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martes, 17 de junio de 2025

BC - Volumen 2 Capítulo 64

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Volumen 2 Capítulo 64
Nos Vemos Otra Vez
Traducción y corrección: Radak
Edición: Radak, Sho Hazama
La noche anterior a su partida, la escena era un caos organizado. Había objetos alineados o esparcidos por toda la habitación. La atmósfera estaba tensa por la anticipación mientras Xiulan miraba el trozo de piedra plano que tenía en la mano. “¡Resultó bastante bien, si se me permite decirlo!” Decretó Yun Ren, recostándose y asintiendo con orgullo. Se pasó una mano por la frente sudorosa. Xiulan solo pudo asentir, mientras miraba su propio rostro sonriente. Había otra pieza, la gemela de esta, colocada en la pared y exhibida de manera destacada. El Maestro Jin había estado espectacularmente feliz con este desarrollo, elogiando a Yun Ren hasta que se sonrojó de vergüenza. Le había pedido a Yun Ren cualquier pieza que estuviera dispuesto a dar, para que pudieran exhibirse con orgullo en la casa. Parecía como si todos los sueños del hombre se hubieran hecho realidad a la vez. "Gracias", dijo con seriedad, mientras Yun Ren solo asentía. “No sé cuánto durará. Creo que… ¿Menos tiempo si está a la sombra, más tiempo si recibe luz regularmente? Aún no está perfecto. Ya tuve que renovar uno de ellos." Distraídamente, se tocó con la lengua uno de sus dientes ligeramente demasiado afilados. ¿Algún tipo de despertar de linaje, tal vez? Su historia sobre el zorro que había compartido la noche anterior apuntaba a eso. Ella miró hacia donde Tigu estaba sentada sobre sus rodillas, con el rostro atento, mientras el Hermano Menor examinaba su arco antes de dejarlo a un lado. El Maestro Jin entrecerró los ojos y miró a Tigu. “¡Ropa interior!” exigió el Maestro Jin, y la niña levantó un conjunto de vendajes y telas blancas simples, como un soldado sosteniendo su espada o armadura para inspección. El Maestro Jin asintió y la niña los guardó en su bolso. “¿Camisas?” Preguntó. Tigu sonrió ampliamente mientras dejaba que la prenda doblada se abriera a propósito para revelar el símbolo en la espalda. La miró con orgullo antes de doblarla con cuidado. Era igual al que tenían todos ellos. Y aunque Xiulan no podía usarla en el torneo... Se sintió conmovida de que su Hermana Mayor le hubiera dado una. “¡Bien! Siempre preparamos el equipaje la noche anterior y luego lo comprobamos por la mañana para asegurarnos de no olvidar nada”, dijo. "Y siempre necesitas más suministros de los que crees", afirmó Bi De desde su posición en el hombro del Maestro Jin. Tigu asintió rápidamente, la determinación brillaba en sus ojos. La Hermana Mayor entró rápidamente, cargando un montón de cosas y con una gran sonrisa en su rostro. “¡Está bien! Ungüento para quemaduras, ungüento para moretones, hilo para suturar heridas, algunas hojas secas de hierbas espirituales...” Enumeró las cosas, separando los ingredientes en pequeños kits, incluidas las hierbas espirituales que una vez habían curado a Xiulan. “Esta es tuya”, le dijo la Hermana Mayor, depositando el botiquín médico sobre la mesa. Xiulan le dio las gracias mientras sostenía el regalo. Volvió la mirada hacia donde los demás seguían sentados junto a la puerta. Les habían dado muchas cosas para su viaje: trigo y arroz, verduras y jarabe de arce. Y el Maestro Jin había intentado darle más. Sus labios se curvaron en una sonrisa cuando Meiling finalmente terminó de recitar la lista de Tigu. "Y creo que, con esto, es hora de ir a dormir", afirmó el Maestro Jin. "Tienen que levantarse temprano y recorrer un largo camino.” Se escucharon murmullos de acuerdo por parte de los discípulos y deseos de un buen sueño. Ella subió las escaleras hacia la ha—hacia su habitación. Al abrir la puerta, miró a su alrededor. Todavía tenía que empacar. La habitación se había llenado un poco más de lo que esperaba cuando llegó a vivir aquí. Había llegado con regalos y la ropa que llevaba puesta. Ahora había una gran cantidad de cosas reunidas de su tiempo aquí. Tendría que empaquetarlas todas para poder llevarlas de regreso a su secta. Sonrió al ver los objetos esparcidos por la habitación. Había un pergamino de acupuntura que le había dado la Hermana Mayor. Ella explicaba lo que estaba haciendo mientras trabajaba en el cuerpo de Xiulan y, a estas alturas, Xiulan podía seguir la conversación. A continuación, encontró una pupa de escarabajo que le había regalado Xian y que estaba completamente intacta. La había entretenido contándole una historia sobre cuánto tiempo le había llevado encontrar una buena. Pasó los dedos por el gran cuerno y lo siguió hasta el tallado de un helecho desplegado. Cuando le preguntó a Tigu al respecto, la niña había fingido no saber de qué estaba hablando, pero claramente se había dedicado tiempo a hacerla tan realista. Había una flor prensada, la primera que había cultivado con las técnicas del Maestro Jin. Ella sonrió ante los trozos de papel sobre la mesa áspera: los intentos de poesía del hermano menor Gou Ren. No iba bien, por decir lo menos. ¿Podría haber habido alguna mejora? Tal vez. Ella sacó una nuez de la bolsita que le había dado Chun Ke y se la metió en la boca antes de enrollar con cuidado otros objetos. Había una pluma de Bi De, brillante y vibrante. También encontró una escama de dragón, junto con una nota en la que le pedía que trajera cosas sabrosas. Mientras recordaba su tiempo en la Fa Ram, sus manos se movían, preparando cada objeto con cuidado. Las imágenes fluían por su mente... Una bola de barro arrojada hacia ella. Ha Qi de campo. Hamburguesas. El brillante sol de verano en su rostro, calentando su cuerpo. Picnics con la Hermana Mayor. Alborotando el cabello del hermano menor. Hasta que sus manos dejaron de moverse. Miró a su alrededor y la mañana de verano se había convertido en noche y lo único que le quedaba era una habitación vacía. Todo lo que quedó fueron las cosas con las que ella había venido aquí. Lentamente, Xiulan se puso su vestido de seda, que lucía por primera vez en meses. Se sentía un poco extraño en su piel después de todo el tiempo que había usado ropa de un estilo más sencillo. La pieza extravagantemente cara, reparada hacía mucho tiempo. Prueba de su estatus. Recogió los hilos de oro, que habían sido diseñados para que parecieran briznas de hierba, y los tejió en su cabello. Estaban hechos del oro más puro y eran muy diferentes de las coronas de flores que se marchitaban o de los sencillos lazos de tela, demasiado pequeños para tener otro uso. Y aun así... No era incómodo, como esperaba que fuera después de un verano sin él. Giró hacia el disco bruñido que había en su habitación y se quedó mirando su reflejo. Todavía se parecía a ella. Ella negó con la cabeza, luego se quitó la ropa rica y volvió a ponerse su ropa de dormir. Tomó sus bolsos y salió de su habitación, entró en el silencioso pasillo y bajó las escaleras para colocarlos junto a la puerta. Los colocó cerca de los otros cuatro paquetes, tres grandes y uno pequeño. Resopló, ya que todos tenían un pequeño toque agregado por la Hermana Mayor. Parches de un gato, un mono, un zorro y una rata. Se giró y subió al tejado, por última vez… Y lo encontró ya ocupado. El Maestro Jin, con un gallo en su hombro. No dijo ni una palabra. Él le sonrió y golpeó ligeramente su tetera con la mano.
❄️❄️❄️
Se reunieron afuera esa mañana, delante de la puerta. "Sí, hablaré con Biyu por ti, ¿de acuerdo? Vamos a parar en la ciudad, esa es la mejor ruta, antes de continuar", dijo Yun Ren mientras él y el Maestro Jin se tomaban los antebrazos y se abrazaban. "Gracias. Creo que iré por allí muy pronto. Solo tengo un par de cosas más que hacer aquí primero", dijo, antes de soltar al hombre para que la Hermana Mayor pudiera darle su propio abrazo. Él sonrió mientras abrazaba a Tigu, la niña saltaba emocionada. Le alborotó el cabello y la niña le devolvió la sonrisa. “Escucha a Xiulan, ¿de acuerdo?” Dijo, y Tigu asintió. El corazón de Xiulan se le subió a la garganta por un momento ante la confianza que habían depositado en ella. “Esta Cai Xiulan jura por su propio nombre que los traerá de vuelta sanos y salvos”, entonó, con los ojos y el corazón fijos cuando él se detuvo frente a ella. Tenía las manos entrelazadas en el tradicional gesto de respeto. (Radak: Xiulan, Xiulan, esa es una enorme bandera de muerte…) El Maestro Jin asintió solemnemente. Xiulan dejó escapar un sonido terriblemente indigno cuando dos brazos fuertes la rodearon. Su cuerpo se puso rígido y su rostro se sonrojó. Luego, la abrazaron como a los demás. "Vuelve tú también sana y salva", le dijo en voz baja. Parte de la tensión que sentía en su interior se disipó. Poco a poco, ella le devolvió el abrazo. Se quedó mirando la expresión de la Hermana Mayor. Ah. Su esposo acababa de abrazar a otra mujer delante de ella. Era terriblemente inapropiado... Y, sin embargo, era muy propio del Maestro Jin. Ella era lo suficientemente alta como para mirar por encima de su hombro la expresión perpleja de la Hermana Mayor. Ella se acercó mientras el Maestro Jin se dirigía hacia Gou Ren, ambos dándose palmadas en la espalda. La Hermana Mayor abrió los brazos y Xiulan la complació, envolviendo a la mujer más pequeña. Xiulan le sonrió a la hermana Meiling. “Nuestra casa siempre está abierta para ti,” dijo mientras se tomaban de la mano. Xiulan sintió que el calor la inundaba—“Nuestra cama también.” Las cejas de la otra mujer subieron y bajaron. Se desplomó mientras Meiling comenzaba a reírse a carcajadas. Luego la atrajo hacia abajo para darle un beso en la mejilla. “¡Lo haces demasiado fácil!” Ella dejó a Xiulan haciendo pucheros mientras abrazaba a Gou Ren y frotaba la parte superior de la cabeza de Ri Zu. Los discípulos se despidieron de ella por turno. Un dragón, que le guiñó el ojo con complicidad. Un jabalí, que resoplaba felizmente mientras ella le rascaba la cicatriz que le atravesaba la cara. Una cerda, que le hizo un gesto cortés y digno con la cabeza. Una serpiente y una coneja que le ofrecieron asentimientos. El gallo, alto y orgulloso, pasó su pico por el pelaje de Ri Zu y luego aleteó hasta el poste de la cerca. “Adiós”, ella dijo, mientras todos se despedían con la mano. “Nos vemos pronto”, respondió el Maestro Jin. Ella se dio la vuelta y empezaron a caminar por la calle. Casi marchando, como si estuviera en una misión… Pero entonces una chica de cabello naranja se lanzó hacia adelante, prácticamente saltando, mientras Ri Zu se sentaba sobre su cabeza, chillando de acuerdo. “¿Por dónde, por dónde? Por aquí, ¿no?” Preguntó. “¡No puedo esperar a verlo!” El hermano menor suspiró. “Vaya, va a ser una molestia”, murmuró, antes de alargar el paso. Yun Ren se rio y sacó su cristal grabador. Lo examinó por un momento antes de comenzar a correr para alcanzar a su hermano y a Tigu. Xiulan carcajeó. Sus pies resonaron por el camino mientras alcanzaba al dúo que se peleaba y al que los estaba grabando.

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