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lunes, 23 de junio de 2025

DH - Capítulo 334

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Capítulo 334
El Ignorante no Siente Miedo (IV)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Un asistente que no daba abasto subió apresuradamente al segundo piso, pero al ver la situación en la sala, astutamente decidió retirarse de inmediato. Ricardo hizo un leve gesto, y entonces la iluminación de la sala de banquetes se atenuó. Una miríada de luces de velas pareció iluminarse al mismo tiempo, y entonces comenzó el sonido de la música. El melodioso violín y el sombrío violonchelo formaban un hermoso ambiente nocturno. Bajo la alegre música, trajeron 2 copas de vino de aperitivo y, al mismo tiempo, una gran flor de rosa. Se trataba de una rosa antigua, original, que nunca había sufrido el más mínimo cambio genético. En esta época de agitación en la que había radiación por todas partes, no hacía falta decir lo caro que era un tallo de una planta pura y original. El vino y la rosa se colocaron frente a la cara de la mujer, que inmediatamente perdió el color. A su lado, incluso una rosa palidecía en comparación. Sólo que, si uno la miraba un poco más, se daría cuenta de que la expresión de su rostro no cambiaba en lo más mínimo, igual que la de una estatua. Un escultor hábil podía hacer que su obra pareciera poseer vida, mientras que esta belleza viviente en cambio sólo desprendía una sensación fría y mecánica, como un trozo de acero sin vida. - Mi querida señorita Helen, es un honor volver a encontrarme con su distinguida persona. Me pregunto si este ambiente le produce alguna satisfacción. La actitud y el tono de Ricardo eran totalmente acordes con los de la nobleza de la época antigua. Sin embargo, lo lamentable era que aquella cena extravagante y romántica, capaz de conmover el corazón de la mayoría de las mujeres de la Ciudad Dragón, no parecía muy eficaz con ella. A lo cual Helen respondió sin entusiasmo. - Sabré si es satisfactoria después de comer. ¡Pa! Ricardo chasqueó los dedos, y entonces comenzó oficialmente la cena, tan deliciosa como copiosa. Cuando Helen cogió el cuchillo y el tenedor, Ricardo se sintió un poco despistado. ¡No se atrevía a creer que realmente hubiera conseguido llevar a Helen a una cita! El cuchillo y el tenedor de plata bailaban graciosamente en las manos de Helen. Sus movimientos eran extremadamente elegantes, pero lo que era aún más digno de mención era su precisión. Cada movimiento se hacía sin el menor derroche de fuerza, y las trayectorias que tomaban equilibraban tanto la etiqueta como la distancia. Luego, mantenía su porte perfecto mientras se llevaba la comida a la boca del modo más eficiente. Helen comía rápido, rápido hasta el punto de que los platos casi parecían no poder alcanzarla, y casi no había tiempo para hablar, porque su boca nunca se había quedado vacía. Sin embargo, incluso el supervisor que había trabajado en este restaurante durante más de 20 años consideró que, aparte de comer un poco demasiado rápido, le resultaba difícil distinguir algo que fuera inusual. Ricardo no tenía ningún interés en los manjares culinarios que tenía delante y se limitaba a observar a Helen en silencio. Originalmente había preparado innumerables palabras de amor y muchos poemas para ganarse el corazón de Helen durante esta hermosa velada, pero cuando realmente se sentó frente a ella, de repente se dio cuenta de que en realidad no podía decir ni una sola palabra. Cada uno de sus movimientos le causaba una gran conmoción. Cuando Helen terminó el postre, a Ricardo sólo le quedaba una copa de vino tinto, y ni siquiera la había tocado. Los platos que fueron sacando uno tras otro los retiró de nuevo, sin tocarlos. Cuando vio que Helen se rozaba suavemente los labios con la servilleta blanca como la nieve, Ricardo despertó por fin de su despiste. - Mi querida Helen, ¿ha sido satisfactoria la comida de esta noche? Puesto que Helen aceptó la invitación de esta noche, le pareció que ya podía añadir un pequeño prefijo antes de su nombre. Helen habló sin ningún cambio de expresión o tono. - No sé nada sobre el sabor. El valor calórico parece relativamente bajo. Ricardo no fue el único; ¡incluso el viejo supervisor del restaurante se estremeció ante las palabras de Helen! El viejo supervisor se sentía orgulloso de su trabajo, por lo que sentía resentimiento ante el hecho de que toda su noche de meticuloso cuidado hubiera sido completamente desatendida. Mientras tanto, Ricardo estaba profundamente encaprichado con el estilo único de Helen. Limpió con gran dificultad su mente desordenada y caótica, miró a Helen y luego dijo con voz extremadamente seria. - Helen, ¡creo que ya me he enamorado de ti! Helen dobló ordenadamente el mantel de la comida sobre la mesa, y luego miró a Ricardo antes de decir con indiferencia. - Entonces puedo decir con certeza que tus gustos son realmente únicos. Una débil vena empezó a abultarse en la frente de Ricardo. - Entonces, ¿cuáles son los gustos normales? Helen respondió sin la menor duda. - Por ejemplo, Su, me trata como a una pieza helada de equipo médico. Es la preferencia normal que debe tener un varón. - ¡Entonces sólo seré un hombre anormal! Dijo Ricardo con voz encapotada. - El precio de la anormalidad es grande. Helen reveló un atisbo de sonrisa. Su sonrisa parecía una porción de una máquina.

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