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martes, 23 de septiembre de 2025

BC - Volumen 3 Capítulo 42


Capítulo 42
Perdido En Los Recuerdos
Traducción y corrección: Radak
Edición: Radak, Sho Hazama
Bi De caminaba por un camino de tierra revuelto, un listón que se extendía irregularmente sobre las colinas, lo suficientemente ancho como para que dos carretas pasaran una al lado de la otra. La brisa traía el dulce aroma de las flores y la hierba silvestre que crecía junto al camino. Al final del camino estaba su destino. No esperaba problemas y disfrutaba bastante de su paseo fuera de la oficina. Ya era hora de escaparse del papeleo. Al contemplar la tierra cultivada por la que caminaba, el camino del reino, sonrió con satisfacción. Por un instante, Bi De se detuvo para sentir el calor del sol, en lo alto del cielo, y la suave brisa en el rostro. Un momento. ¿Sol? Bi De siguió caminando, dejando que sus preocupaciones se disiparan. Sabía que su amigo debía estar por allí en alguna parte... Ah. Cerca de aquí. Bi De sonrió mientras avanzaba, pisando el suelo. La tierra removida cedió, revelando una trampa. Bi De cayó, aterrizando sobre sus pies con facilidad. Esos pequeños bribones. ¿Se atreven?, pensó divertido. Inmediatamente, un niño y un pequeño Hilacaminos salieron de unos arbustos y asomaron sus cabezas dentro del pozo. La criatura parecida a un armadillo parecía tan ansiosa como el niño, saltando arriba y abajo con alegría. El pequeño niño de aspecto salvaje estaba sonriendo ampliamente, pero sus ojos vacíos y lechosos miraban demasiado hacia la izquierda. El niño ciego realmente no lo estaba viendo. ¿Hilacaminos? ¿No es Bola Demoledora? Esto se sentía raro. Familiar. “¡Ja! ¡Te dije que lo atraparíamos!” Exclamó el niño Dulou, entusiasmado. Su compañero, Dizhou, golpeó el borde del pozo con sus gruesas garras en señal de asentimiento. Bi De se rio por los niños entusiasmados. “Sí, sí, me atrapaste. ¡Un pozo muy bueno! ¡Le doy un ocho sobre diez!” Dulou rio alegremente y extendió el puño para que su compañero lo golpeara... Apuntando en la dirección completamente equivocada. Dizhou se abalanzó sobre sí mismo para llegar al otro lado del chico y le dio un cabezazo en la mano. “¡Misión exitosa!” Se jactó el niño. “¿Te das cuenta de que debo tomar represalias ahora, no?” Dijo Bi De. De un solo salto, salió del pozo y aterrizó frente a los dos. El niño y el Hilacaminos cayeron de espaldas sorprendidos. Luego se miraron y asintieron. El Hilacaminos se hizo un ovillo y salió disparado en una dirección, el niño corrió tras él, luciendo demasiado coordinado y seguro de sí mismo para un niño ciego. Bi De les rodó los ojos y salió tras ellos, feliz de jugar con los niños. Eso... No estaba nada bien. Los niños... Eran raros. No se le daba bien tratar con niños. De repente, todo se clarificó. Bi De sacudió la cabeza metafóricamente mientras las imágenes, el recuerdo, se difuminaban y se desvanecían ligeramente. De repente, ya no estaba en el cuerpo del hombre. Ya lo había sentido antes. Ya había sido este hombre antes, cuando tocó el cristal por primera vez. Estoy dentro de un recuerdo. A diferencia de la última vez, el recuerdo no lo expulsó al reconocerlo. En cambio, se convirtió en un observador. El hombre, no Bi De, persiguió al niño y a la Bestia Espiritual, y los capturó a ambos, riendo y bromeando con ellos como viejos amigos. Sintió una punzada de preocupación desagradable. Bi De no tenía ni idea de qué hacer, pero la sensación de ser este hombre era... Intensa. Si no la hubiera sentido antes, probablemente no se habría dado cuenta durante horas. Horas que no supo si lo había notado. Su preocupación se agudizó cuando algo en su interior se estremeció, y el cristal extrajo parte de su Qi. Era sutil, muy sutil, pero la pequeña pérdida estaba ahí. Sus pensamientos y preocupaciones no eran para sí mismo, sino para su Gran Maestro, Miantiao, Yin y los monos. Su Maestro se encontraba en una especie de trance, mientras que sus compañeros eran más débiles que él. Solo podía rezar para que este cristal no los extinguiera. Si resultaban heridos de alguna manera, se vengaría de ese cristal malvado y de la bruja que le había dado su ubicación. Suponiendo que sobreviviera, por supuesto. No tenía cuerpo, solo una masa de Qi atrapada en un recuerdo. Respiró metafóricamente y expandió su consciencia. El recuerdo se desdibujó ligeramente. Se distorsionó a medida que su Qi lo exploraba; los colores se derritieron como cera y se dispersaron. La grabación misma comenzó a saltar, a titubear. Bi De vislumbró un gigantesco Hilacaminos enroscado, con un caparazón tan grande que podría albergar casi toda una aldea, antes de que el recuerdo volviera a titubear, retrocediendo en el tiempo y reproduciendo lo que Bi De acababa de ver. Bi De golpeó los límites del recuerdo. Su Qi se extendió hacia adelante con cuidado. Era como una burbuja. Una fina película que envolvía el recuerdo. Él presionó contra ella, buscando alguna debilidad, buscando cualquier cosa que le permitiera escapar. Las paredes de la burbuja resistieron, presionando, pero Bi De no se dejó vencer. Las paredes del recuerdo se estremecieron y retumbaron mientras él se abalanzaba sobre ellas. Por un instante, sintió que no lo lograría, pero su voluntad era más fuerte que los muros de esta prisión. Se abrió una brecha y Bi De se liberó. De inmediato, fue agredido. Los colores le asaltaron los ojos, cien mil voces y el estruendo de las armas resonando en sus oídos. Una multitud de aromas invadió su nariz, haciéndole hacer una mueca. Un momento, el dulce aroma de las flores; otro, un aroma a muerte tan intenso que le hacía lagrimear. Sabores, desde comidas deliciosas como las de la bendita Fa Ram, hasta cosas tan repugnantes que no tenían descripción y le hacían desear vaciar el estómago. Ni siquiera sus propios sentimientos se salvaron, pues el cristal lo obligó a sentir la plenitud del triunfo y la profunda desesperación. El Qi inquisitivo de Bi De retrocedió ante la pared destrozada en la burbuja de recuerdos. Fue lanzado de vuelta al fondo mientras todo se deformaba y retorcía como una pesadilla. La emoción pura y cruda del vacío exterior se precipitó hacia él a través del desgarro. El Primer Discípulo de la Fa Ram no sería derrotado. Bi De se abalanzó sobre ella, reuniendo toda su fuerza de voluntad, y atacó la oscuridad que intentaba desgarrar la burbuja de recuerdos. Su Qi plateado creció como una red y la capturó, manteniéndola a raya. No sabía qué hacer, solo que debía contenerla. La grieta en el cielo, exponiendo la oscuridad aullante, la presionó... Y luego comenzó a cerrarse. Poco a poco, se fue sellando. Bi De logró dar un suspiro de alivio cuando el recuerdo se estabilizó y se reinició, esta vez, en lo profundo de la noche.
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Bi De reflexionó sobre su fracaso. La fuerza bruta no había funcionado, pero no se dejó intimidar. Experimentaría. El Gran Maestro fue claro respecto a la experimentación: hay que estudiar el mundo con atención y luego formular una hipótesis. Podría adentrarse en la vorágine de los recuerdos, pero si lo hiciera, no podría encontrar a sus compañeros. O si los encontrara, ¿qué haría? ¿Sumergirse en sus burbujas de memoria y luego saltar de vuelta al vacío con ellos? No, eso no serviría. Podría intentar encontrar a su Gran Maestro, pero él también se encontraba en una especie de trance. Bi De dudaba de su capacidad para despertar a su Señor si lo que ocurría era lo suficientemente fuerte como para afectarlo. Bi De reflexionó sobre su situación mientras volvía sus contemplaciones hacia el contenido de la burbuja. El hombre dibujó lo que parecía un mapa aproximado en la tierra, y el niño ciego asintió felizmente mientras señalaba algo. Una ligera punzada en su Qi se produjo de nuevo. Tenía que escapar. ¿Pero cómo reunirlos a todos? Mientras reflexionaba sobre esto, observó al hombre aceptando unas hierbas Hilacaminos. La nariz de la pequeña criatura se crispó de una forma que a Bi De le recordó a la Hermana Ri Zu. Bi De hizo una pausa. Ri Zu. La hermana Ri Zu usaba una aguja como su herramienta predilecta. Una aguja perforadora, endurecida y resistente. Diseñada para ser precisa. Inspirado, Bi De volvió a reunir su Qi. Lo comprimió como sus cuchillas, pero concentrándolo en un punto en lugar de una línea, forjando una luz plateada en una aguja. Lentamente, se acercó de nuevo a las paredes del recuerdo. Una diminuta aguja de Qi plateado presionó los bordes. Con gran cuidado, Bi De se presionó contra las paredes. Una diminuta parte de sí mismo, unida a un hilo. Perforó el costado de la burbuja. Inmediatamente, el vacío lo golpeó, pero su voluntad era fuerte y estaba preparado para ello esta vez. La pequeña aguja plateada se adentró en la oscuridad.
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Primero encontró a Yin. O, mejor dicho, habría sido más difícil no encontrarla. La burbuja de memoria en la que se encontraba se agitaba y se retorcía con la luz dorada del sol, a punto de desestabilizarse. Bi De entró con cuidado, temeroso de no destruirla. Un hombre vestido con túnicas estaba de pie encima de otro: el que se retorcía bajo la luz del sol, el hombre a través del cual Yin estaba viendo esto. “Deberías haber sabido cuál era tu lugar, campesino” declaró el hombre de la túnica al pisar el pecho de Yin. “Yo, tu Abuelo, te mostraré cuál es.” Bi De vio la mirada derrotada en el rostro del hombre caído. El Qi de Yin se disparó a su alrededor, intentando levantarse, intentando luchar. “No me voy a rendir. Ni ahora ni nunca” gruñó el hombre. Su voz se parecía más a la de Yin que a la suya. El recuerdo se estremeció cuando el hombre apretó la mano en un puño tan fuerte que parecía que los huesos iban a colapsar hacia adentro por la presión. ‘Yin, por favor, detente. Es solo un recuerdo’ dijo Bi De. Sus sencillas palabras le impidieron destruir el recuerdo y dejarse llevar por la vorágine. En cambio, todo se congeló cuando Yin se contuvo para no lanzar su ataque, y luego retrocedió a la escena de un hombre barriendo la calle. El Qi de Bi De presionó contra el de ella, compartiendo lo que había descubierto. Yin parpadeó hacia Bi De, o al menos hacia la parte de él que estaba allí. El mundo dejó de romperse y la versión más antigua de Wu se desvaneció, dejándola mirando un techo desconocido. ‘Es solo un recuerdo. Agárrate fuerte. Encontraré a los demás’ dijo la voz de Bi De, y ella pudo oír su intención al serle transmitida. Dejó que sus recuerdos explicaran lo que había hecho, el vínculo que había forjado. Yin comprendió que no podía llevársela consigo. No sin abrir un agujero enorme y perturbar cada recuerdo de este lugar. ¿Pero una aguja e hilo, atando cada recuerdo por separado? ¿Juntando lentamente hasta que se tocaran? ¿Y luego extrayendo a todos a un solo lugar? ‘¡Hagámoslo!’ Exclamó, golpeando el suelo con las patas. El sol y la luna se tocaron, aferrándose firmemente. Su Qi se entrelazó. Una franja de luz plateada conectó dos recuerdos. Bi De partió de nuevo.
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Lo siguiente que llamó la atención de Bi De fue un zumbido constante de Qi que parecía cristal. Bi De se sumergió en el recuerdo y, para su sorpresa, descubrió que Miantiao ya estaba libre. Bi De miró el contenido del recuerdo y levantó una ceja. ‘¿Vidrio? Pensé que esto te habría absorbido la atención, pero ¿escapaste?’ ‘El método que utilizan es inferior al de mi Maestro’, dijo Miantiao con desdén, con los ojos cansados. ‘Eso... Y me sentí feliz.’ Bi De cerró los ojos al oír la voz de la serpiente. Miantiao se relajó al sentir el Qi de Yin ayudándolo. ‘¿Intentaremos irnos juntos entonces?’ Preguntó Miantiao. ‘Los tres nos hemos encontrado.’ ‘No. Todavía no. No dejaré a nadie atrás’ respondió Bi De. Por un breve momento, pareció que Miantiao estaba a punto de argumentar en contra de salvar a los demás. Pero entonces la vieja serpiente suspiró, y su mirada se llenó de determinación. ‘Nadie se queda atrás’, asintió Miantiao.
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Bi De volvió a la vorágine. Una única aguja plateada, iluminada por el sol y magnificada con un cristal. Bi De impulsó aún más su Qi, luchando por abrirse paso entre el caos de recuerdos. Las cosas ya no eran tan claras. No podía sentir el Qi de los monos ni el de sus compañeros. Pero él no los abandonaría. Ni uno solo. Fue una búsqueda difícil y minuciosa. Pero como dijo su Gran Maestro: un paso a la vez. No se apresuró ni se dejó llevar por el pánico, pues podría perderse algo. Se le exigía una observación minuciosa y una actitud serena, y Bi De estuvo a la altura. Incluso azotada por el torrente de emociones, la aguja de plata no vaciló ni un instante; su cuerpo era puro, limpio e intachable. Buscó entre cien pequeñas burbujas estables de recuerdos. Cada una lo atrajo a una visión diferente. Una vez completada su búsqueda interior, salió del recuerdo. Cada vez que regresaba al vacío, debía centrarse por completo, para no ser arrastrado. Y luego encontró uno que era diferente. Era una diferencia minúscula, pero sus agudos sentidos, afinados por su arduo trabajo, detectaron el ligero temblor dentro de la burbuja. Con suerte, sería el Maestro Gen. Con su Qi y su conexión con los suyos, podría ayudar a Bi De a encontrar a los demás con mayor facilidad. Sin embargo, incluso al atravesar la burbuja para caer en un barranco inmenso, supo que quienquiera que era, no era el Maestro Gen. El Qi era diferente. Desconocido. Bi De podía sentir la confusión mientras la gente se balanceaba como monos en largas cuerdas. El enorme barranco tenía árboles que crecían en sus paredes, extendiéndose horizontalmente hasta el suelo a lo largo de dos personas antes de arquearse hacia el cielo. Tocó el Qi desconocido. Era crudo. Fluctuante. Nuevo. El mono se sobresaltó ante la intrusión, desconcertado al darse cuenta repentinamente de que estaba atrapado en un recuerdo. ‘¿Qué...? ¿Qué pasa...?’ Preguntó el mono, despertando del sueño. Su voz era áspera y grave. ‘¿Qué? ¿Soy... soy... soy yo...?’ Se había despertado. Qué mal lugar para hacer algo así. Sin embargo, ya era notablemente coherente. Sus pensamientos estaban plenamente formados, su mente funcional. Su chispa debía de ser realmente poderosa. Sin embargo, Bi De no tuvo tiempo de explicarle las cosas. El Qi de Bi De lo tocó, calmando el pánico y el miedo con su convicción, su absoluta confianza. ‘Hubo un incidente, joven. Todo saldrá bien, ¿me entiendes? Pero ahora mismo, debemos escapar de este lugar, y para eso, necesito tu ayuda para encontrar a tus hermanos y hermanas.’ El Qi del mono, lleno de miedo, se fortaleció ante las palabras de Bi De. ‘¿El Clan está en peligro...?’ Preguntó el mono. ‘Ah, como un derrumbe. ¿Cómo salimos?’ Bi De se sorprendió gratamente por su inmediata comprensión de la situación. ‘Solo necesito que te agarres fuerte a este hilo. No lo sueltes por nada del mundo.’ ‘Sí. Puedo hacerlo’ dijo el mono con cautela. ‘¿Tienes un nombre?’ Le preguntó Bi De. ‘Huo Ten’ respondió el mono. ‘Así me llamó el Maestro.’ ‘Entonces, Huo Ten, calma tu respiración. Saldremos pronto.’ El Qi y la determinación del mono se intensificaron, envolviéndolo en una sensación similar a la de estar encerrado en una piedra sólida. Y entonces, la aguja plateada se desprendió de nuevo.
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Un mono. Luego dos. Luego tres. Las conexiones se hicieron cada vez más rápidas a medida que Bi De refinaba su búsqueda. La red de luz plateada se expandió, entretejiendo los recuerdos. Bi De miró a cada uno de ellos. Ocurrieron en una infinidad de lugares: en valles profundos, en abrevaderos de pastizales, en grandes canteras de piedra y enormes montañas, en pequeños pueblos y ciudades circulares. Esos eran los recuerdos de un hombre, dolorosamente familiares y, al mismo tiempo, inquietantemente no tan familiares. Después del décimo mono encontrado, todavía no había señales del Maestro Gen. Hasta que Bi De se dio cuenta de algo. La mayoría estaba confundida o trataba activamente de escapar de las burbujas. Sus pequeños remolinos de Qi habían tenido efectos colaterales. ¿Pero qué pasa si uno sabe que lo que está sucediendo es un recuerdo, pero no quiere irse?
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Encontró al Viejo Maestro contemplando con lágrimas en los ojos una aldea entera de Bestias Espirituales. Hombres y monos extraían cristales juntos, mientras otros bailaban y jugaban. Todos rindieron homenaje al creador del cristal, saludándolo como su Señor. Hablaban, jugaban y reían juntos. Eran una sociedad entera. Bi De permaneció en silencio por un momento más. ‘Lo siento si me buscabas’ le susurró Gen a Bi De. ‘Es hermoso, ¿verdad?’ ‘Maestro Gen, podrá examinarlo cuando quiera más tarde’, afirmó el gallo sin un rastro de reproche en su voz. ‘Gracias’ dijo el mono simplemente. ‘Lo que necesites, nuestros recursos están a tu disposición.’ La luz plateada se encontró con el mono. ‘Discutamos esos asuntos más tarde. Por ahora, debemos escapar.’
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Los ojos de Bi De se abrieron de golpe cuando el último hilo se conectó a un mono. Dieciocho había estado con ellos en la caverna. La aguja tejió el último extremo. El gallo respiró metafóricamente y empezó a tirar lentamente. Los hilos se tensaron, y las burbujas, entrelazadas con luz plateada y estabilizadas por el Qi de Bi De, comenzaron a moverse lentamente. Era como tirar de una montaña. Cada instante era una tensión contra la naturaleza de este mundo mientras las emociones lo golpeaban. Pero no estaba solo. Miantiao. Yin. El Maestro Gen. Fortalecieron su espíritu, apuntalando las frágiles burbujas. Y se movieron, muy lentamente, juntando las burbujas de memoria. Una gigantesca Bola de Demolición, del tamaño de una aldea entera, observó al portador del cristal con los ojos entrecerrados. Su armadura estaba cubierta de miles de cicatrices y su rostro estaba surcado por arrugas de risa. Soltó una carcajada estruendosa y dijo: "¡Déjamelo a mí! ¡Este Retumbante Yao lo conseguirá, pequeño amo!", Rugió la enorme criatura mientras bebía un barril de vino. "¡Pandilla de la Tierra Retumbante! ¡Vamos!" Los humanos y los Hilacaminoss rugieron de risa, todos y cada uno. Y entonces, cuando las esferas se tocaron, el orbe quedó en blanco. Los haces de recuerdos se fusionaron. De repente, Bi De estaba dentro de un vacío blanco, junto con Yin. El cambio fue abrupto, pero no hubo tiempo para celebrar. Ambos parpadearon sorprendidos, pero Yin se iluminó de inmediato. Se aferró a uno de los hilos y ayudó a jalarlo. Luego se les unió Huo Ten, ululando nerviosamente ante su repentina incorporación. Luego vino Miantiao. Sin embargo, Bi De notó que algo empezaba a salir mal cuando tiraron del siguiente orbe. Comenzaron a moverse, a falta de un mejor término. Las burbujas estaban siendo arrastradas hacia abajo por una fuerza. Comenzaron a "caer" más profundamente en el cristal. Los orbes que aún no se habían fusionado, y que estaban más lejos, tiraron de los hilos plateados con los que Bi De los había atado. A medida que caían y se añadían más burbujas de recuerdos, las cosas empezaron a cambiar. Bi De apretó el pico mientras su forma se solidificaba, volviéndose gradualmente más él mismo. No renunciaría a ni uno solo. Por supuesto, fue entonces cuando la densa bola de recuerdos impactó a una más caótica. Se fusionaron y entonces una sensación de maldad se apoderó de ellos. El orbe blanco comenzó a sangrar un fluido negro. Y de ese fluido surgieron las bestias del infierno. Eran aterradoras, vestidas con armadura negra y placas faciales blancas. Sus formas eran una parodia de los humanos, imágenes distorsionadas en un espejo. El alma de Bi De sentía repulsión por su presencia. Demonios. Incluso el recuerdo de su Qi era corrosivo. Se movían y se arrastraban sin propósito, pero su presencia hacía que el Qi de Bi De comenzara a humear, como una luz de luna sagrada luchando contra la corrupción. Solo, podría haber caído. Pero el sol estaba con él. Yin abandonó las cuerdas plateadas y se puso en movimiento. Su Qi solar se tiñó con la plata bendecida por la luz lunar de Bi De mientras se estrellaba contra las criaturas, las sombras chillaban y se sacudían al arder. Su cuerpo estaba blindado con la luz del sol: pura, limpia y brillante, ardiendo en defensa de los demás. Los recuerdos demoníacos gritaron mientras la contemplaban y su carne etérea estallaba en llamas. Aquellos que sobrevivieron a la devastación causada por la forma blindada de Yin fueron sometidos a explosiones de vidrio destrozadas por Miantiao. La manifestación de la ira de la serpiente los atravesó como papel. Los que quedaron se enfrentaron al Maestro Gen. El Maestro Gen no era un guerrero. Era un artesano, un creador. Bi De sabía que el mono probablemente nunca había luchado en su vida, a salvo tras sus formaciones protectoras. Sin embargo, su familia corría peligro. El rostro del Maestro Gen era una máscara de furia silenciosa. El cáustico Qi Demoníaco le quemó las manos y el pelaje, pero la figura dorada los desgarró. Dedos capaces de aplastar rocas destrozaron escamas demoníacas. Puños que excavaron montañas atacaron y cráneos explotaron de los cuerpos a los que una vez estuvieron unidos. Las furiosas Bestias Espirituales le dieron tiempo suficiente a Bi De para recoger el último de los orbes de memoria. Capaz de concentrarse, Bi De reforzó la burbuja con sus hilos plateados mientras caía y caía hasta que lentamente se detuvo. Tan repentinamente como aparecieron, los demonios desaparecieron. La burbuja de recuerdos se estremeció. “Intrusos.” La voz era un gruñido áspero. Un rugido que casi hizo caer a Bi De de rodillas cuando la criatura más magnífica que Bi De había visto jamás entró en su pequeña burbuja. Los monos cayeron de rodillas al verla. Un animal orgulloso y noble, sin igual en el cielo y la tierra. Bi De conocía el nombre de esta bestia con solo verla; una parte primigenia de su alma le susurraba el nombre directamente a la mente, exigiendo su respeto y veneración. Perro del Templo. Defensor de los justos, una Bestia Celestial. Bi De había visto el cadáver de esta criatura. Había yacido en la habitación frente al cristal, muerto desde hacía miles de años. Esta no era la bestia original que se había mantenido fiel. Era una mera sombra, apenas un recuerdo, una imagen que no conservaba ni una fracción del poder de la original. Pero seguía siendo un gran enemigo, incluso debilitado. Bi De no estaba seguro de poder vencerlo. Pero aun así: entre pollos, él era Bi De. Tendría que intentarlo, aunque sólo fuera por el bien de su Gran Maestro. ‘Yin, refuerza este lugar, por favor’ le pidió a la coneja mientras avanzaba hacia la sombra. Entonces, de repente, el gallo y la Bestia Celestial se pusieron en movimiento al mismo tiempo. Bi De notó que el golpe de la bestia era formidable mientras se dirigía hacia él. Era un golpe que lo mataría al instante si impactaba. Entonces la única forma de derrotar a la bestia sería no dejar que lo golpee. Era casi nostálgico sentirse superado de nuevo. Le recordó a Bi De su lucha contra Basi Bu Shi, el zorro que una vez fue su mayor némesis. El Perro del Templo atacó con sus poderosas garras, moviéndose con una velocidad y destreza incomparables a las de un simple zorro que apenas había despertado. Pero eran movimientos que Bi De aún conocía. Moverse en ese lugar era sencillo. No había arriba ni abajo, ni atracción de la gravedad, como su Gran Maestro había llamado a la fuerza invisible. Solo Qi. Solo pensamiento. Bi De era una aguja de plata, y luego volvió a ser un gallo. Los ojos del recuerdo estaban centrados únicamente en él, mientras él, el Primer Discípulo de su Gran Maestro, Guardián de la Fa Ram, luchaba contra la sombra del Guardián Celestial de los recuerdos antiguos. La presión del aire de los golpes esquivados le impactó el cuerpo. Los dientes de la bestia lo rozaron por poco, arrancándole plumas. A pesar del peligro, Bi De pudo ver que el constructo guardián se desvanecía. Cuando lo recuperaron, el cristal estaba al borde de la destrucción. La energía que contenía era casi inexistente, y la bestia estaba consumiendo sus escasas reservas. No podía sobrevivir. Tanto el poder de la luna como el del sol disiparon la oscuridad. [Ascenso de la Luna Creciente] Basi Bu Shi. Chow Ji. Y ahora, la Bestia Celestial, Guardián de las Puertas del Templo. La luna salió, y Bi De con ella. Sus piernas golpearon el rostro del constructo que se disipaba, asestándole un golpe mortal. No sintió ninguna satisfacción cuando se desvaneció, el blanco dio paso al oro y el recuerdo descendió aún más.
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Fue entonces cuando Bi De contempló la verdadera forma del Perro del Templo. No era el constructo guardián al que se había enfrentado, sino la criatura que, en teoría, estaba viva. Los ojos de la bestia eran de un blanco lechoso, completamente ciegos, y su piel presentaba supuraciones que dejaban al descubierto tendones y órganos. Bi De podía ver dónde sus músculos estaban reducidos a piel y hueso. Sus dos cuernos estaban agrietados y astillados, y hacía tiempo que se le habían caído los colmillos. Daba pena y estaba destrozado. Sus ojos ciegos estaban fijos en un orbe dorado que sostenía entre sus enormes manos, cuyas garras eran solo protuberancias desnudas. Dentro del orbe, un hombre estaba sentado, con los ojos cerrados y una mirada preocupada en su rostro. El Gran Maestro de Bi De. Tragó saliva mientras el Perro del Templo inhalaba. El orbe dorado tembló, liberando una niebla que fue inmediatamente absorbida por la nariz destrozada de la bestia. Bi De sintió que su propio Qi temblaba, separándose de su cuerpo y siendo atraído por la succión. “Maestro. Maestro” susurró el Gran Guardián con la voz desgarrada por el dolor. “¡Maestro, sabía que volverías!” Amor. Lealtad. Devoción. No fue necesario librar ninguna gran batalla aquí. Bi De inclinó la cabeza mientras su Gran Maestro abría los ojos. Parecía aturdido. Confundido. Y, aun así, cuando abrió los ojos y se concentró, le echó un vistazo a la criatura rota que gemía frente a él y extendió su mano. Los ojos ciegos de la bestia guardiana derramaron lágrimas. Grandes gotas resbalaron por su hocico mientras se inclinaba hacia el contacto con desesperación. “Duele, Maestro. Duele. ¡Pero nunca dudé de ti!” Gimió. Soltó una tos fuerte y espantosa. “¡Aunque me dijiste que me fuera si no volvías, me quedé! ¡Sabía que volverías a mí si esperaba un día más!” La locura y la desesperación en su voz eran evidentes. Bi De no pudo evitar sentir cierta afinidad con la criatura. Conocía sus sentimientos como si fueran los suyos. ¿Qué sería de Bi De sin su Gran Maestro? Si su Maestro muriera, ¿sería capaz de rendirse? ¿Sería capaz de seguir adelante? ¿O protegería el lugar de descanso de su Señor por toda la eternidad? Era una pregunta para la cual no sabía la respuesta. “Lo siento. Esperaste mucho tiempo, ¿verdad?” Oyó susurrar a su Gran Maestro. La enorme bestia gimió. Su cuerpo estaba destrozado y maltrecho. Su mente, hecha un desastre. Aun así, persistió. Persistió durante miles de años. Persistió a través de la muerte. La luz dorada tocó a la increíble bestia. El Gran Maestro de Bi De tomó con delicadeza su pata destrozada y tocó su carne en descomposición. Tomó la enorme cabeza de la criatura en su regazo y acarició su melena sucia y destrozada. “Maestro. Oh, Maestro, duele mucho” dijo con voz áspera la bestia que podía desafiar los cielos. “Me ha dolido durante tanto tiempo.” “Hiciste tu trabajo. Lo hiciste muy bien.” Una luz dorada se filtró en el gran Perro del Templo. La luz se tornó gradualmente marrón tierra y verde hierba mientras se drenaba. El mundo a su alrededor se estabilizó. “Sí. Sí, cumplí con mi deber. Maestro, ¿puedo descansar ahora?” “Sí. Sí, ya puedes dormir.” El Perro del Templo exhaló un gran suspiro; en él se mezclaron alivio y tristeza. El cuerpo roto y arruinado de la criatura se desvaneció, dejando solo tenues motas de luz atrás. Bi De observó cómo un núcleo dorado de energía se materializaba en la mano de su Gran Maestro. Contenía un poder tan potente que Bi De se sentía energizado con solo estar cerca. Su Gran Maestro acunó el núcleo en la palma de su mano. “Tranquilo, chico” murmuró su Maestro, con la mirada perdida en la distancia, perdida en las profundidades de sus recuerdos. El núcleo dorado crujió y se convirtió en polvo en la oscuridad. “Duerme bien ahora.”
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Me sentía completamente exhausto y tenía los ojos llenos de lágrimas. Sentía como si me hubieran vaciado las entrañas. La formación había dejado de absorber mi Qi y tenía un dolor de cabeza tremendo. Era como una resaca terrible. Yo también estaba acostado boca arriba en lugar de sentado. ‘¿Maestro?’ Preguntó Big D con voz preocupada. Gruñendo, abrí los ojos, pero inmediatamente los cerré de nuevo ante el brillo puro de los cristales en el techo. Me di la vuelta y lo intenté de nuevo. Mis dedos se curvaron en el suave musgo mientras me incorporaba y miraba a mi alrededor. Todos parecían haber estado despiertos durante semanas. Sus posturas eran decaídas. Los monos parecían estar completamente conmocionados. Algunos se curaban las manos magulladas; otros sangraban, con pequeños trozos de cristal y piedra asomando de su piel. Pequeños fragmentos del medallón de piedra y todos los instrumentos del Maestro Gen yacían esparcidos por el suelo, destrozados y rotos. Si antes la cueva era una jungla... Bueno, ahora era casi impenetrable. Los helechos habían crecido desmesuradamente, casi tocando el techo. Brotaban hongos por cada centímetro de pared. El musgo verde se extendía por el suelo, sin dejar rastro de piedra. Abrí la boca para preguntar si todos estaban bien y vomité.
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Al final, todos parecían estar bien una vez que me levanté. Los monos me tranquilizaron rápidamente, el Maestro Gen hizo una reverencia y dijo que todo estaba en orden. Nos quedamos abajo en los túneles el tiempo suficiente para que el Maestro Gen confirmara que los recuerdos se habían transferido correctamente al cristal antes de volver a la superficie. Sin embargo, me sentía fatal y no estaba de humor para alegrarme de verdad, así que asentí. Misión cumplida, supongo. Tener que salir de una cueva y un sistema de túneles con un dolor de cabeza terrible apesta. Tenía muchas náuseas, y tener que pasar por pasadizos estrechos que ya eran demasiado pequeños para mí no ayudó en absoluto. Acabé vomitando por segunda vez al volver. Claro, a todo esto, se sumó que sentía algo que no había sentido en muchísimo tiempo. Agotamiento de Qi. Verdadero agotamiento de Qi. Puede ser que haya descargado mi Qi en la tierra todos los días hasta el punto de cansarme, pero una buena noche de sueño solucionaba ese problema de inmediato. ¿Esto? Esto era el día después de correr una maratón sin entrenamiento y, de alguna manera, un camión de dieciocho ruedas pasó por encima de mí aplastando todos mis órganos. Me dolía todo. Mis músculos, mis huesos, mis entrañas e incluso mi alma estaban magullados. Podía sentir un dolor místico cada vez que me concentraba. Apenas logré arrastrarme hasta la cama que me habían proporcionado y me desplomé sobre ella, haciendo una mueca al ver cómo algunos destellos de recuerdos invadían mi mente. Eran cosas confusas. Fragmentos. Un lío turbio que solo renovó mi determinación de alejarme de toda esta porquería. Uno de los recuerdos, sin embargo, era nítido: el de un perro. ¡Diablos! Era una cosa de apariencia rara. Definitivamente algo originario de este mundo, con cuernos y colmillos. Casi me resultaba familiar, como un tallado del exterior de un templo que cobraba vida. Pero era un perro, de eso no había duda. Conocía de memoria esos ojos ansiosos y los sentimientos que me invadían desde el cristal. La diversión. El amor y el cariño. Simpaticé con esos recuerdos. Me acordé de mi propio perro, del Antes, hace mucho que había pasado. El buen chico con el que crecí. El mismo que había estado a mi lado y había vivido aventuras conmigo hasta que sus viejos huesos finalmente le fallaron. Hasta que finalmente tuvo que ir a ese sueño definitivo. Entonces, cuando la visión, el recuerdo, cambió a esa cosa lastimosa, el perro viejo y roto, gimiendo y acurrucándose en mi mano, solo había una cosa que podía hacer. Quizás fueron los sentimientos persistentes los que me impulsaron a consolarlo, o quizás los míos, pero no importaba. Nada tan leal merecía morir así, solo y en la oscuridad. Agotado, cerré los ojos y me dormí.

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