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martes, 17 de septiembre de 2024

BC - Volumen 1 Capítulo 7


Volumen 1 Capítulo 7
Country Roads
Traducción y corrección: Radak
Edición: Radak, Sho Hazama
“Fue un honor conocerte, hermano Jin.” Tingfeng juntó las manos frente a él. “Rezo para que nos hagas el honor de asistir a nuestra boda después de la cosecha.” Hice los gestos correspondientes. “No me lo perderé, hermano Tingfeng,” dije, y lo decía en serio. Meihua y Tingfeng eran buenas personas. “Pero ¿estás seguro sobre estos?” Con esto me refería a los dos cerditos que me habían regalado. Había planeado construir primero algunos corrales y tal vez un granero, pero uno no rechaza la generosidad a la ligera. Especialmente después de que un hombre jura ser tu hermano por el resto de sus días y luego promete que, si alguna vez necesitaba sus servicios, respondería sin dudarlo. Había sido un poco incómodo. Nunca, nunca, había sido de grandes juramentos ni exhibiciones. Eh, al menos encontré la tienda de música mientras él estaba regateando con la persona que le vendió los cerdos. Una pipa era algo así como un banjo... ¿no? “Hermano Jin, por lo que hiciste por nosotros, te compraría mil más, y aun así no sería suficiente.” Suspiré internamente. Bueno, está bien entonces. Espero que Tingfeng no se empobrezca al pagarles a todos tan extravagantemente como dice que lo haría. Lo hizo incluso después de que dije que no necesitaba hacer nada por mí. El chico falso estaba en prisión y encadenado con casi diez “Ataduras Espirituales”, una especie de artefacto de supresión de Qi que solo funcionaba si las personas eran de bajo nivel en su cultivación. Personas, como yo, en el Reino del Iniciado. A Rou a menudo lo habían llamado “apenas un cultivador” cuando estaba en la Secta porque había sido de muy bajo nivel. Personalmente, pensé que era un poco exagerado para una persona tan débil, pero bueno, más vale prevenir que lamentar, supongo. Todos estábamos bastante animados cuando emprendimos el regreso por el camino hacia el pueblo de Meimei. El pequeño Xian me estaba presionando una vez más para que le mostrara cómo había derrotado a los malos, y yo, amablemente, le mostré varios movimientos de kung-fu que recordaba de películas mal traducidas. Se rio de mis “¡Hooah!”, “¡Wachaas!” y mis pequeñas volteretas.
❄️❄️❄️
Era una noche hermosa. La luna brillaba y estaba llena, y las luciérnagas danzaban en el aire en lo que probablemente sería una de las últimas veces antes de que llegara el otoño. Si ella hubiera sido una poetisa, tal vez la escena la habría inspirado, se conformó con lo que pudo ver. Estaban acampados al pie de una de las colinas y Jin había subido más arriba para tener una mejor vista. “Meimei…” Su padre se aventuró a decir. Ella lo miró, removiendo distraídamente el guiso que estaba cocinando para la cena. “¿Sí, padre?” Preguntó. “Quería disculparme contigo, hija. No tomé tus palabras con la debida consideración y me he avergonzado.” Inclinó la cabeza ligeramente hacia ella en señal de arrepentimiento. Aunque una parte de Meiling estaba herida porque nadie le había creído, la otra parte comprendió que lo que había dicho había sido simplemente increíble. Jin ciertamente no actuaba como ningún cultivador del que hubiera oído hablar. “Te perdono, padre.” “¿Qué hizo aquella noche en el bosque?” Preguntó después de un momento. “¿Fue un lobo?” Meiling miró al cielo. “No fue un lobo. Fue... La Cuchilla Malvada.” Hubo un silencio mientras su padre la miraba fijamente. “La Cuchilla, ¿estás segura?” Preguntó ansioso. Meiling asintió. “Reconocí el tamaño y el color, así como su pelaje irregular.” Su padre palideció y luego soltó una risa temblorosa. “Bueno, entonces estamos verdaderamente bendecidos por los cielos.” Se quedaron sentados en silencio hasta que el guiso estuvo listo. Meiling llenó dos cuencos y giró hacia su padre. “Le llevaré esto a Jin.” Hizo un gesto hacia la colina más cercana. “No está muy lejos.” Su padre asintió, pero habló mientras ella comenzaba a alejarse. “Ten cuidado, Meimei. Aunque…”, suspiró. “Parece un hombre virtuoso.” Su voz tenía un matiz extraño. Medio resignado, medio esperanzado. Años de búsqueda de pareja ya habían fracasado... Y esto sonaba a permiso. Sus mejillas se tiñeron de rojo al pensarlo. “Apenas nos conocemos, padre,” ella objetó, pero no lo hizo con el corazón en la mano. Tenía curiosidad. Curiosidad por saber qué podía producir un hombre así. Su padre, sin embargo, simplemente le levantó una ceja. La caminata hasta la colina fue relativamente fácil, incluso con los árboles y las rocas en el camino mientras sostenía dos cuencos de estofado. Llenó su nariz con el aire de la noche y abrió los oídos hasta que lo encontró. Estaba sentado sobre una gran roca, con el instrumento en la mano. Tenía la lengua fuera en señal de concentración mientras intentaba tocar una melodía que ella nunca había oído antes en una pipa. Sostenía el instrumento de la forma equivocada, de lado sobre la rodilla, en lugar de en posición vertical, y seguía tocando notas incorrectas o arruinando los acordes. “Jin, te traje la cena,” dijo en voz baja. Se sobresaltó, sorprendido de verla, y luego dejó su instrumento a un lado. Saltó de la roca, a una gran distancia, y aterrizó sin esfuerzo. “Gracias, Meiling”, dijo con seriedad. “Así que sí recordaste mi nombre,” lo reprendió en tono de burla, y él le sonrió. “Por supuesto que me acordé, Meimei,” dijo con una sonrisa burlona, extendiendo la mano para tomar el cuenco de sus manos, aunque se detuvo y miró hacia la roca. Él se mordió el labio. “¿Q-quieres venir conmigo arriba?” Preguntó después de un momento, pareciendo repentinamente tímido. Su rostro estaba un poco rojo por la vergüenza. Fue algo lindo. “Me encantaría,” respondió ella, un poco tímida. Tenía poca experiencia, aparte de historias, para este tipo de cosas. Él sonrió alegremente ante su aceptación y volvió a ser él mismo, más seguro de sí mismo. La levantó, acunándola contra su pecho, y saltó. Se posó en la roca con mucha más delicadeza de la que ella había esperado. La vista desde lo alto de la roca era espectacular. Sobresalía de la ladera hacia un hueco entre los árboles, lo que permitía ver el resto de las colinas, iluminadas por la luna llena. Se sentaron en un agradable silencio sobre la roca, cenando y admirando la vista. A ella le gratificaban bastante los pequeños sonidos de placer que él emitía mientras comía. “¿Qué canción estabas intentando tocar? Nunca la había escuchado antes,” preguntó finalmente, y esta vez su rostro se sonrojó por completo. “Es una canción que escuché en mi... infancia,” explicó. “Está cantada en un idioma que no es el del... Imperio.” “¿De verdad? Pensé que los hombres solo hablaban un idioma.” Meiling estaba intrigada, pero supuso que tenía sentido. “Mmm. El hombre que me enseñó esta canción era de un lugar muy, muy lejano.” Había una brisa fresca entre los árboles y Meiling se apoyó en él para calentarse. El brazo de Jin le rodeó la cintura y la acercó un poco más. “¿Me la cantas?” Ella preguntó. “No soy muy buen cantante,” él objetó. “No puede ser peor que tú tocando la pipa,” ella bromeó. Jin se rio. “Está bien, está bien. De todas formas, lo que está en juego son tus oídos.” “Almost heaven, West Virginia…” Su voz no era hermosa ni grandiosa. No conmovía el alma ni hacía llorar a la tierra que lo rodeaba. Pero era bastante agradable. Meiling cerró los ojos y se relajó, entrelazando los dedos con la mano sobre su estómago. Ella no sabía cuándo pasó de estar apoyada en él a estar en su regazo. Ella tampoco sabía quién empezó a besar a quién, pero se dio cuenta de que su padre no decía la verdad. Besarse bajo la luz de la luna fue muy agradable. Sin embargo, las sonrisas cómplices que recibieron cuando regresaron fueron vergonzosas. Y Meihua quería todos los detalles.
❄️❄️❄️
Finalmente volví a estar solo y me dirigí de regreso a mi granja. Habría regresado a casa anoche, pero Meimei insistió en prepararme los bollos de carne que me había prometido. Déjenme decirles, Meimei en modo gata enojada era muy linda. Meimei, con un delantal, sonriendo y sirviéndome comida casera, me llevaba al infinito y más allá. Era linda. Tenía mucha energía y un sentido del humor único. A mí me gustaban mucho las chicas feroces como esa. Pero... Bueno, no podía simplemente invitarla a una cita o a una aventura, las cosas no funcionaban así aquí. Tenía que cortejarla como es debido. Lo que significaba pensar en casarme con ella. ¿Estaba preparado para eso? ¿Estaba preparado para lanzarme de cabeza a algo así? Sonrisas cálidas. Risas. Compañerismo. Los meses de aislamiento habían pasado factura. Por un breve momento, había probado la presencia de otros seres humanos en mi vida y no había vuelta atrás. Esta… Esta era mi vida ahora. Estaba atrapado en este mundo. ¿Qué iba a ser? ¿Un ermitaño o una persona? Formé mi determinación. Era una gran decisión. O terminaría en lágrimas o en felicidad. ¿Y si así iba a ser el resto de mis días? Iba a hacer de esta una vida plena y satisfactoria. Pero mi granja no está preparada para otra persona, y mucho menos para niños. Tengo trabajo qué hacer. Eso significaba muchas cosas: una casa, ropa, más comida... Sentí un fuego en el estómago y me levanté. La carreta se levantó del suelo justo cuando empecé a cargarla. Las gallinas chillaron, Chunky y Peppa gruñeron en estado de shock y los kilómetros desaparecieron bajo mis pies. Tal vez ella diría que no… Pero yo tenía un proyecto. Tenía algo por lo que trabajar.
❄️❄️❄️
Los ojos de Bi De se abrieron de golpe. La presencia de su Gran Maestro estaba cerca. Barrió los Grandes Pilares de la Fa Ram. Revisó el gallinero de su amo, solo para encontrarlo impecable. Arrancó los pocos parásitos intrusos de las Hierbas Celestiales. Colocó las semillas que había recolectado que tenían Qi sobre la mesa dentro del gallinero de su amo como tributo para su Gran Maestro. Esperaba que sus premios fueran bien recibidos como pago por la generosidad de su Gran Maestro. Colocó los cadáveres de los malvados en los Grandes Pilares para que su amo pudiera ver los trofeos que había adquirido. Había un miembro pequeño, pero largo, de la misma especie que Basi Bu Shi. Otra criatura era una bestia que compartía la misma forma que él, pero era mucho menos noble con un pico ganchudo y garras prensiles. Ahora estaba de pie, como un centinela a la entrada de la Fa Ram. Sus hembras estaban dispuestas detrás de él, cloqueando y deambulando como era su costumbre. Su Gran Maestro coronó el horizonte, moviéndose a gran velocidad. Bi De hizo una reverencia, postrándose ante su Señor, como era apropiado. Su Gran Maestro le rascó las barbas a modo de saludo y respiró profundamente el aire de esta Tierra Bendita. “Me alegro de verte, Bi De. Pongámonos a trabajar,” declaró, y colocó a su discípulo sobre su ancho hombro.

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