. Pero cuando se trata de Barbatos y Lapis. Para ellas, no puedo hacer eso...
¿Qué podría haber logrado sin ellas? Es imposible para mí engañarlas. Simple y llanamente, no se puede hacer...
- ¡Paimon te arruinará, Dantalian! Sé que lo hará... ¡Si no la matas, entonces mataré a la zorra yo misma!
- No, Barbatos. Piensa en el Imperio... en nuestro nuevo Ejército de los Señores Demonio.
Apenas pude contener el sentimiento que me subía por la garganta. Sin embargo, no pude evitar que el exceso se filtrara.
- Para nuestro futuro... tanto Baal como Agares han muerto. Conquistar el continente es imposible sin la ayuda de la Facción de la Montaña. Sé racional... y mantén la cabeza sobre los hombros.
- ¿Qué sentido tiene ese futuro si tú no estás?
Por alguna razón, no podía ver bien su expresión porque estaba borrosa.
- Eres tan importante para mí como todo el continente, Dantalian. Es una puta mierda, pero así es como se ha vuelto. No puedo controlarlo. Conquistar el continente... puede ser importante para mí, pero tú eres igual de importante... No puedo elegir sólo uno...
- ...
- Está bien si no podemos conquistar el continente en 100 años. No pasa nada si se convierte en un sueño que no se puede cumplir en 200 años, 1.000 años, o incluso en 3.000 años... No importa cuánto tiempo lleve, así que por favor, quédate a mi lado... No me dejes sola nunca más...
Y entonces, Barbatos levantó la cabeza y apretó sus labios contra los míos. Algo cayó bajo sus ojos. Se había desbordado de los bordes de mis ojos y se derramaba hacia abajo. Fluyó por la pálida mejilla de Barbatos mientras descendía.
‘¿Dónde se torcieron las cosas? Si ésta es la pregunta equivocada, probablemente sería más apropiado preguntar ¿Desde cuándo intento ocultar que algo ha ido mal?’
No estaba claro quién retiró primero los labios. Pude haber sido yo o Barbatos. Sin embargo, lo único cierto fue que yo me levanté después. Nuestras caras estaban hechas un desastre. Me di cuenta de que mi expresión había escapado a mi control. El Conde Palatino y la Regente del Imperio no estaban en esta habitación. Eran simplemente 2 individuos empapados de humedad.
Miré fijamente a Barbatos.
- ...
Barbatos, sacudió la cabeza. No pude aguantar más y salí corriendo de la habitación. Ya era tarde en la noche, por lo que los pasillos del palacio estaban vacíos. Lo único presente era el sonido de mis pasos y mi sombra siguiéndolos.
Daisy estaba en silencio frente a mi habitación. Debió de oír que me acercaba y se inclinó.
- ¿Bienvenido, pa...?
Cuando levantó la cabeza y vio mi cara, se detuvo a mitad de frase. No, sería más apropiado decir que se le cortaron las palabras. Sin embargo, no podía ver tan bien la cara de Daisy. En realidad, no había razón para que la mirara con atención. La ignoré mientras abría de golpe la puerta de mi habitación y me encerraba.
Agarré una botella cercana. No importaba lo que cogiera, pues simplemente quería coger lo que pudiera. Luego la arrojé. El sonido de la cerámica haciéndose añicos resonó.
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