Capítulo 336
Aroma a Anémona (VI)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
Llamé a la puerta de Laura, pero no hubo respuesta. Anunciar mi nombre aquí podría provocarle un espasmo. La vergüenza y la culpa son las 2 mayores emociones que corroen el corazón de las personas. En ese momento, Laura se aferraba a ambas emociones al mismo tiempo. El nombre “Dantalian” era la amalgama misma de esas emociones aglutinadas...
Abrí la puerta sin decir palabra y enseguida me vi envuelto por el shock.
- ...
Laura no se dio cuenta de que la puerta se había abierto. Sus ojos oscuros y desenfocados miraban a la nada mientras murmuraba para sí misma sin parar. Susurraba en voz tan baja que no pude distinguir ninguna de sus palabras. Esto era un claro signo de un problema mental severo, pero ese no era el problema ahora.
- ¡Laura!
Corrí hacia ella y la agarré por la muñeca. La sangre corría por su muñeca. Laura había estado rasgando con las uñas el lugar donde está la vena. Rápidamente saqué una poción y se la eché en la muñeca.
- ¿Señor...?
Los ojos de Laura volvieron a concentrarse. Sin embargo, todavía estaban lejos de ser claros de alguna manera. Sus ojos parecían completamente apagados. La muñeca que había agarrado también estaba débil como una ramita. Pensé que estaba volviendo a la normalidad, pero me equivoqué. De repente, Laura se aferró a mi cintura y empezó a llorar. Apretó fuertemente su cara contra mi ropa.
- Lo siento... Lo siento... Lo siento... Lo siento, Señor... Lo siento...
Fue en ese momento cuando me di cuenta. Las palabras indiscernibles que Laura murmuraba desde el momento en que entré en su habitación. Me estaba pidiendo disculpas sin parar. Sentí que se me ponían los pelos de punta mientras la agarraba fuertemente por los hombros.
- ¡Laura! ¡Laura de Farnese!
- Lo siento...lo siento...lo siento...
Mis palabras no entraron en ella. Sentí un escalofrío en la espalda. Estaba sufriendo un colapso mental y además se estaba haciendo daño a sí misma. Me di cuenta de la gravedad de la situación. Creí con optimismo que Laura estaría al menos en un estado en el que yo podría hablar con ella. Ella es más fuerte y brilla más que nadie... Por eso era optimista. Apreté los dientes. Endurecí mi corazón mientras le golpeaba la mejilla con una fuerza moderada. Fue sólo después de 2 o 3 golpes que su mirada finalmente se enfocó.
- ¿Qué pasa con este vergonzoso estado? ¿Dónde se ha metido la niña que me aconsejó confiadamente que siguiera el camino de un Señor Demonio, el camino del infierno, allá en las Montañas Negras? ¿Adónde se ha ido la niña que intentó morderse la lengua cuando le pregunté por qué no se había suicidado todavía?
Los hombros de Laura temblaron mientras se encogía hacia atrás. Esta reacción me entristeció y me enfadó a la vez. Antes de llegar al terreno del amor, ¿no sería más apropiado llamar a nuestra relación cercana a la de la amistad? No algo podrido como el amor, donde ambas partes están encadenadas la una a la otra, ¿no somos 2 individuos completos capaces de mirar juntos en la misma dirección?
- Respóndeme, Laura. ¿Todo eso no fue más que un momento de tu infancia? ¿Nuestras espaldas se han doblado hasta el punto de que ya no puedes soportar el peso de tu promesa?
- Ah, ahh...
Laura sacudió débilmente su rostro empapado en lágrimas en señal de negación. Era como una débil cría de pájaro que no podía volar con sus propias alas y se acobardaba para ocultar su cuerpo.
Me di cuenta de algo cuando vi esto. En cierto momento, Laura empezó a mirarme solo a mí. La salvé de una vida como esclava sexual. Le otorgué a esta chica, que sólo había residido dentro de una pequeña burbuja como aristócrata, la vida de una general. Entonces tenía 16 años. Le di una identidad durante la época en que era más sensible e inestable.
‘Ya veo... En el juego original, Laura había recorrido sola el camino de una general. Fue ella quien se aseguró esa identidad. La diferencia entre un adulto y un niño es si su identidad le fue impuesta o si la aseguró por sí mismo. Ella era igual. Se sacudió su identidad de esclava sexual y noble. Por eso Laura de Farnese se aferraba con tanta insistencia a su título de Ministra de Asuntos Militares. Sin embargo, en este mundo, yo era quien se lo daba todo a ella. Para Laura, probablemente yo era literalmente su dueño. No pensaba demasiado en ello porque creía que, de todos modos, estaba destinada a convertirse en una general. Creía que yo sólo había hecho que su destino ocurriera un poco antes. Qué tonto fui...
No salvé a Laura del destino de convertirse en una esclava sexual. Le había grabado un sello de esclava diferente. Puede que el cuerpo de la Laura original fuera el de una esclava, pero su mente seguía siendo suya. Me había apoderado de su mente... El detonante decisivo fue probablemente cuando rompí el límite de los 99 puntos de afecto. Ella había renunciado a su orgullo como noble, pero yo se lo había devuelto regalándole la bandera de la Familia Farnese. Yo había aliviado el resentimiento que sentía debido a la opresión que sufrió como hija ilegítima. Así, todos los papeles que tuvo y tendrá en el futuro proceden de mí.
Lo soy todo para Laura. No tenía sentido un mundo sin mí y un mundo en el que me hieran debe ser destruido. Debería haberme dado cuenta antes. Cuando Gamigin se obsesionó conmigo y cuando Ivar renunció por completo a su identidad... debería haberme dado cuenta de que el sistema de puntos de afecto no siempre era algo bueno. La arruiné... El responsable está claro. En ese caso, también está claro lo que debo hacer.’
- Laura.
En silencio atraje a Laura hacia mis brazos. Su pequeño cuerpo entró en mi abrazo. Borré toda la urgencia de mi voz mientras susurraba en un tono suave, haciendo parecer que la perdonaría por todo.
- ¿Señor...?
‘¿Podía darse cuenta instintivamente de que el ambiente a mi alrededor había cambiado?’
Laura me miró con ojos temblorosos y ansiosos. Parecía un animal delicado mirando a su madre.
‘Tranquila. No hay nada que temer.’
Le dediqué una sonrisa tranquilizadora.
- No has hecho nada malo, Laura.
- Te azotaron... por mi culpa...
- No. Lo hice a pesar de saber cuánta angustia sentirías. Pero Laura, eres alguien a quien aprecio mucho. Nunca te haría daño.
‘Como hice con Ivar. Y también con Paimon.’
Le susurré a Laura suavemente.
- Entonces, ¿por qué...?
Como si estuviera cantando un hechizo. Como si estuviera cantando una maldición. Pronuncié palabras dulces y diabólicas.
- Porque hay otros mirando. Laura, debes entender que, por desgracia, no sólo tengo un lado personal, sino también un lado público. No tuve más remedio que castigarte porque habías violado la ley muy públicamente. El problema fue lo excesivamente que llevaste a cabo tu tortura. Tu ejecución habría sido la única forma de cubrir ese crimen. Pero te lo dije, ¿no? Eres alguien a quien aprecio mucho. De ninguna manera dejaría que te ejecutaran...
- ¡Como pensaba, te azotaron por mi culpa!
- No. No fue por tu culpa, Laura.
Planté mis palabras en su corazón. Las palabras que ella desesperadamente más quería oír.
- Fue “por” ti, Laura.
Con el fin de hacerla verter su corazón en criar sólo estas palabras. La semilla se comerá sus emociones y eventualmente florecerá, permitiendo que una flor negra florezca sobre el sacrificio de sus sentimientos y creencias originales.
- Al igual que tú me dedicas tu vida, es natural que yo también te dedique la mía. Al fin y al cabo, somos un solo cuerpo y una sola alma. No hay nada raro en esto... ¿verdad?
- Ah...
Capturar el corazón de una chica debilitada es increíblemente sencillo. Mis palabras se convirtieron en una cuerda mientras Laura se aferraba a ella desesperadamente. Se abrazó fuertemente a mi cintura mientras lloraba. Increíblemente fuerte.
- Todo lo que hace esta joven es por tu bien... ¡No me importa nada mientras estés a salvo!
- Así es, Laura. El vínculo que nos une está a otro nivel en comparación con las masas de todo el mundo. Tu vida es la mía y mi vida es la tuya.
- ¡Sí, Señor... Sí...!
Pasé los dedos por el pelo de Laura como si la estuviera peinando.
‘Laura. Si la razón por la que te consumían tus emociones era por tu amor hacia mí, si el culpable que te había dado ese amor no era otro que yo, entonces con gusto cargaría con todo lo que tienes. Sea tu creencia y voluntad, Laura de Farnese, cargaré con todo lo que te compone de principio a fin. No tienes que disculparte por nada de lo que hagas en el futuro. No tienes que culparte a ti misma, ni siquiera responsabilizarte. Después de todo, me lo has dejado todo a mí. Tus crímenes, arrepentimientos y errores, yo los asumiré todos en tu lugar.’
- Entonces hagamos un contrato, Laura. Jura que me confiarás tu fe.
Apreté mis labios contra su pálida frente. Había lágrimas brotando alrededor de sus ojos.
- ¿Un contrato...?
- A partir de ahora, debes encontrar todo el sentido en mí. Eres mi espada. Debes seguir mis órdenes. Masacra y mata a mis enemigos si yo te lo ordeno. Por mi bien. A cambio, te daré amor.
Le sequé las lágrimas con el dedo. Incluso su cara llorosa era hermosa. Lo más probable es que no se haya lavado en varios días, pero ni siquiera eso fue capaz de arruinar su belleza natural.
- Señor...
- Amor eterno. Un amor al que ninguna duda puede acercarse.
Laura me miró con ojos brumosos. Abrió la boca sin dudar un instante.
- Sí, Señor... ¡Lo juro! ¡Juro que sólo usaré mi vida por tu bien! Si usted no quiere algo, esta joven tampoco lo querrá. Si usted no me da una orden, ¡entonces esta jovencita tampoco se moverá!
- Estoy encantado de oír eso.
Sonreí alegremente.
Así es. La gente tiene que asumir toda la responsabilidad de las cosas que hace. Los juegos de palabras como fingir y mentir tienen poco peso. Se realiza una acción y, por tanto, debe seguir la responsabilidad. Ante esta obligación absoluta, todo lo demás se vuelve vano. Si no tienes la determinación de asumir la responsabilidad hasta el final, entonces no deberías haber empezado. Tengo que seguir firmemente con las cosas que he empezado.
- Como pensaba, sólo tengo a Laura. Si no fuera por ti, entonces ya estaría muerto. No temo a Elizabeth ni a Henrietta. Sólo te necesito a ti, Laura.
La cara de Laura se iluminó. Bromeando, le di un golpecito en la frente.
- Pero Laura, sólo eres competente en asuntos militares. Necesitas seriamente la ayuda de los demás. Por ejemplo, Lapis tiene habilidades que tú no tienes. Entiendes esto, ¿verdad?
- Sí... La gente que tú necesitas es la gente que yo necesito también.
- Así es. Por el bien de nuestro amor eterno.
La respiración de Laura se estabilizó notablemente. Parecía que todas las lágrimas que había derramado habían empapado mi ropa.
‘Ahora, el último clavo.’
- Así que, por favor, no castigues a los demás irreflexivamente. Tampoco debes ponerte celosa. Esto sólo me entristecerá... Deberías poder soportarlo mientras recuerdes que eres mi número uno.
- De acuerdo, Señor. Te lo juro.
Laura sonrió. Su sonrisa era tan hermosa como un cerezo en flor.
‘Ahh. Te amo, Laura. Te quiero de verdad.’
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