Capítulo 438
Daisy (II)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
- Tú...
Me latía el corazón con violencia. El calor se apoderó de mi cabeza. La vista se me nubló con una intensidad abrasadora, e incluso la respiración se me escapó en ráfagas febriles.
Sólo un pensamiento surgió en mi mente. Laura, siempre con una sonrisa radiante. Confiada a menudo exasperada por todo, bostezando con una indecorosa expresión de aburrimiento, a veces retrocediendo horrorizada mientras me lanzaba maldiciones. Sin embargo, ni una sola vez se había negado a mis exigencias o deseos, declarándose siempre mi eterna compañera, mi soldadita.
- Lo siento, Señor... Lo siento... Te azotaron... por mi culpa...
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El recuerdo de aquella noche cuando Laura lloraba y gemía. La forma en que se aferraba a mí, repitiendo una y otra vez “Lo siento, lo siento”, como si algo dentro de ella se hubiera roto. Aquella noche, empapada de los colores sombríos de la tristeza empapada por la lluvia, llenaba cada rincón de mi mente.
- Tú... a mi Laura...
- La Ministra de Asuntos Militares siguió mis intenciones a la perfección. Gracias a eso, descubrí un fallo en la marca del esclavo. Aunque no pueda dañarte directamente a ti o a tus amantes, me di cuenta de que aún podía inducir sospechas, heridas y discordia interna directamente.
Daisy había destrozado a Laura sólo para descubrir eso. No, eso no era todo. Podía ver a través de su forma de pensar. Laura era la única a la que había permitido ser mi igual. En otras palabras, ella y yo habíamos ido más allá de una simple relación de señor y vasallo, nos tratábamos como amigos, como amantes.
Daisy quería romper esa única relación. Porque sólo así podría infligirme verdadero daño. Porque esa era la forma de acorralar mi mente, de llevarme a la desesperación.
Daisy confesó con voz distante.
- Fue como si hubiera vislumbrado un rayo de luz. La Ministra de Asuntos Militares me encerró en la prisión subterránea y me torturó durante días, durante decenas de días. Me dejó colgada de las paredes, dándome sólo unas gotas de agua cada día. Llamaba “comida” a la bazofia destinada a los cerdos y me obligaba a comerla. Pero incluso en esa situación, mi mente estaba más excitada que nunca.
Una pequeña y suave sonrisa apareció en los labios de Daisy.
- El tablero de apuestas entre Padre y yo era abrumadoramente injusto a tu favor. No podía hacerle daño, ni siquiera podía poner un dedo sobre sus amantes. Pero entonces, en una mesa de juego donde mi derrota estaba predeterminada, encontré una salida, una única vía de escape. Estrecha, terriblemente estrecha, pero sin embargo un cierto rayo de luz. Estoy segura de que debes entender mi alegría, mi éxtasis.
- ...
- En la oscura prisión subterránea, comiendo alimento para cerdos, vomitando por las náuseas, con la piel arrancada por el látigo... Incluso en medio de todo eso, pensaba “¿cómo podría explotar esta laguna? ¿Cuál sería la forma más segura de provocar tu ruina?”
El tono de Daisy era tan suave que casi podría describirse como felicidad. Un leve deleite coloreaba su voz. Una chica nacida humana, que se convirtió en la hija de un Señor Demonio, confesó tranquilamente sus crímenes.
- ¿Quizás fue al tercer día? Mientras veía a la Ministra de Asuntos Militares Farnese azotarme como a una loca, de repente me di cuenta. Un rayo recorrió todo mi cuerpo, haciéndome temblar. Y en ese momento lo comprendí todo. Supe exactamente lo que tenía que hacer.
Una probabilidad de 10 sobre 10. Un juego en el que la derrota de Daisy debía ser absoluta y, sin embargo, vislumbró la victoria.
- Fue casi vergonzoso, darme cuenta de que había olvidado momentáneamente algo tan simple. La mujer que se lamenta ante mí, la Ministra de Asuntos Militares Laura de Farnese, es la amante del Señor Demonio Barbatos, ¿no es así?
Se hizo el silencio entre nosotros. Pero no era un silencio nacido de la conmoción. Era el silencio que surgía de la brecha en la comprensión. Daisy había hablado con absoluta seguridad, como si dijera lo obvio. Sin embargo, yo era incapaz de comprender lo que quería decir. Mis labios se entreabrieron ligeramente, luchando por formar palabras. Al notar mi falta de reacción, volvió a hablar, con un tono divertido. Daisy inclinó ligeramente la cabeza.
- Hablo de Barbatos, padre. La Barbatos que está ante nosotros. Piénselo. Barbatos empezó de repente a presionarte un día. ¿No sentiste alguna vez curiosidad por saber el motivo? Por mucho que despreciara a Paimon, ¿no pensaste que un asesinato era excesivo?
Ante eso, Barbatos, que había permanecido en silencio hasta ahora, frunció las cejas.
- Tú... ¿qué estás...?
- Cállate.
En el momento en que Barbatos abrió la boca, Daisy bajó la espada. La hoja golpeó de lleno, clavándose directamente en el muslo de Barbatos. Ella gritó. Incluso los Señores Demonio de la Facción Neutral que rodeaban a Daisy se estremecieron ante el inesperado ataque. Daisy le lanzó una mirada fría e inexpresiva a Barbatos.
- Ahora mismo estoy hablando con mi padre. Esta no es una conversación para que un tercero la interrumpa.
- Tú... asquerosa...
- Sólo hay una respuesta permitida por tu parte, Barbatos. ¿Quién fue la que te advirtió que desconfiaras de Paimon?
Daisy retorció la gran espada que seguía clavada en el muslo de Barbatos. La hoja se clavó más profundamente, desgarrando sin piedad su carne. Ella se mordió el labio, tratando de reprimir sus gritos, pero un gemido de dolor seguía escapando de su garganta. Daisy chasqueó suavemente la lengua.
- ¿Eres incapaz siquiera de dar una respuesta adecuada? Qué mujer más inútil. Y pensar que te enamoraste de una desgraciada tan inútil, padre. Casi me avergüenzo de ti como hija.
Apreté los dientes con frustración.
- ¡Deja eso...!
Daisy hizo una leve mueca.
- Te estás contradiciendo otra vez, padre. ¿No acabas de decir que excluya a Barbatos de todas las órdenes? Es bastante desconcertante para mí averiguar qué orden debo obedecer. Pero está bien. Soy una hija obediente. Si lo deseas, aceptaré con gusto cualquier orden irrazonable.
Daisy retiró su gran espada. Sangre roja oscura brotó del muslo de Barbatos. Daisy se sacudió despreocupadamente la sangre de la espada, claramente desinteresada.
El ambiente era tenso. Era innegable que Daisy controlaba el espacio. Incluso los Señores Demonio de la Facción Neutral, que habían permanecido al margen, estaban ahora cautivados por su voz, observándola con una mezcla de cautela y curiosidad. Los ciudadanos de la plaza murmuraban entre ellos, pero observaban desde la distancia las audaces acciones de la intrusa.
‘Tengo que detener esto.’
Mis instintos gritaron una advertencia. Y entonces, los ojos negros azabache de Daisy se clavaron en los míos con una mirada aguda e inquebrantable.
- ¿Planeas detenerme aquí? No hay problema. Pero déjame aclararte algo. Si me detienes aquí, nunca sabrás cómo llegué a oponerme a la marca del esclavo. Si eso es aceptable, entonces por todos los medios, detenme.
- ¿Me estás amenazando?
Los labios de Daisy se curvaron en una sutil sonrisa.
- No es una amenaza. Es la verdad. Y decapitaré a Barbatos con mis propias manos. Tu amante más querida, asesinada no por ti, sino por manos ajenas. Nunca podrías soportar eso, ¿verdad?
Entonces, Daisy puso el pie sobre el muslo de Barbatos, presionando donde la gran espada lo había atravesado. Barbatos, con la sangre goteándole de los labios, ahogó un gemido de dolor.
- Responderé a la pregunta que esta mujer no pudo responder. Barbatos recibió una advertencia urgente de alguien. Una advertencia de que tuviera cuidado con el Señor Demonio Paimon, que, si las cosas seguían así, lo más probable era que ella acabara matándolo a usted, padre. Debido a esta advertencia, Barbatos tomó medidas para eliminar a Paimon.
‘Ah.’
- Quien dio esa advertencia fue Laura de Farnese, la Ministra de Asuntos Militares. La Ministra de Asuntos Militares ya desconfiaba del Señor Demonio Paimon. Era natural. Paimon tuvo muchos conflictos con usted, Padre. Pero ahora, el lugar donde tuvo lugar el intento de envenenamiento contra ti fue en la mansión del Gobernador de Batavia. La mansión de la República de Batavia, donde opera la Señor Demonio Paimon. ¿Realmente crees que la Ministra de Asuntos Militares descartó esto como una mera coincidencia? La Ministra de Asuntos Militares tuvo que idear urgentemente un plan. No había pruebas directas de que Paimon hubiera intentado asesinarte. Pero que no hubiera pruebas no significa que el amor de la Ministra de Asuntos Militares por ti fuera tan superficial como para no preparar ninguna contramedida. Ella ideó un plan de seguridad para bloquear a la Señor Demonio Paimon, preparándose para una situación de “qué pasaría si...”
Mi mente se sintió paralizada, como si hubiera sido alcanzada por un rayo. Me temblaba la mandíbula.
- Padre, el que se precia de ser el más listo del mundo, dígame. ¿Con quién crees que consultó Laura de Farnese?
- Esto es una tontería... Es imposible...
- La Señor Demonio Paimon es un ser poderoso. Quien pueda detenerla debe ser alguien tan fuerte como ella. Alguien que esté lo suficientemente cerca de Laura como para poder advertirla, alguien tan fuerte como Paimon, y también alguien que vea a Paimon como una amenaza.
Daisy presionó su pie derecho con firmeza. El débil grito de Barbatos estalló.
- Así es. La Ministra de Asuntos Militares advirtió a Barbatos. “Parece que Paimon intentó matar a Padre, así que por favor ten cuidado.”.
Mientras era torturada en la prisión subterránea. Daisy no respondió al duro interrogatorio de Laura, pero susurró una sola frase, una frase que sembró la duda en el corazón de Laura.
- ¿No hay contacto desde Batavia?
Esto solidificó fuertemente la sospecha de que Daisy estaba trabajando con Paimon. Al menos, así lo interpretó Laura. Con el tiempo, convirtió sus sospechas en convicción y pidió ayuda a Barbatos, que era su amante y aliada de mayor confianza. Naturalmente, dijo Daisy.
- Barbatos vigilaba de cerca a Paimon. Laura es su confidente más cercana. Si incluso alguien como ella le avisa, es probable que pensara que la situación era grave.
Resurgió el recuerdo de aquella noche en la que Barbatos había rogado matar a Paimon. ¿No fue simplemente por celos hacia Paimon? Laura sabía que Paimon era la líder de la Alianza Republicana de Liberación. Si se lo hubiera dicho a Barbatos, explicándole lo calculadora y peligrosa que era Paimon, la desconfianza de Barbatos habría aumentado hasta el extremo.
Fue en ese preciso momento cuando se propuso la abolición de la esclavitud en el ejército demoníaco. A los ojos de Barbatos, eso podría haberse visto como una prueba de que Paimon, una republicana, empezaba a actuar en serio. ¿Era por eso por lo que se atrevía a correr tales riesgos y buscaba eliminar a Paimon?
En otras palabras... Laura desmoronándose, consumida por la paranoia. Barbatos, desconfiando demasiado de Paimon, recurriendo finalmente al acto extremo del asesinato. E incluso el momento en que vendría a matar a Paimon...
- Por supuesto, no esperaba que Barbatos llegara tan lejos como para intentar asesinar a Paimon. A lo sumo, pensé que se convertiría en una gran lucha de facciones. Supongo que eso debería llamarse un delicioso error de cálculo.
Todo era una trampa orquestada por Daisy.
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