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martes, 2 de diciembre de 2025

BC - Volumen 4 Capítulo 2


Capítulo 2
Explorando El Alcohol
Traducción y corrección: Radak
Edición: Radak, Sho Hazama
El día amaneció radiante y temprano, como siempre. Fa Bi De se levantó para cumplir con su más sagrado deber. Trepando a la percha sobre la gran morada de su Maestro, Bi De abrió su pico e invocó al sol naciente, el gran orbe ardiente que una vez más iluminaba el mundo con su luz. Su voz resonó en las colinas, una nota pura que carecía de la aspereza de sus parientes inferiores. Retumbó, y todos atendieron a sus exultaciones. “¡Díselos, Bi De!” Gritó su Gran Maestro desde la ventana. Pronunció palabras de poder, completando así el ritual matutino que se había mantenido durante casi dos años. Bi De saltó hasta la ventana abierta e inclinó la cabeza, haciendo una reverencia a su Maestro mientras él y la Gran Sabia Sanadora se levantaban de sus camas. Así, la Fa Ram despertó. La hermana Ri Zu se movió de su escondite bajo el chaleco de Bi De. Normalmente, la hermana Yin y la serpiente Miantiao habrían estado con ellos, pero habían pasado la noche en vela trabajando en algo para el Gran Maestro. Cuando Bi De los observó anoche, la serpiente estaba completamente absorta en su labor, con el brillo del vidrio fundido reflejándose en sus escamas verdes iridiscentes. Bi De la observó un instante, maravillado por su pasión y determinación. Yin trabajaba a su lado, ayudando a su Maestro con el fuego de la fragua. Aunque era una lástima, ya que la coneja era agradablemente cálida para dormir al lado y las mañanas comenzaban a refrescar un poco, no tenía sentido lamentarse. Desde su posición elevada, Bi De observó la casa que antaño había sido el primer gallinero de su Gran Maestro, y que ahora pertenecía a Gou Ren. De allí salieron cinco de ellos. El hermano Chun Ke y la hermana Pi Pa, quienes llamaban a esa casa los aposentos de los sirvientes, salieron puntualmente. Tras ellos iban los hermanos Xong y el recién llegado, Liu Bowu. El joven se frotaba los ojos, apoyándose en el hermano Chun Ke mientras caminaba. Cojeaba con fuerza esa mañana, pero parecía de buen humor mientras charlaba animadamente. Del bosque llegó la Hermana Tigu, quien se había encargado de la última guardia. Le asintió al gallo mientras se acercaba a la casa del Maestro, seguida de tres ovejas. Bei Be, el buey, se levantó de sus meditaciones bajo las ramas de un árbol y se dirigió tranquilamente al gran gallinero. Un gran dragón dormía en la orilla del río, y sus ronquidos resonaban en el aire. Rompieron el ayuno juntos: una exquisita comida, como siempre, preparada por el Gran Maestro, la Sabia Sanadora y la Hermana Xiulan. Estos últimos días de calor eran un verdadero placer. Con la cosecha ya realizada, las comidas se volvieron cada vez más elaboradas, con nuevos sabores y texturas. El hermano Wa Shi parecía estar en comunión con los cielos cada vez que cenaban. El desayuno, como siempre, fue un caos controlado. Se saludaban y preparaban con entusiasmo, acomodándose y despertando. Otros se agolpaban alrededor de una gran pizarra en la pared, revisando los turnos y viendo si había algo pendiente... O añadiendo alguna idea que se les hubiera ocurrido durante la noche. Tras haber comido y bebido, todos ellos salieron en fila al jardín delantero para comenzar su práctica con las formas matutinas. Yun Ren practicó con su espada. Bowu estiró la pierna. La aguja de Ri Zu destelló. La forma de su Gran Maestro, que normalmente completaba dos veces con gracia y facilidad, se convirtió en cinco repeticiones. Sus movimientos eran más rápidos a medida que se concentraba y respiraba con regularidad. Bi De, al observar con atención, pudo sentir el Qi de intención de su Maestro, cálido y reconfortante. Estos movimientos eran mucho mejores. Más naturales que los que había usado con la espada, pero Bi De aún podía ver que cuanto más los practicaba y más agresiva era su postura, peores se veían los golpes. No eran del agrado de Bi De ni correspondían a su Maestro. Bi De frunció el ceño, pero por el momento se calló, incluso cuando notó que los demás tomaban nota de los nuevos ataques de su Maestro. “Me voy a Hong Yaowu. Voy a ver si alguien necesita algo en casa”, declaró Yun Ren mientras todos se preparaban para comenzar el día de verdad. “¿Estás seguro? Todo debería estar terminado hoy,” dijo el Gran Maestro. Yun Ren sonrió con presunción. “Ustedes pueden pulir los detalles y asegurarse de que tenga buen sabor para mí,” respondió con picardía, despidiéndolos con un gesto y comenzando a subir el sendero con su característico paso ligero. Su Gran Maestro rio al ver marcharse a Yun Ren. Un instante después, Bi De cruzó miradas con dos de sus compañeros. Tanto Tigu como Xiulan habían notado la intención del Gran Maestro. Las dos mujeres observaron en silencio la espalda del Maestro, con expresión de concentración en sus rostros. Entonces Bi De ladeó la cabeza, haciéndoles una seña. Ambas mujeres asintieron. Tenían mucho de qué hablar. Alcohol. Licores. Bebidas alcohólicas. Se decía que los humanos inventaron la agricultura solo para poder tener un suministro constante de alcohol. El dulce placer, los distintos sabores. El mejor regalo de la época, sin duda, y si se destilaba lo suficiente, un potente desinfectante. Y yo estaba en las etapas finales de la elaboración de algunos. “Todo está bien, Maestro Jin,” me dijo Bowu mientras revisaba por última vez los tubos de cobre del alambique. Gou Ren le había estado ayudando a montarlo todo. “Gracias, Bowu,” le dije al chico, que aún parecía algo inseguro sobre cómo aceptar halagos. Se sonrojó y se rascó la nuca mientras Gou Ren le daba una palmada en el hombro. Déjenme decirles que era un verdadero alivio contar con alguien que realmente hubiera trabajado con tuberías para ayudarme a ensamblar esta cosa. Bowu sabía más o menos cómo construir hornos espirituales completos. Aún era un aficionado y autodidacta, pero tenía buenas ideas y contaba con la ayuda del entusiasta Yao Che, el herrero de Hong Yaowu. Así se construyó el gran alambique de cobre de la granja. Era grande y hermoso, con ese precioso y cálido tono cobrizo pulido hasta brillar en su propio pequeño edificio, con un tramo de río que también lo atravesaba, proporcionando acceso a agua limpia y de buena calidad. Chunky, Washy, Rizzo y Meimei completaban nuestro pequeño grupo trabajando en el alambique. Big D, Tigu y Xiulan andaban juntos por ahí. Mi pequeño proyecto comenzó aproximadamente una semana después de regresar de las Picos de Duelo. Un proyecto sencillo para volver a ponerme en forma. Sin embargo, no había empezado con el alambique. Había optado por algo mucho más sencillo. Aguamiel. Miel, agua y levadura. Lo más sencillo del mundo, en realidad, pero como toda producción de alcohol, era fácil de aprender y difícil de dominar. Lo único que hay que hacer es disolver la miel en el agua, añadir la levadura y esperar. Sin embargo, la clave estaba en los detalles. El tipo de levadura, la proporción de miel y agua, y el tiempo de fermentación influyeron en el sabor final. Bueno, eso y la limpieza del recipiente, pero mi mujer era capaz de fulminar con la mirada a cualquier bacteria, así que esa parte fue fácil. Como principiante, decidí preparar varias tandas. Dos de ellas provenían de lo que yo llamaba las colmenas exteriores. La miel para estas provenía de abejas comunes. Era agradable, dulce y dorada, perfecta para lo que quería hacer. Una botella se quedó sin mezclar. A la otra le añadí melocotones, convirtiéndola en melomel, en lugar de aguamiel propiamente dicha. La otra tanda estaba hecha de miel de lo que yo consideraba la colmena principal. A estas alturas, estaba seguro de que las abejas que vivían en esa colmena pertenecían a una especie extraña de la que nunca había oído hablar. Eran más grandes que todas las demás, algunas casi el doble de grandes que los otros zánganos. La reina, Vajra, también era rara. Se la veía con bastante frecuencia. Era extraño que la colmena arriesgara así a su miembro más valioso, sobre todo porque yo solía encontrar a la maldita criatura atrapada en la casa de baños. Quizá le gustaba el calor extra, pero no estaba seguro. Meimei y Xiulan tampoco lo sabían. Fuera cual fuese el motivo, aquellas extrañas abejas iridiscentes eran increíblemente dóciles y producían una miel fantástica. La miel cruda era casi tan buena como el jarabe de arce. Cada uno tenía su propia botella. Después de calentar la mezcla de agua y miel, llamada mosto, la vertimos en el recipiente hasta que se enfrió un poco, y luego añadimos la levadura. ¿Y después? Pues entonces solo quedaba esperar. Esperar y empezar con el otro proyecto, el alambique. Bowu y Gou Ren me ayudaron a ensamblarlo todo correctamente. Mi amigo y el chico eran mucho mejores que yo en este tipo de cosas, y Bowu se había interesado por la mecánica del asunto. Meiling estaba revisando la estructura de cobre, usando su Qi para darle un último repaso antes de empezar. “Entonces, después de esto lo calentamos lentamente, ¿lo que refinará lo que necesitamos? ¿Como un horno de píldoras, o como la creación de los antiguos en la Ciudad del Lago de la Luna Pálida?” Se maravilló Bowu, refiriéndose a la enorme construcción que parecía una especie de alambique. “No lo sé,” admití con naturalidad. “Desde luego, no es tan bueno. Aquello, según dicen, podía purificar prácticamente cualquier cosa. Esto es solo jugar con los puntos de ebullición de distintos alcoholes. Hay que desechar parte. Los primeros licores son tóxicos,” continué mientras manipulaba el macerador. Llevaba ya una semana y media reposando, y las burbujas por fin habían bajado a un nivel que me parecía aceptable. Quería hacer vodka, así que la base era papa… Aunque la mayoría del vodka moderno se elabora con trigo. Mi esposa interrumpió su inspección del alambique de cobre. “¿Tóxico?” Preguntó con un entusiasmo desmedido. Percibí la pregunta implícita, y la forma en que Rizzo se animó al oír hablar de algo peligroso probablemente debería haberme preocupado. Pero... Bueno, Meimei no haría nada para hacernos daño de verdad. El polvo de picar, en cambio, era justo. Y... Quizás sí que podría hacer algo con el metanol. “Pensaba tirarlo... Pero supongo que podemos quedárnoslo,” decidí. Meimei seguía molesta por lo sucedido en las Picos de Duelo; preparar algo desagradable la haría sentir mejor. Lo sabía porque últimamente se refugiaba mucho en su cabaña. Había ciertas cosas en la casa de medicina que ni tocaría con un palo de diez metros, gracias. Era un poco inquietante cómo Meimei podía describir con tanta tranquilidad cómo un veneno podía matar a alguien, y luego explicar cómo hacerlo aún más letal. Por suerte, tenía un sistema de clasificación tan bueno que nada de eso se colaría en los medicamentos. Meimei... Bueno, ella se tomaba esas cosas muy en serio, y en vez de enfadarse por mi temor a que algo se mezclara, me invitó a revisarlo todo por ella, solo para asegurarse de que lo tenía todo bien ordenado. En fin, volvamos al Proyecto Whisky Diluido. El mosto estaba listo, el alambique estaba listo... Y solo nos faltaba una última cosa... ‘Están listosss’ Gritó una voz que no era una voz. Susurró en el viento, cargada de Qi, y con un trasfondo de orgullo. Me giré hacia el sonido de la voz de Fideo, la serpiente, que iba montada en Yin, la coneja plateada. Ella tiraba de una pequeña carreta cubierta hacia nosotros. Dentro estaban los primeros vasos que había “encargado” para la ocasión. La serpiente y la coneja habían cobrado por su trabajo, como todos, pero sospechaba que el dinero que les daba a la mayoría de los animales simplemente volvía a nuestros ahorros. Probablemente podríamos haber usado ollas de barro para esto, pero si quieres conservar el sabor puro, el vidrio es la mejor opción. La pequeña carreta estaba cubierta con una lona. La serpiente se había mostrado algo reservada al final, pero ahora parecía dispuesta a mostrarnos lo que había hecho. Asentí con la cabeza. “¿Por fin estás listo para enseñárnoslo?” Pregunté amablemente. La serpiente sonrió con presunción. ‘Essste essstá un poco oxidado. Ssse disssculpa por la calidad. La próxima será mejor.’ Pude oír el tono de falsa modestia en su voz mientras usaba su cola para retirar la tela, dejando al descubierto varias filas de frascos de vidrio. Para mí, con mis recuerdos del Antes, ciertamente no era nada especial, pero escuché las fuertes bocanadas de aire de los demás. “Se ve clarísimo,” dijo Meimei mientras daba un paso al frente, cogía uno de los vasos y lo sostenía a contraluz. “No tiene ningún tinte.” Ya había visto un cristal igual de transparente en la Ciudad Crisol Carmesí. Los ricos que vivían en sus mansiones tenían ventanas hechas de ese material. ¿Pero las ventanas de mi casa? Estaban un poco opacas, incluso con todo el dinero que había pagado por ellas. La serpiente no mentía cuando se burló de la calidad y dijo que él podía hacerlo mejor. Su afirmación de que la aldea de su anterior maestro albergaba a los mejores vidrieros de las Colinas Azules no era, sin duda, una vana bravuconada; lo había demostrado. La vieja serpiente exhaló, aparentemente en paz, con una leve sonrisa fija en el rostro mientras todos nos servíamos un vaso. Cuando los examiné más de cerca, cambié de opinión. ¿Recuerdan lo que dije sobre que no eran nada del otro mundo comparados con los del Antes? Olvídenlo. Eran geniales. Mejor dicho, eran una auténtica locura, considerando el nivel tecnológico de la mayoría de los lugares del mundo y el hecho de que los hubiera creado una serpiente. Alcé una ceja mirando a Fideo. “Te tomaré la palabra,” le dije, y la serpiente resopló. ‘Ssson lo mínimo que mi Maessstro habría aceptado’ siseó la serpiente. ‘Pero... Agradezco haber recordado sus métodos. “Gracias, Fideo, Yin,” dije mientras tomaba el vaso. La serpiente inclinó la cabeza, mientras que la coneja sonrió radiante. ‘Que este viejo bastardo cascarrabias vuelva a sonreír es bueno... Aunque tenga que ser yo quien avive el fuego’, refunfuñó Yin. Me rasqué la nuca con timidez. Había usado la cultivación de fuego de la coneja para calentar las cosas también; era práctico. ‘Lenguaje,’ dijo Fideo con cariño. Finalmente, estábamos listos. Vertí el puré de papas y encendimos la hoguera. Sinceramente, era un poco aburrido. El alambique se calentaba lentamente y el alcohol, con su punto de ebullición más bajo, comenzaba a evaporarse. Pasaba por los tubos de cobre, condensándose de nuevo hasta formar alcohol puro. Eso no impidió que Meimei y Gou Ren se agacharan y observaran fascinados cómo el líquido transparente se derramaba poco a poco del tubo a un vaso. Primero llegaron los componentes tóxicos: los alcoholes con el punto de ebullición más bajo, entre los que se incluían la acetona, también conocida como quitaesmalte, y el metanol, que era directamente venenoso. Conocí a un tipo en el pasado que se había quedado ciego por culpa del alcohol, y no iba a permitir que me pasara lo mismo. Luego venían las cabezas, que contenían etanol, la cosa que se bebía, y los ésteres, que aportaban sabor, pero en este punto del proceso tenía un sabor un poco desagradable. Había olvidado las proporciones exactas de cada componente en una destilación, así que tuve que tomar muestras varias veces para comprobar cuándo llegábamos al corazón, la bebida propiamente dicha. Lo que probablemente haría que esta primera destilación fuera algo mediocre. No me importaba, ya que al fin y al cabo solo era una prueba. Haría muchas más en el futuro. Vertí un poco del corazón, la mejor parte de la destilación, en vasos separados para cada uno de nosotros. Gou Ren estaba ansioso por probarlo, mientras que Meimei solo metió un dedo; la pequeña cantidad no supondría ningún problema incluso con el embarazo. Gou Ren retrocedió ligeramente al sentir la quemadura, mientras que Meimei arrugó la nariz. Ambos fruncieron el ceño y chasquearon los labios. Washy y Chunky dieron pequeños sorbos, mientras el pez observaba el vaso con ojo crítico. Fideo y Yin también probaron. La coneja se encogió de hombros, mientras la serpiente lo hacía girar, sujetándolo con la cola. Hubo un latido. “Es… Bueno, se siente fuerte y suave… Pero en realidad no sabe a nada”, dijo Gou Ren, con un tono de vaga decepción. Meimei parecía igualmente poco impresionada. Chunky se encogió de hombros sin decir nada. Washy, en cambio, observó la bebida con más detenimiento, comiendo una baya que había encontrado por ahí, antes de tomar otro sorbo y asentir. “En realidad no debería,” dije, dándole un trago a mi bebida y sintiendo el ardor. Era… Bueno, era vodka. No sabía a nada en particular, pero quemaba. “Se pueden hacer otras cosas y añejarlas en barricas, pero esto se supone que no debe saber a nada en absoluto.” ‘Hay que tener cuidado. Cualquiera podría acabar en el suelo con una sola botella,’ dijo Fideo. Aunque supongo que algunos lo verán como una ventaja. Sí, el eterno problema de las bebidas espirituosas. O eran demasiado fuertes o no lo suficientemente fuertes. Gou Ren miró a Washy, quien le ofreció una baya. La tomó y la mezcló con la bebida. “A algunos les gustará, pero... Bueno, me está empezando a gustar,” admitió. “La baya la mejora, pero, ¿por qué no hacer vino de bayas, entonces?”. “Supongo que sí. Se puede destilar prácticamente cualquier cosa. La próxima vez haremos vino de bayas y concentraremos los sabores aquí.” Gou Ren asintió, mientras Washy se animaba. La verdad es que sí... ¿Por qué demonios intenté hacer vodka? Ni siquiera me gusta el vodka, a menos que esté tan cargado de zumo de frutas que no se note el sabor... Oigan, preparar cócteles para el festival podría ser una buena idea. Todavía me quedaba algo de hielo en mi congelador. Duró muchísimo más de lo que esperaba, así que podríamos hacer combinados fríos con la fruta fresca. ¡Eso podría ser muy divertido! La primera ronda de destilación había sido un éxito, técnicamente hablando. Hice una pausa al recordar una última cosa. “Ah, sí, otro uso de esto es como desinfectante: la mayoría de los gérmenes mueren al contacto.” Eso llamó la atención de Meimei, y sus ojos se iluminaron. Pero antes de que pudiera preguntar, se oyó una tos seca detrás de nosotros. Alcé una ceja cuando Bowu casi dejó caer uno de los vasos tras haberle dado un sorbo. “¡¿Cómo puedes beber eso?!” Espetó el joven de dieciséis años con voz ronca. Todos comenzamos a reír. Rayos, yo tuve la misma reacción cuando probé mi primer trago. “Bueno, sirve para el festival... Pero probemos el aguamiel. Ya debería estar listo.” Fui a buscar los barriles al almacén, uno con la miel de la colmena de Vajra y otro con la de las colmenas normales. Abrí el de la colmena de Vajra y enseguida me invadió el aroma. Las dulces notas de la miel. Me llenó las fosas nasales, embriagador y denso, y sentí cómo se me hacía agua la boca. Me quedé paralizado un instante antes de apartar la cara. Comparado con el olor del vodka que salía del alambique, bueno, no había color. Meimei se puso rígida y los ojos de Gou Ren se abrieron de par en par. Washy y Chunky se pusieron firmes de inmediato. Incluso yo podía sentir que contenía Qi, lo que significaba que o bien había mejorado mi percepción del Qi o aquello estaba repleto de él. Y dado que no había dedicado tiempo a entrenar para mejorar mi percepción del Qi... Con cuidado, vertí el líquido dorado con un cucharón. Nos quedamos todos de pie alrededor, con nuestras copas en la mano. El aroma era intenso, y la sensación de Qi que emanaba del aguamiel se había intensificado. Di un sorbo. El elixir dorado descendió por mi garganta. Era vigorizante. Ardiente y a la vez refrescante. Sentí cómo la fuerza inundaba mis extremidades mientras la masa dorada se asentaba en mi estómago y permanecía allí, extendiéndose por todo mi ser. “¡Mierda!” fue lo único que pude decir, sintiéndome un poco mareado. Aquello fue... Dulce en más de un sentido. Todos los demás bebían a gusto y hacían ruidos de aprobación. Meimei tenía la lengua fuera y los ojos muy abiertos. Se giró hacia mí. “Jin, mi adorado esposo, ¿por qué preparaste esto si yo no puedo tomarlo?” Preguntó Meimei, mirando con tristeza el vaso. Se mordió el labio y apartó la mirada del aguamiel, conteniéndose visiblemente. Otra persona no tuvo esas complicaciones. Atrapé a Washy en el aire cuando intentaba un clavado de cisne dentro del barril. Tenía los ojos muy abiertos y desorbitados, hasta que se dio cuenta de lo que había intentado hacer. El pez tosió, colgando en mi mano, con aspecto avergonzado. “Creo que… Deberíamos guardarnos este para nosotros,” dije, mirando fijamente el peligroso barril.

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