Capítulo 436
El Orgullo de Existir (VIII)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
Me preparé para escuchar las últimas palabras de Barbatos. Dijera lo que dijera, sabía que nunca lo olvidaría. No sólo las palabras en sí, sino el matiz, el aliento y la emoción entretejidos en sus palabras permanecerían conmigo. A partir de ahora, Barbatos se convertirá en alguien que sólo habla y hace gestos en mi mundo. Aunque esperaba que sus palabras fueran sólo maldiciones y su gesto un intento de asfixiarme, no importaba. El hecho de que aún pudiera ver a Barbatos, incluso en esa forma, podría considerarse una forma de suerte. O, ¿significa eso que tendría que aceptar la presencia de mis fantasmas...? Todo un dilema.
Barbatos y yo intercambiamos una mirada silenciosa.
En mi época más sucia que el barro, sólo Barbatos brillaba con luz propia. Un Señor Demonio es como el polvo que se posa ligeramente en el suelo. Puede perderse fácilmente si uno se vuelve descuidado. Ser capaz de sentir las emociones de los demás no es una bendición, sino una maldición. Ni siquiera puedo estar seguro de si mi propio corazón es realmente mío...
Probablemente habría sido más normal vivir una vida caótica de juego y alcohol como hizo Andromalius. Pero entre todos los Señores Demonio, Barbatos destacaba con un sentido de sí mismo increíblemente firme. Cada palabra que pronunciaba parecía una sinfonía de victoria, resonando sin cesar como diciendo “Soy Barbatos”. Me pareció hermosa. Fue casi amor a primera vista.
¿Qué me hace diferente de ti, Barbatos? Aún me cuesta entenderlo. Cuanto más te esfuerzas por ser ella, más se convierte tu existencia en un himno a ti mismo, extendiéndose como fuegos artificiales por el cielo nocturno. Pero, ¿por qué cuanto más intento ser yo mismo, cuanto más me esfuerzo por mantener las cosas que me he impuesto, más parezco perder lo que soy?
Barbatos, te pregunto con las lágrimas más profundas ¿Por qué la vida es para ti una victoria y una bendición? ¿Por qué la nada es mi última parada? No te amo tanto como te admiro. Más que nada, anhelaba vivir como tú. Te pido que comprendas que siempre he sido un extraño. No soy alguien a quien se le permitiera habitar en este mundo, por lo que tuve que demostrar mi existencia con mis propias acciones. Sin embargo, lo primero que hice al entrar en este mundo fue asesinar. Y después, ¡masacrar! A partir de ese día, mi vida se dedicó exclusivamente a justificar esas atrocidades iniciales. En otras palabras, no tenía otro camino que seguir que el de vivir como un villano. Barbatos. Por favor. Barbatos.
Y entonces, se arrodilló suavemente. No hubo palabras. Ni gestos ni miradas extraordinarias. Barbatos se limitó a mirarme por última vez y, con un movimiento totalmente ordinario, bajó la cabeza. Me quedé mirándola, y entonces caí en la cuenta. Sin una última palabra. Barbatos quería morir sin dejar ninguna última palabra. Porque se había dado cuenta de que yo podía ver fantasmas. Porque sabía que cualquier palabra que pronunciara se convertiría en una maldición para mí, Prefirió morir en silencio. El shock paralizó todo mi cuerpo.
Esto no puede ser. Hay cosas que querrías preguntarme ahora mismo. Podrías preguntarme si te quiero. Tienes todo el derecho a querer preguntármelo. No, como mínimo, debes estar muriéndote por preguntar qué fue de tus subordinados, los Señores Demonio de la Facción de las Llanuras.
¿Qué tal una última palabra en lugar de una pregunta? ¿Un último deseo? Barbatos, este es tu final. Es imposible que alguien como tú, que ha vivido miles de años, deje este mundo sin decir nada. Seguro que hay sentimientos enterrados en tu pecho, emociones que no podrían expresarse ni con miles de palabras o frases. Resentimiento y gratitud. Maldiciones. ¿Renunciar a todo eso...? ¿Simplemente para evitar dejar una maldición sobre alguien como yo? Sólo por eso, ¿elegirías el silencio por encima de todo por lo que has vivido?
- ¡No bromees conmigo!
Fue un grito que salió sin querer, pero también lleno de sinceridad. Mi cuerpo ya había escapado a mi control. Mi mano se movió sola, tirando del pelo de Barbatos. Y entonces me di cuenta de otra cosa. Ella tenía los ojos cerrados. La razón era sencilla. Lo hacía para evitar lanzarme una última mirada. La ira aumentó aún más en mi interior mientras acercaba su cara.
- ¡Mírame a los ojos y deja tus últimas palabras!
Le di una bofetada. Sin embargo, ella no se inmutó en absoluto. Los ciudadanos de la plaza, quizá confundiendo esto con una breve escena de tortura, celebraron ruidosamente. Seguí pisándole el pie y golpeándole la mejilla hasta que abrió la boca, hasta que por fin abrió los ojos. Cuanto más continuaba la violencia, mayor era la excitación en la plaza. Sin embargo, en marcado contraste, parecía como si ella y yo estuviéramos separados del resto del mundo. Los gritos y aplausos de la multitud se hicieron más tenues, hasta que casi no se oía nada a mi alrededor.
Barbatos se río.
- Jaja. Es mil años demasiado pronto para que intentes mentirme, Dantalian.
- ¿Mentirte? ¿Qué tonterías estás diciendo?
Barbatos abrió sutilmente los ojos y me miró.
- Paimon. Dijiste que le apuñalaste el cuello a propósito para evitar que dejara un largo mensaje, ¿no? Descuidado. Si pensaste que podías engañarme con un truco tan absurdo, eres realmente un tonto. Era tan convincente que casi me lo creo. Pero cuando lo pensé detenidamente en mi celda, algo no me cuadraba. Si de verdad no querías oírla, deberías haberle cortado la cabeza inmediatamente, ¿no te parece? O podrías haber ordenado a tu pequeña guardaespaldas que matara a Paimon. En lugar de eso, dijiste esto: una vez en el cuello, otra en la espalda y otra en el cuello, clavaste la daga... ¿Qué puede significar esto? Muy sencillo. Dantalian, mataste a Paimon mientras la abrazabas. Es la única posición que lo permitiría. Pero espera. ¿Eh? ¿No es extraño? ¿Es sólo mi imaginación, o algo huele mal aquí?
- ...
Me temblaron los dientes. Sentía el sabor metálico de la sangre en la boca.
- ¿El hombre que supuestamente mató a Paimon rápidamente para evitar ser atormentado por alucinaciones, en realidad la abrazó fuertemente mientras la mataba? ¿Y ni siquiera le cortó la garganta? Dantalian, idiota, eso es una contradicción. No tiene sentido. Fue todo lo contrario, Dantalian. No apuñalaste el cuello de Paimon para evitar que hablara. Lo hiciste para escucharla lo mejor posible. Elegiste deliberadamente el método de asesinato que te permitiría traicionarla de la forma más humillante, escuchar la maldición más dolorosa y hacerlo todo desde el lugar más cercano posible. Ja. No me engañas. No soy una mujer tan tonta. Estoy en un nivel completamente diferente al de Paimon. ¿Crees que moriré como tú quieres? Idiota, escucha atentamente lo que voy a decirte.
Barbatos acercó su cara a la mía. Susurró con un suave aliento que contenía un atisbo de sonrisa.
- No te culpo... Yo soy la que confiaba en ti. Yo soy la que te quería. Soy la que te dio demasiado poder, dejándome abierta a la traición, e incluso soy la que te pidió matar a Paimon. Así que la muerte a la que me enfrento ahora es enteramente mi responsabilidad, Dantalian. No es por culpa de un hombre insignificante como tú.
Mientras me quedaba helado e incapaz de responder, Barbatos suspiró suavemente. Parecía que murmuraba “Realmente no tienes remedio”.
- Pero... está bien. Te dejo con esto. Lo siento, Dantalian... Lo siento.
‘¿Por qué se disculpa? ¿Qué es exactamente lo que está diciendo?’
- Ah...ugh... Ah...
Por alguna razón, mi visión se nubló. Los objetos ante mí se balanceaban débilmente. Si me demoraba más, se volvería peligroso. No sería capaz de matarla. No sería capaz de hacer lo que debo. Y entonces, perdería. Acabaría... enamorándome demasiado... de Barbatos.
No debo. No puedo permitirlo. Soy alguien que debe permanecer completamente atrincherado en el mal. No puedo usar mi amor, mi renuencia a matar, como excusa para huir de lo que debe hacerse. No debo mancillar las incontables vidas que he masacrado. No puedo justificarme ante ellas diciendo algo como “Yo también soy una persona corriente capaz de amar.”. No debo concederme la absolución.
- Idiota... ¿Qué estás haciendo?
Oí la voz de Barbatos a través de mi visión borrosa. Su voz salía como si rozara suavemente mis oídos. Incluso su voz contenía algo débil y vacilante.
- Date prisa y mátame, hijo de puta.
Esa sola frase me empujó hacia delante. Levanté mi espada. Era lamentable que no pudiera captar claramente su imagen final, pero no había otra forma. Tenía que matarla. Ahora mismo. Si no ocurre en este mismo instante, me será imposible hacerlo.
‘Yo, seré quien mate a Barbatos.’
Agarrando la empuñadura de mi espada desesperadamente, como si pudiera escaparse de mis manos en cualquier momento. Templando mis rodillas con todas mis fuerzas, aunque parecían a punto de derrumbarse bajo mí en cualquier momento. Apuntando a su cuello, golpearé sin vacilar para acabar con su vida.
Barbatos bajó la cabeza. En ese mismo momento, mi espada descendió.
Desde el principio, nunca debí haberte conocido. No, cuando los aventureros invadieron, debí simplemente rendirme y dejarme matar por un verdugo desconocido. Eso habría sido mucho mejor. Al menos, no te habría causado ningún dolor. Nunca debí haber nacido. Debería haberme suicidado antes de matar a otra persona... Pero no pude hacerlo. Quería vivir, aunque eso significara masacrar a otros. Y al vivir así, con el tiempo, me convertí en alguien que ya no podía permitirse morir, un ser para el que ya no estaba permitida la muerte sin sentido ni el suicidio.
Si realmente existe el infierno en este mundo, entonces, cuando llegue el momento, me confesaré contigo allí. Te pediré perdón. Así que, por favor, no me perdones a mí que ahora no puedo decirte lo siento.
Y con eso, bajé mi espada una vez más.
El sonido del metal chocando sonó. Mi mano derecha fue derribada. Un instante después, la gran espada de Baal dio una voltereta en el aire antes de incrustarse profundamente en el suelo. El dolor que irradiaba mi mano derecha distorsionó mi expresión. Apreté los dientes por el dolor y giré la cabeza hacia un lado con el ceño fruncido.
- Mis disculpas... Padre.
Daisy estaba agachada en una postura baja, mirándome en silencio. La miré con incredulidad antes de darme cuenta de la situación. Justo cuando estaba a punto de matar a Barbatos, Daisy me había dado una patada en la mano, haciéndome perder el agarre de la espada.
- ¿Cómo te atreves? Desdichada, ¿qué estás haciendo...?
Daisy me miró directamente a la cara. Sus ojos negros como el carbón no reflejaban nada más que a mí, completamente inquebrantables.
- He agonizado por esto incontables veces... Durante incontables noches, durante un inconmensurable lapso de tiempo, agonicé. La razón por la que me mantuviste con vida. La razón por la que no te he matado, y la razón por la que debo hacerlo. Qué elección es la correcta, y qué camino debo tomar... pensé en estas cosas una y otra vez... Ahora estoy segura.
Extendió la palma de la mano hacia la gran espada de Baal. La hoja, atraída por el maná de Daisy, entró en su agarre. Ella levantó la espada hacia mí.
Y la muchacha, con su pelo negro ondeando, declaró con resuelta convicción.
- Te detendré. Me llamo Daisy von Custos. Con cada pedazo de mi vida, Señor Demonio Dantalian, me interpondré en tu camino a partir de este momento.
Si encuentras errores déjanos las correcciones en un comentario abajo, servirán para mejorar la calidad de la serie.