Capítulo 291
La Guerra de las Marionetas (VIII)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
El Ejército Imperial de Habsburgo con una alianza con la República de Batavia y las ciudades libres. La alianza daba una fuerte impresión. Sin embargo, si mirabas dentro, en realidad era un ejército de 30.000 soldados del ejército de los Señores Demonio. Los orcos eran la principal fuerza de combate del ejército. Esta raza, a la que comúnmente se denominaba “raza porcina”, nacía con mucho vigor y brazos naturalmente fuertes, por lo que les resultaba mucho más fácil sostener lanzas de mayor longitud que a los humanos. Este hecho era crucial para contrarrestar en cierta medida la carga de caballería enemiga.
- ¡No retrocedan! ¡Mantengan sus posiciones! ¡Conviértanse en un muro y bloqueen las olas!
Gritó el Señor Demonio Zepar. Él era el ex-rango 16 y el mejor dentro de la Facción de las Llanuras y de todo el ejército del Señor Demonio cuando se trataba de batallas defensivas. El comandante que consiguió bloquear el terrorífico asalto de los caballeros durante la batalla de Austerlitz estaba demostrando sus habilidades una vez más.
- ¡Kuhula, kuhurb!
Los orcos respondieron con fuerza. La batalla era cada vez más intensa. A su derecha, la Señor Demonio Agares y otros 3 Señores Demonio estaban llevando a cabo una batalla a nivel mítica. Era literalmente una batalla donde las colinas estaban siendo destruidas y la tierra estaba siendo rebanada. Tanto enemigos como aliados no se atrevían a acercarse a aquel combate. Las explosiones eran tan desenfrenadas y espantosas que incluso Zepar decidió dejar de mirarlas.
- Beleth, Sitri y Vassago... Sólo podemos confiar en ellos.
Si su flanco derecho de alguna manera es traspasado, entonces su plan fracasaría por completo. El plan que la Subcomandante Laura de Farnese había planeado era delicado como una línea de dominó. Su flanco derecho tenía que resistir si querían tener éxito.
¡Clop, clop, clop!
El sonido de cascos comenzó a acercarse. Los caballeros volvían a la carga. Un ayudante general habló.
- ¡Su Excelencia! ¡La sexta carga se acerca!
- Yo también tengo ojos y oídos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última...?
Zepar dejó escapar un gemido molesto.
- ¿Me estás diciendo que los caballeros de Bretaña son en realidad monstruos que no se cansan?
Este era ya el sexto asalto. Sólo había pasado una hora desde el inicio de la batalla. Su movimiento iba en contra de la lógica y era anormalmente rápido. También era de noche. Era a esta hora cuando los demonios tenían una ventaja abrumadora sobre los humanos. A pesar de ello, los jinetes de Bretaña fueron capaces de realizar una carga tras otra mientras se apoyaban en las bolas de luz que habían lanzado antes. Tampoco podían perder. Zepar se recompuso mientras blandía su bastón.
- Magos, ¡lancen sus hechizos de agua! Lanzadores de lanzas, ¡lancen sus lanzas y piedras sin detenerse!
- ¡Sí, General!
Los magos mojaron la tierra justo antes de que los caballeros chocaran contra su bando. No podían convertir toda la región en un pantano porque tenían que conservar su maná, pero hacer el suelo blando era suficiente para detener a los caballos. Al final, el sexto intento de carga del enemigo tampoco funcionó.
- ¡Keruruk! ¡Keruk!
Los goblins salieron corriendo de las trincheras y colocaron más pinchos de madera en cuanto los caballeros se retiraron. Instalar pinchos fue una tarea fácil ya que la tierra se había ablandado. Ahora bien, cuando los magos humanos lanzaron un hechizo de secado sobre la tierra para ayudar a sus jinetes, también tuvo el efecto contrario de fijar las estacas firmemente en su sitio. La Reina Henrietta estaba asombrada una vez que vio esto.
- Qué impresionante. Si dejamos la tierra sola, entonces nuestro asalto se debilita. Pero si usamos magia para contrarrestar esto, terminamos fijando sus picos de madera para ellos... Mmm.
La Reina Henrietta terminó en una situación en la que no podía hacer esto o aquello. Estaba entre la espada y la pared. Un general respondió al gemido de la Reina.
- Su Alteza, nuestros hombres están haciendo todo lo posible y apenas hemos sufrido...
- Ninguna pérdida. Lo sé. Pero lo mismo ocurre con el enemigo también. ¿Entiendes lo que esto significa? El tiempo pasa sin que ambos bandos sufran pérdidas. Eso es exactamente lo que quieren.
No sufrir ninguna pérdida no significaba que estuvieran ganando la batalla. Incluso si un lado es golpeado hasta una pulpa sangrienta, todavía ganarían si se las arreglan para lograr su objetivo. En este sentido, el ejército de los Señores Demonio estaba espléndidamente ganando tiempo para que el resto de sus tropas pudieran cruzar el río...
Un comandante mediocre probablemente perdería el tiempo aquí. Sin embargo, la Reina Henrietta de Bretaña no era mediocre de ninguna manera.
- Milianne.
- Sí, Su Alteza. Espero su orden.
- Confío en el potencial de los Caballeros de la Rosa Verde.
La Reina Henrietta sacó su carta más fuerte después de sólo una hora desde el inicio de la batalla. Ella estaba despachando a los caballeros que eran comúnmente reconocidos como los más fuertes del continente. La orden de caballeros, que poseía 2 maestros espadachines, recibió la orden de su reina y partió.
- ¡Descendientes de Bretaña! ¡A la carga!
- ¡Por nuestra Reina!
Sus magos lanzaron cuchillas de viento para que los caballeros pudieran cargar libremente. Las cuchillas de viento volaron sobre la superficie de la tierra y cortaron los pinchos por la mitad. Era un ataque de apoyo que no reservaba su maná. El Señor Demonio Zepar rechinó los dientes al ver aquello.
- ¡Son los Caballeros de la Rosa Verde...! ¡Lanzadores de lanzas!
Era la orden de caballeros con la que Zepar había tenido una relación nefasta durante muchos, muchos años. Había perdido a todos sus ogros a manos de esos mismos caballeros. Por fin iba a poder vengarse aquí.
- ¡No conserves tu maná! ¡Ataquen!
- Pero Su Excelencia. Si hacemos eso ahora, entonces no tendremos suficiente maná para el choque final...
Zepar estaba inusualmente excitado mientras gritaba.
- ¡Si tienes ojos, entonces mira! ¡El choque final es ahora!
Así, el ejército de los Señores Demonio lanzó sus hechizos contra los Caballeros de la Rosa Verde que cargaban contra ellos. La tierra se humedeció y llovieron bolas de fuego sobre los soldados de caballería. Era tal y como Zepar había dicho. Estaba claro que ésta iba a ser la batalla decisiva, ya que incluso el ejército humano había empezado a utilizar su magia sin reservas. 40 bolas de fuego volaron por el cielo y fueron de este lado a aquel y de aquel lado a este. Una barrera transparente apareció y bloqueó las bolas de fuego justo cuando los orcos estaban a punto de huir despavoridos.
Los oficiales demoníacos desenvainaron sus espadas y rugieron.
- ¡No retrocedan! La muerte será concedida a los que retrocedan.
Los caballeros veteranos de la orden empuñaron con fuerza sus lanzas y gritaron.
- ¡Abran paso! Aplástenlos, concédanles la muerte.
Hubo un impacto masivo. Lanzas contra espadas, metal contra metal. Un sonido ensordecedor estalló en cuanto chocaron. La sangre roja se esparció por todas partes. Las pezuñas pisaban los rostros de los orcos. Sus armaduras fueron aplastadas junto con sus cráneos. Las lanzas atravesaron el pecho de los caballeros y salieron por el otro lado.
- ¡Kuaaagh! Khuaaa!
- ¡Kuhul, kuhuprb!
Los sonidos de gritos y gemidos se mezclaron como un cóctel mientras estallaban en el cielo. Allí no había idioma. Sólo se escuchaban los gritos de bestias cubiertas de sangre. Los caballos de guerra mordían los hombros de los orcos mientras éstos arrancaban las entrañas de los caballeros que caían de sus caballos.
- ¡Muere! ¡Kuaaagh, muere ya!
- ¡Kupurahala!
Ya fueran humanos o demonios, no importaba quien estuviera arrancando carne con sus dientes. Las armas fueron arrojadas al suelo. El agudo zumbido del metal cayendo al suelo adormecía los oídos de quienes podían oírlo. Bajo las órdenes de una reina, un Señor Demonio y, sobre todo, el deseo de preservar sus propias vidas, hasta el último soldado luchó desesperadamente. En este reino donde la gente se estaba volviendo ciega y sorda.
- ¡Mantengan sus posiciones! Kuh, ¡no rompan la formación!
- ¡No descansen y sigan avanzando! ¡A la carga! ¡Por la gloria de Bretaña!
Los caballeros terminaron rompiendo la formación de lanceros. A la cabeza iba Milianne de Nazaire, una maestra de la espada. La caballera rubia hizo girar su glaive como un molino de viento. La cabeza de un orco volaba por los aires cada vez que el aura dorada de su arma cortaba el aire.
- ¡Hombres, síganme!
15 caballeros siguieron el camino que el maestro de espadas había abierto. El camino, que parecía que sólo dejaría pasar a 1 o 2 personas a la vez, se ensanchó al instante. Una vez que los 15 caballeros lo atravesaron, docenas de tropas más se abrieron paso, aumentando finalmente a cientos.
La línea de defensa del ejército del Señor Demonio había sido traspasada. Los sentimientos de alegría y tristeza se mezclaron.
- ¡Sí, eso es! ¡Caballeros Reales! ¡Mantened la carga!
- ¡Maldición! ¡Debemos recuperarnos por cualquier medio necesario!
Coincidentemente, Henrietta y Zepar gritaron al mismo tiempo. La Reina y el Señor Demonio se levantaron y blandieron sus armas bruscamente. Sin embargo, en este momento cuando la lanza más fuerte y el escudo más fuerte chocaron, la Diosa había tomado claramente el lado de la lanza. La línea de defensa estaba partida por la mitad. Por un momento, los lanceros de una sección fueron masacrados. Los caballos saltaron fácilmente las profundas trincheras que se habían cavado. Cientos de soldados de caballería llegaron como una presa que se había roto.
Sucedió justo cuando la Reina Henrietta sentía que su victoria era inminente. Laura de Farnese sonrió.
- Segunda y tercera líneas de defensa. Déjenlos pasar.
La orden de la Subcomandante fue inmediatamente transmitida a los otros comandantes. A diferencia de la primera línea de defensa a cargo de Zepar, la segunda y tercera líneas no tenían trincheras. Simplemente consistían en varias capas de lanceros. Los 2 comandantes a cargo de estas líneas respectivas levantaron sus bastones.
- Hombres, abran paso.
- Háganse a un lado para los caballeros.
Paimon y Marbas. Estos 2 comandantes no eran excepcionalmente hábiles dando órdenes. En ataque, eran peores que Beleth y Sitri, y en defensa, peores que Zepar. Sin embargo, Paimon y Marbas poseían 2 ventajas absolutas que la mayoría de los demás Señores Demonio no tenían.
- ¡Kuhurub!
- ¡Keruru, keruk!
El hecho de que eran Señores Demonio de alto rango. El primero de rango 5 y la segunda de rango 9. Como mucho, Dantalian era capaz de transmitir su voluntad a unas pocas docenas de demonios a la vez. Sin embargo, estos 2 Señores Demonio eran capaces de comandar libremente a miles. Sin necesidad de un enviado ni de ninguna orden especial, podían hacer que grandes grupos se movieran.
La segunda ventaja era el hecho de que contaban con la confianza absoluta de sus soldados. Paimon y Marbas nunca habían abandonado a sus tropas. Incluso cuando sus líneas de suministro estaban cortadas y sus ejércitos se morían de hambre, e incluso cuando estaban aislados en territorio enemigo y tenían que seguir marchando a toda costa, los 2 comandantes experimentaron estas penurias junto a sus soldados. Los verdaderos líderes demuestran su valía con hechos y no sólo con palabras. En este sentido, puede que Paimon y Marbas no tuvieran un talento táctico excepcional, pero sin duda eran líderes dignos de confianza de la raza demoniaca. Una confianza absoluta en la que los soldados obedecían cualquier orden que se les diera sin dudarlo ni un segundo.
Utilizando estos 2 factores, los comandantes de la legión eran capaces de cumplir espléndidamente las órdenes que se les daban.
- ¡...!
La segunda y tercera línea de defensa se abrieron como el Mar Rojo. La orden de caballeros mantuvo su ímpetu mientras continuaban avanzando. Si se detenían allí, entonces los lanceros enemigos los rodearían. Los Caballeros de la Rosa Verde avanzaron directamente hacia el cuartel general enemigo.
- ¡No! ¡Es una trampa!
Henrietta gritó con urgencia mientras los veía avanzar. Los generales a su alrededor inclinaron la cabeza. Para ellos, parecía que la formación enemiga se estaba rompiendo naturalmente porque estaban intimidados por los caballeros.
- Alteza, su carga ha tenido éxito. ¿Sus líneas de defensa restantes no están huyendo? Si masacramos su cuartel general y atacamos su cabeza de puente, entonces...
- ¿Cómo es que su movimiento parece como si estuvieran huyendo? ¡Dale a Nazaire la orden de retirada inmediata! ¡Deben retirarse aunque sufran algunas pérdidas!
La Reina Henrietta podía ver a través de los movimientos del enemigo a pesar de que los estaba observando desde la distancia. Además, aunque no conociera el plan del enemigo, sabía instintivamente que debían retirarse.
- Su Alteza, le pido disculpas, pero... Un hechizo antimagia nos impide comunicarnos con ellos.
Sin embargo, darse cuenta de algo no le dio la victoria.
- ¿Qué? ¿De qué estás hablando? Se están disparando hechizos por todo el aire.
- Me disculpo. Parece que sólo los hechizos de comunicación han sido bloqueados.
Henrietta frunció las cejas.
- Lanzaron un hechizo antimagia lo suficientemente poderoso como para cubrir un área entera... ¿pero eligieron bloquear sólo los medios de comunicación?
- Sí, Su Alteza.
- ¿Quién haría algo tan ineficiente?
La boca de Henrietta se abrió lentamente. Rápidamente se volvió a mirar el campo de batalla.
- ¿Desde el principio...?
Henrietta agarró su bastón con fuerza. Si iban a usar un hechizo antimagia, entonces también podrían bloquear un número variado de hechizos y no sólo cosas relacionadas con la comunicación. Si iban a bloquear hechizos de todos modos y dedicar una parte de su poder mágico a ello, ¿entonces no sería más eficaz bloquear más hechizos?
En cualquier caso, el enemigo optó por bloquear sólo la comunicación. Como si estuvieran intentando atraer a una presa de aspecto apetitoso hacia sus garras. Al otro lado, una chica rubia y un hombre alto se encontraban en el cuartel general de la base del Señor Demonio. Entre los 2, la humana llamada Laura de Farnese levantó su mano derecha.
- Caballeros de la Muerte. Bloqueen su carga.
En ese momento, 400 espadas surgieron del suelo.
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