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lunes, 23 de junio de 2025

DH - Capítulo 335

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Capítulo 335
El Ignorante no Siente Miedo (V)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
- ¿Y qué precio es ése? Ricardo parecía tranquilo. Aunque la conversación no se estaba desarrollando como él había previsto, seguía sin estar mal. Mientras Helen estuviera dispuesta a plantear un requisito, entonces no sería demasiado difícil de tratar. Ella no respondió. En ese momento, entró un robusto hombre negro. Varios camareros trataron de detenerlo, pero con sólo un movimiento de sus manos, estos jóvenes camareros cuyos cuerpos no eran realmente débiles fueron enviados volando varios metros, aterrizando pesadamente en el suelo. Caminó hasta un lado de la mesa del comedor y se colocó detrás de Helen. Cruzó las manos detrás de sí y luego se mantuvo perfectamente erguido como una espada. Cuando vio que Ricardo dirigía su mirada hacia él, el hombre negro esbozó de pronto una gran sonrisa, mostrando una boca llena de dientes blancos como la nieve. Sonrió hacia Ricardo. El cual recordó inmediatamente quién era aquel hombre negro. No pudo evitar gritar. - ¡Teniente Comandante Lynch! Al ver que Ricardo le reconocía, Lynch sonrió aún más feliz. Su boca llena de dientes blancos parpadeaba con deslumbrante resplandor. Un mal pensamiento surgió del fondo del corazón de Ricardo. ‘¿Por qué aparecido Lynch aquí? ¿No será que Helen ya lo había aceptado?’ Justo cuando Ricardo sentía que el corazón se le iba a romper en pedazos, Helen dijo por fin. - Los gustos de Lynch son un poco más extraños que los de un hombre corriente, pero no son tan singulares como los tuyos. Ahora mismo, puedes observarle detenidamente y ver qué precio tendrás que pagar. ¡Lynch! - ¡Sí! ¡Jefa! Lynch respondió en voz alta. Dio un gran paso hacia un lado y se puso al lado de Helen. Sus manos aún descansaban detrás de su cuerpo, y todo su cuerpo se puso recto. Parecía el más elitista de los soldados. Helen extendió su mano derecha. Sus dedos finos, largos y pálidos golpearon ligeramente la mesa del comedor. Sólo este movimiento hizo que a Ricardo se le secaran la boca y que su cuerpo produjera una reacción fisiológica poderosa e insoportable. Sin embargo, su piel también era bastante gruesa, por lo que no le importó que los camareros vieran este extraño cambio. Sin embargo, lo que hizo que sus ojos se desorbitaran fue que la entrepierna de los pantalones de combate de camuflaje de Lynch se abultó en lo alto, ¡haciéndose tan imponente como una pequeña montaña! La primera reacción de Ricardo fue que, inesperadamente, ¡él mismo no podía vencer a este negro! La segunda reacción fue, ¡¿podría ser que Helen estuviera interesada en este tipo porque su cosa era lo suficientemente grande? La ira volvió a surgir de forma insuperable. Helen volvió a golpear la mesa, y entonces Ricardo sintió como si un cubo de agua fría le salpicara la cabeza. Toda su lujuria desapareció inmediatamente sin dejar rastro. Lo que le dejó estupefacto fue que la respuesta de Lynch fue inesperadamente tan rápida como la suya. Los ojos de Ricardo miraron por fin a Helen. Esta vez, había una conmoción inconcebible en sus ojos. - He ajustado su composición genética para que su reacción esté completamente bajo mi control. Para evitar problemas y preocupaciones innecesarias... sólo fue una operación menor. - Entonces, yo... La voz de Ricardo se volvió un poco seca y áspera. - Lo mismo. Helen le contesto, se levantó, y luego le agradeció por la cena antes de darse la vuelta y disponerse a marcharse. Ricardo se levantó de repente de un salto. Agarró a Helen del brazo y, casi a gritos, le dijo. - ¡Helen! Lo digo en serio. Bajo la mirada helada de Helen, Ricardo sólo pudo sentirse decepcionado. Con Lynch aquí, no tenía forma de obligar a Helen a hacer nada. Y aunque él no estuviera aquí, la escena de hace un momento demostraba que no era tan débil e impotente como parecía a primera vista. Lo que dejó a Ricardo bastante sorprendido fue que, cuando se disponía a bajar las escaleras, Helen se detuvo de repente. Lanzó una mirada a Ricardo y luego preguntó con voz apagada. - Si hay necesidad, ¿puedo pedirte ayuda? Ricardo se quedó primero estupefacto, y enseguida sus ojos empezaron a arder furiosamente. Habló con extrema concisión. - ¡Puedes hacerlo! Helen asintió. Luego bajó junto a Lynch y salió del restaurante. Sólo transcurridos unos minutos, Ricardo levantó bruscamente el puño, ¡soltando un extraño grito! Por la carretera que conducía al hospital privado de Perséfone, un todoterreno de aspecto bastante destartalado circulaba a una velocidad que no era ni rápida ni lenta. El todoterreno no encendió sus luces, porque para Lynch, el conductor, la débil iluminación de la noche ya era suficiente. Condujo el vehículo, echando de vez en cuando una mirada a Helen, que estaba profundamente perdida en sus pensamientos. De repente preguntó. - Jefa, ese joven es bastante listo. Puede que sea capaz de ver que tu distinguido persona sólo quería utilizarle. - Ya se ha dado cuenta. Helen le respondió con indiferencia. Y Lynch estaba claramente sorprendido. - Entonces, ¿por qué seguía tan excitado? - Es extremadamente seguro de sí mismo, confía en que puede cambiar mi actitud. Por eso lo único que necesitaba era una oportunidad. Lynch comenzó a reír, mostrando su boca llena de dientes blancos como la nieve. - ¡Delante de la jefa, todos los tipos seguros de sí mismos morirán de forma extremadamente miserable! Sin embargo, la manera de hacer las cosas esta noche no parece ser tu estilo. - ¿Mi estilo? Helen se rio. Su sonrisa era tan precisa y maquinal como antes, como si cambiara de una pose esculpida a otra. - Realmente no es mi estilo. Sin embargo, creo que pronto necesitaré su ayuda. Lynch también estaba un poco desconcertado, pero poco después, echó todas las dudas al fondo de su mente. Desde su perspectiva, si se trataba de un problema que ni siquiera su jefa podía resolver, entonces era aún más inútil que se preocupara por ello.

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