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martes, 1 de julio de 2025

BC - Volumen 3 Capítulo 5


Capítulo 5
Los Picos De Duelo
Traducción y corrección: Radak
Edición: Radak, Sho Hazama
“¡Aburrido!” Murmuró Tigu. “¡Eran aburridos!” Xiulan carcajeó de sus payasadas, divertida de que la chica siguiera tan molesta incluso después de haber salido de la tienda de fideos tres horas antes. Xiulan se alegró de que su visita al bar de fideos hubiera transcurrido sin incidentes. Había estado un poco preocupada—escuchar la declaración del Maestro Jin sobre restaurantes y cultivadores la había conmocionado. Por experiencia propia, parecía que sus palabras eran ciertas. ¿Cuántas veces había visto una pelea por algo en un restaurante? “Quizás la próxima vez no los asustes tanto”, dijo el Hermano Menor con sarcasmo. “Parecía que el tipo estaba a punto de cagarse encima.” Xiulan había sentido la intención de Tigu con bastante frecuencia. La mirada arrogante y furiosa de un depredador supremo que decide que eres una presa, combinada con los propios instintos de Tigu. Era una sensación bastante reconfortante. Les aceleró el corazón y les dio un toque de seriedad a sus peleas. Sin embargo, no pasó nada. Aparte de las miradas de los demás comensales, los habían dejado comer solos y no hubo altercado. Esto decepcionó mucho a Tigu. La chica se había estado quejando tanto como Gou Ren solía hacerlo, petulante y enfurruñada por la falta de entretenimiento, indiferente o ajena a las miradas que los seguían. Xiulan estaría preocupada, normalmente. Insultar a otro cultivador sin duda crearía rencor, pero el hombre no tenía ninguna secta que lo identificara y ella desconocía su nombre, así que probablemente no tenía ninguna secta que lo respaldara, lo que le impedía tomar represalias. Al menos los fideos habían estado tan buenos como los recordaba de hacía varios años. "Oigan, ¿hay alguna razón para que viajemos con la multitud esta vez?" Preguntó Yun Ren, mirando a su alrededor la multitud de carretas entre las que se abrían paso. Xiulan sonrió, comprobando la posición del sol. Sabía aproximadamente dónde estaban, y el momento debía ser perfecto. “Ya va a pasar, hermano menor. Pronto nos alejaremos del camino. En esa colina,” le informó. La mirada de Yun Ren se agudizó. Intrigado por la críptica respuesta, la siguió obedientemente. Se desviaron del camino donde ella dijo que lo harían y caminaron colina arriba. Durante la caminata, el cielo se oscureció, tiñéndose con los colores del atardecer. Ellos subieron por la colina de hierba y contemplaron los Picos de Duelo. Dos montañas se erguían altas y orgullosas, sobresaliendo hacia el cielo. Casi idénticas en altura y anchura. Quizás una vez, hace mucho tiempo, fue una sola montaña. Quizás algún antiguo cultivador la partió en dos, pero no había registros de ello. Solo las dos caras escarpadas apuntando una hacia la otra. Cuerdas cubrían la brecha, y de ellas ondeaban al viento cientos de banderas y colgantes. Izaban los símbolos de las sectas y compañías comerciales presentes, y las banderas del propio Imperio del Fénix Carmesí. Y en el suelo, llenando la base del hueco entre las dos montañas, se encontraba la Arena Terrenal, recortada por el sol poniente. En esta época del año, se enmarcaba perfectamente entre los picos gemelos mientras los últimos rayos dorados desaparecían en el horizonte. Recortaba con nitidez la ciudad, los edificios y las caravanas que se extendían desde la base de la montaña. La hierba bajo ellos, teñida de naranja y oro por la luz, se mecía en ondas al viento, despeinándoles el cabello y aliviando el calor del sol poniente. El centro cultural más importante para los cultivadores de las Colinas Azures. Impresionaba por su belleza, e incluso desde tan lejos podían sentir tanto la atmósfera cargada como el Qi que impregnaba la tierra; el más intenso que había sentido desde que dejó la Fa Ram. Xiulan siempre había disfrutado de esta vista. Conocía a pocos que no comentaran al menos una vez la belleza del atardecer entre las montañas. Incluso se decía que la Secta del Sol Enmarcado basaba su estilo de cultivación en este antiguo monte y en la forma en que mantenía el sol entre los dos picos. Hubo un sonido de un cristal de grabación. Un chillo de asombro de Ri Zu. Los ojos de Tigu brillaron a la luz, y Gou Ren se quedó mirando, mientras sus labios dibujaban lentamente una sonrisa. “Gracias por la vista, Lanlan”, susurró Yun Ren. Después de un rato, descendieron al pueblo alrededor del Picos de Duelo y se dirigieron a su alojamiento para pasar la noche. "¿Tu secta es dueña de este lugar o algo así?" Preguntó Gou Ren, intentando no quedarse boquiabierto ante la intrincada arquitectura y los relieves tallados que decoraban los pilares del exterior. Era un palacio opulento en medio de un pequeño pueblo. Había oro y madera lacada en abundancia, y Gou Ren inspeccionó con interés una de las obras conjuntas. Xiulan negó con la cabeza, entregándole al empleado una tablilla de jade con el símbolo de su Secta. El hombre hizo una reverencia al recibirla. Su inmaculada túnica de seda estaba imperturbable, su única tarea era recibir a los huéspedes. El pago se entregaría de las cuentas de la Secta más tarde, ahora que estaban tan cerca. "Nos reuniremos con ellos mañana. Esta Joven Dama debe lucir de maravilla cuando regrese". Dijo esto último con exasperación, pero en realidad estaba deseando darse un baño. "Maestros, Damas, si les place, sigan a esta sirvienta", dijo una de las asistentas, una mujer de aspecto bastante sencillo y rostro impasible, inclinándose en señal de servidumbre. Extendió un brazo para indicarles la habitación que Xiulan había reservado. Eran silenciosos como fantasmas, entrenados para ser apenas vistos y oídos menos. Xiulan asintió mientras le extendía una carta a otro sirviente: un mensaje que le informaba a su padre que se reuniría con él mañana. Era bastante gracioso lo incómodos que se veían sus compañeros. Sus dos hermanos menores giraban la cabeza, contemplando el opulento edificio mientras subían las escaleras. Gou Ren incluso agradeció a la sirvienta, algo que no solía hacerse en este tipo de establecimiento. La mujer pareció sobresaltada y se levantó las mangas para cubrirse la boca, con la cara roja. Gou Ren no se dio cuenta y ya estaba entrando a la habitación con interés. “No necesitaremos más ayuda que la comida esta noche”, le ordenó Xiulan a la mujer, quien apartó la mirada de la espalda del Hermano Menor y asintió rápidamente. “¿No necesita que le calienten el baño, Dama?” Preguntó la mujer, y Xiulan negó con la cabeza. “Lo haremos nosotros mismos.” La mujer asintió, inclinándose ante la voluntad de su cliente. Xiulan examinó la habitación. Había cuatro camas grandes, un área común bien equipada y un pequeño balcón, que podía abrirse al aire nocturno, pero estaba protegido de la vista. Tenían una habitación contigua para bañarse, separada por una mampara y provista de algunos aceites y jabones. En poco tiempo, Xiulan suspiraba de satisfacción. Había usado la técnica del Maestro Jin para calentar el baño con su Qi, y tras una rápida limpieza con el agua caliente, dejó que Ri Zu hiciera su trabajo. Sintió un ligero hormigueo cuando las agujas le penetraron en la espalda, seguido de alivio. Ri Zu había aprendido bien de la Hermana Mayor, y le pidió a Tigu que la ayudara a manipular el cuerpo de Xiulan. ‘¡Alza, sí, así!’ Le indicó Ri Zu a Tigu mientras la chica le rodaba el tobillo a Xiulan. ‘¿Hay algún punto que se enganche?’ Tigu negó con la cabeza. "¡Todo marcha a la perfección!", declaró. ‘Ri Zu no esperaba mucho cambio de todas formas. ¡El Maestro se aseguró del estado de nuestros cuerpos antes de partir!’ Dijo la rata, antes de retirar con cuidado las agujas. Xiulan se acomodó en el baño, se calentó con Qi y dejó escapar otro suspiro mientras Tigu se reclinaba contra el pecho de Xiulan. Era una lástima que no tuvieran ninguna de las ramas del Maestro Jin. Sorprendentemente, había empezado a disfrutar de la sensación de sus golpes en la espalda, y le hacían maravillas a la circulación. En cambio, se contentó con mirar hacia la montaña; Tigu permitió que Ri Zu usara su mano como plataforma, mientras la rata se restregaba con esmero, como siempre. Xiulan suspiró, sacó los aceites perfumados y los jabones y comenzó a lavarse el cabello. Tigu la ayudó, pero fue un proceso complicado. De vuelta en su secta, las sirvientas la ayudaban. En la Fa Ram, la Hermana Mayor había asumido esa tarea, y era, con diferencia, la más hábil. ¿Tigu? Bueno, al final lo consiguió. Sobre todo, cuando Tigu empezó a darle codazos en el costado, comentando lo interesante que se veía la montaña. Muy diferente a las silenciosas chicas que antes atendían a la Joven Dama, hablando en susurros si era necesario. Y Tigu disfrutaba muchísimo viendo si podía hacerle cosquillas cuando le lavaba la espalda a Xiulan. También fue considerablemente menos comprensiva cuando Xiulan la inmovilizó y se vengó. Xiulan todavía le sonreía al puchero de Tigu mientras salían del baño, con el cabello aún húmedo. “¡Cielos! ¿Vaciaron toda el agua?” Exigió Gou Ren, girándose para mirarlas fijamente antes de abrir los ojos de par en par por la sorpresa. Tosió y apartó la mirada. “Esa bata te queda muy pequeña”, gruñó, con la cara un poco roja. Xiulan miró su túnica. En efecto, lo era... Pero ninguno de los hermanos la miraba como antes. Carcajeó al ver a Yun Ren, quien miraba fijamente su cristal grabador. Sus ojos se desviaban de vez en cuando, pero nunca se desviaban hacia ella. Ella cerró la bata un poco más, por consideración. “Necesito ayuda, hermano menor”, preguntó, y le extendió un peine. Gou Ren suspiró, pero obedientemente se levantó. "¿En serio? Primero mi hermano, luego mi mamá, luego Meimei y Meihua...” Refunfuñó. "¡Nunca tengo tiempo para mi propio cabello!" Sus hábiles manos trabajaron entre sus cabellos, luego en los de Tigu, y luego, para su fuerte exasperación, en el pelaje de Ri Zu, antes de que finalmente pudiera tomar su propio baño, donde ella pudo escucharlo quejarse por la cantidad de agua que quedaba. Su humor mejoró después de bañarse, y el resto de su mal humor se alivió cuando Xiulan le devolvió el favor por su cabello. Comieron lo que les trajeron los sirvientes, hablando y riendo juntos. Los hermanos Xong discutieron por algo que no era importante, pero ella se puso del lado de Gou Ren de todos modos. Esa noche, cuando se iban a dormir... Tigu era una vez más su compañera. Xiulan bostezó y atrajo a la niña más pequeña hacia sí.
❄️❄️❄️
Levanté el último saco y lo puse en la carreta cargada. “¿Todos listos?” Pregunté. El gallo, la serpiente y la coneja asintieron. Asentí en respuesta y luego giré hacia los que nos acompañarían a la Ciudad del Lago de la Luna Pálida. "Cuida de Meimei por mí, ¿sí?" Bromeé con el chico. El pequeño Xian asintió con decisión, mientras su hermana le rodaba los ojos. Papá parecía igual de divertido. Chunky carcajeó ante su entusiasmo antes de darle un codazo al chico. Sus ojos se iluminaron y ambos salieron corriendo. "¿Tienes la lista?" Preguntó, y asentí, sosteniendo nuestra lista de compras, que era más bien del tamaño de un pergamino. "Bueno... Que tengas un buen viaje, mi querido esposo.” Ella me sonrió y el mundo entero se redujo a ella. Nuestros labios se encontraron en un beso de despedida, y no fue... Particularmente casto, a juzgar por la forma en que tosió papá. Ambos le sacamos la lengua, y él nos rodó los ojos en respuesta. “Nos vemos pronto, Meimei”, le dije a mi esposa. “Vuelve sano y salvo, Jin”, susurró ella. Todavía tenía una sonrisita tonta mientras me colocaba detrás de la barra de la carrera y la levantaba. Trescientas bolsas de arroz deshidratado. Doce toneladas no estaba nada mal, pensándolo bien. La carreta se puso en movimiento mientras los discípulos que estaban en la parte superior se inclinaban ante aquellos que dejaban atrás. Un pie delante del otro, hacia el Lago de la Luna Pálida. Tengo que encontrar piezas para un alambique, reparar un cristal y ver qué querían esos tipos que me buscaban. El Magistrado dijo que sus acentos eran del Sur, así que la Ciudad del Lago de la Luna Pálida era probablemente el mejor lugar para empezar. Estaba un poco nervioso... Pero, bueno, el Señor Magistrado pensó que eran tipos normales, no cultivadores. Si eran gente normal, quizá fuera porque olvidé pagar un impuesto o algo así. Ojalá.

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