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lunes, 6 de noviembre de 2023

DH - Prologo

Prologo
Si la Vida Fuera Como Cuando nos Conocimos
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
La guerra, la cual acabó con toda una época, pero también creó un mundo nuevo. Nadie sabía exactamente cuándo empezó, pero las noches ya no estaban envueltas en la oscuridad. Bajo la cortina de la noche, 2 pequeños y tenues destellos surgieron en la distancia. Flotaban en el aire. Unas espesas aguas residuales de color verde oscuro que desprendían constantemente su denso olor pútrido fluían por todas partes alrededor de la zona abarcada por las débiles luces de estas luciérnagas. Las aguas residuales emanaban un lúgubre resplandor verde incluso en lugares relativamente más oscuros, iluminando una pequeña región. Aparte de la insoportable suciedad de este lugar, el aspecto más peligroso de este lugar era la radiación presente en las aguas residuales que se podía encontrar por todas partes. En los charcos de aguas residuales acumuladas flotaban trozos de tela que hacía tiempo que habían perdido sus colores originales, ollas completamente oxidadas, cadáveres putrefactos de criaturas desconocidas y todo tipo de inmundicias. De vez en cuando, ratas gigantes de más de un metro de largo emergían de lugares desconocidos, chillando mientras se precipitaban junto a las aguas residuales antes de desaparecer de nuevo en la oscuridad. Las enormes ratas casi no parecían afectadas por la radiación, que era lo bastante fuerte como para matar a un caballo robusto. Sin embargo, de vez en cuando caían trozos de carne y pelo de sus cuerpos y, al examinarlos más de cerca, se veía que la carne se había podrido hacía tiempo. Parecía que ni siquiera las ratas gigantes eran completamente resistentes a la radiación. Las dos luces se elevaron varios metros antes de detenerse en lo alto de una viga de acero inclinada. Entonces contemplaron el mundo en esta oscura noche. Reflejados en aquellas luces rojas había grandes edificios a los que sólo les quedaba su cascaron exterior, casas con la mitad de sus paredes derruidas y restos de coches dispersos por todas partes. La tenebrosa luz verde podía verse por todas partes bajo el cielo nocturno. Este lugar era considerado una ruina hace 50 años, pero ahora, era conocido como una ciudad. Una llama deslumbrante estalló de repente en una esquina no muy lejana. Se oyeron gritos locos e histéricos, y el ruido se acercaba rápidamente. Las luces rojas parecieron sobresaltarse, y 4 alas transparentes se desplegaron mientras volaban rápidamente hacia el cielo. Una luz ardiente brilló por encima, un escarabajo gigante de un metro de largo se alejaba volando. El individuo que portaba la antorcha no parecía interesado en absoluto en el escarabajo y continuó corriendo siguiendo la corriente de gente que tenía delante. De vez en cuando se oían rugidos parecidos a los de las bestias. La llama desapareció en la distancia y el enorme escarabajo volvió a ocultarse en la oscuridad. Sin embargo, de repente sopló una intensa ráfaga de viento. El escarabajo gigante soltó de inmediato un miserable chillido. Sus patas, afiladas como una cuchilla, golpearon continuamente los ladrillos y las barras de acero, haciendo saltar chispas brillantes. Las 4 alas se agitaban sin cesar mientras luchaba por su vida, pero seguía siendo arrastrado lentamente hacia la oscuridad. Poco después, sus chirridos se acompañaron de crujidos. Dentro de un callejón oscuro, sonaron de repente pasos apresurados. Una mujer que parecía bastante nerviosa entró corriendo. En cuanto entró en el callejón, vio una figura apoyada en la pared. La cual estaba completamente cubierta por una manta negra y, con la cabeza caída, era imposible distinguir su rostro. Por su complexión más bien delgada, el cuerpo parecía pertenecer a un niño de 8 o 9 años. La mujer apretó los dientes y se acercó dando unos pasos. Con fuerza, introdujo el envoltorio de tela de sus brazos en el pecho de aquel individuo. Con voz amarga, grito. - ¡Se lo ruego, por favor, sálvela! La fluorescencia del charco de aguas residuales bajo la pared iluminó los rasgos faciales de la mujer. Aunque la luz era más bien tenue, revelaba un rostro extremadamente joven y hermoso. Parecía tener unos 20 años. Tenía una piel blanca como la nieve que rara vez se veía en esta época, tanto que era suficiente para que otras mujeres quisieran cortarle la cara unas cuantas veces solo por los celos. Su cuello también era largo y delgado. Debajo de su mandíbula se perfilaba una curva casi perfecta. Siguiendo hacia abajo, su piel blanca sobresalía de repente, dibujando un profundo escote. Sus ropas eran extremadamente finas, y sólo unos pocos botones estaban descuidadamente abrochados, dejando al descubierto la mayor parte de sus grandes pechos. Dos protuberancias seductoras se podían ver vagamente entre la ropa, y alrededor de esa zona, unas pequeñas manchas de humedad eran visibles. Seguramente se las había dejado tras alimentar a un niño. Todo esto no le llevó ni siquiera un segundo completo. Sin esperar siquiera a que aquella persona respondiera, la mujer se levantó de repente y echó a correr hacia el fondo del callejón. Después de correr más de 10 metros, de repente soltó un grito ensordecedor. Su grito recorrió toda la ruidosa noche. El ruidoso e histérico grupo no muy lejano lanzó de inmediato gritos de alegría y excitación, y antes de que pasara un minuto, el callejón se iluminó con antorchas. Más de 10 individuos vestidos con ropas desgastadas se precipitaron en el callejón. Sus rostros revelaban expresiones a la vez crueles y estimuladas mientras se abrían paso hacia las profundidades del callejón. Un individuo bastante robusto agitaba un gran garrote de madera del que sobresalían clavos de hierro. Sus brazos empujaron a los que iban delante, mientras los perseguía. - ¡Cuando atrapemos a esa mujer, quiero la primera ronda! Voy a partirle la cabeza a quien no esté de acuerdo. Detrás de él, un hombre delgado de mediana edad hablaba con un volumen que no se correspondía con su físico. Se rio a carcajadas y dijo con tono burlón. - Bien, Duncan el Negro. Sin embargo, esa mujer se había acostado antes con un demonio, así que quién sabe qué clase de cosas lleva su cuerpo. ¿Aún vas a follarla? ¿No tienes miedo de que cuando se la metas hasta la mitad, tu amiguito se pudra por dentro? Duncan el Negro replicó. - Puede que no. Puedo soportar más radiación que ustedes. Sin embargo, su voz ahora mostraba claramente un poco de vacilación. Lo cual provocó risas a la gente alrededor. - Duncan el Negro, incluso te atreves a follarte a un cerdo mutado, así que ¿de qué tienes miedo? ¿No será que tu amiguito ya está podrido? Sin embargo, ¡tú amiguito realmente no parece estar a la altura de tu cuerpo real! ¡Ya no me importa! Si crees que el tuyo es grande, entonces hazlo. De cualquier forma, ¡yo no lo haré! De repente, alguien gritó. - ¡Si ustedes no lo van a hacer, entonces lo haré yo! De cualquier manera, el mío ya está medio podrido. Si puedo hacerlo con una mujer de piel clara, ¡entonces vale la pena aunque se pudra del todo! El que gritaba era un viejo flaco y arrugado. Aparte de la sucia tela que cubría su cuerpo, no parecía tener nada. Su cuerpo flaco estaba cubierto de heridas putrefactas y su cabeza estaba casi completamente desnuda. Sólo tenía un poco de pelo blanco. Jadeaba mientras corría, su pecho liberaba silbidos, como si fuera una antigua caja de viento ambulante. Apenas era capaz de seguir el ritmo del grupo. Sin embargo, la cosa oscura que tenía debajo de la cintura era como una barra de acero corta y delgada, ya que de repente se erguía contra su estómago. El callejón no era largo y, en un abrir y cerrar de ojos, la docena de matones se precipitó por el otro extremo. Tras el paso de las vacilantes llamas, la oscuridad volvió a consumir la zona. La bella mujer mantenía toda la atención de la violenta y lujuriosa multitud, por lo que ni siquiera se percataron de que el bulto de la esquina era una persona. En realidad, aunque estos matones lo vieran, no le prestarían mucha atención. Después de todo, las figuras moribundas tendidas en charcos de aguas residuales radiactivas no eran algo raro. No muy lejos del callejón, los gritos de la muchedumbre se hicieron de repente cada vez más fuertes, y se mezclaron con los gritos miserables de una mujer que ya no sonaban como los de un humano. Poco después, el grito de la mujer se amortiguó, como si algo le impidiera hacer más ruido. Las rugientes carcajadas de la multitud se hicieron cada vez más fuertes y, al final, la voz de la mujer quedó completamente ahogada. Dentro del oscuro callejón, la figura envuelta en la manta negra se movió de repente, su cabeza caída se levantó lentamente. Debajo de las mantas apareció un bebé, y de los bordes se veía parte de una mano pequeña. El tierno contorno pertenecía claramente a un niño que aún no había madurado, pero a pesar de ello, la piel del niño era clara y suave. Era tan brillante que resultaba algo deslumbrante, contrastando enormemente con el entorno. Desde el interior de la manta, brillaba una luz verde intenso; procedía de su ojo. En ese momento, observaba en silencio al niño que estaba envuelto en la tela. El cual no lloraba ni se quejaba. Un par de grandes ojos azules también miraban hacia la luz verde intenso. Su piel brillaba con un tono similar al de la crema de más alta calidad, completamente diferente de las grandes manchas de piel azul oscuro o verde que se encuentran en los bebés que nacen actualmente. Sus pequeños labios estaban bien definidos. En resumen, era realmente hermosa, sobre todo para un bebé que aún no había dejado de tomar leche. Parpadeó y la luz verde de la cara de la niña también parpadeó. Finalmente, alargó la mano y aflojó un poco la tela. La niña también podía oír el sonido que la rodeaba. Podía oír los rugidos de la multitud, así como los gritos desdichados de la mujer de vez en cuando. Su delgado brazo blanco y sus delicados y largos dedos eran como nubes en un cielo nocturno. Tras aparecer a la vista momentáneamente, volvieron de nuevo a la manta. La cabeza de la niña estaba ligeramente inclinada hacia un lado. Sus orejas temblaban ligeramente, como si estuviera captando todo el sonido circundante; parecía completamente absorta en escuchar a su alrededor. Sólo ahora se dio cuenta de que las puntas de sus orejas eran puntiagudas, lo que las hacía un poco más largas que las de los humanos normales. A lo lejos, el brutal e inmoral festín no duró mucho. Tras un grito lleno de desesperación, la multitud se fue calmando. Poco después, estalló una luz ardiente. Un humo espeso se elevó en el aire, trayendo consigo oleadas de olor a quemado. Un gran fuego ardía, y de vez en cuando, incluso se precipitaba en el aire. Era tan grande que la luz de las llamas iluminó momentáneamente el callejón, en el cual no quedaban más que aguas residuales. El niño envuelto bajo la oscura manta negra no aparecía por ninguna parte.
* * *
El sol salió como de costumbre. La abrasadora luz del sol atravesaba las espesas nubes grises, esparciéndose por el suelo que alternaba entre el negro y el amarillo. De vez en cuando, una fuerte brisa apartaba un trozo de las nubes grises y permitía que la luz del sol brillara sin obstáculos. Los extraños y bizarros animales se dispersaban en todas direcciones en busca de sombras o de cuevas subterráneas donde esconderse de los duros y fatales rayos del sol. Los únicos seres vivos que no temían la luz del sol eran ciertas especies de vegetación. Los tallos, de un blanco enfermizo, tenían pinchos de medio metro de largo. Cada vez que la luz del sol caía sobre ellos, se giraban para absorberla. Entonces crecía frenéticamente a una velocidad visible a simple vista. ¡Bang, bang! Se oían ruidos, perturbando la tranquilidad de la mañana. Un anciano de unos 50 años golpeaba ferozmente un tubo de metal que sobresalía del suelo mientras gritaba con voz ronca. - ¡Hora de trabajar! Será mejor que todos ustedes, bastardos, se muevan rápidamente hasta aquí ahora mismo. Que el viejo Hans vea cuántos afortunados quedan. Más de 100 personas salieron inmediatamente del suelo y corrieron en esa dirección. Sin embargo, todos se detuvieron voluntariamente a 5 metros del anciano, como si hubiera algún tipo de barrera que les impidiera dar un paso más. Entre el grupo había unos pocos que no conocían las costumbres y que se abrieron paso a empujones. Los hombres grandes y robustos que les rodeaban los regañaron de inmediato. - ¡Los recién llegados empiezan por detrás! ¿Qué hacen empujando? Aquellos individuos se dieron cuenta inmediatamente de lo que ocurría. Sus rostros sufrían varios puñetazos y terminaron tirados en el suelo. La gente que les rodeaba contribuyó de inmediato sin descanso con sus brazos y piernas. Sólo después de un rato, aquellos hombres robustos arrojaron fuera de las filas a estos individuos casi moribundos. Incluso escupieron con odio una bocanada de saliva a los recién llegados. El viejo Hans hacía tiempo que se había acostumbrado a estos actos salvajes. Se limitó a encogerse de hombros con indiferencia. Actualmente vestía una chaqueta de cuero que había perdido completamente su brillo por fuera de una camisa de color rojo apagado con un tosco estampado de cuadros. Debajo llevaba unos vaqueros salpicados de aceite, y en los pies unas botas militares altas. Comparado con los refugiados que le rodeaban, que no parecían más que mendigos, el viejo Hans era simplemente como un rey. Su actitud también era la de un rey. Delante de su pecho colgaba un emblema de plata. El fondo del emblema era una ciudad lejana, y en el centro había un tanque. Bajo la luz del sol, el emblema brillaba con intensidad, lo que lo hacía extremadamente llamativo. Todos los ojos pasaban con frecuencia junto al emblema. Entre esas miradas, había algunas que revelaban miedo, otras celos, pero las más comunes eran miradas parecidas a las que tienen los lobos hambrientos. Pero frente a este centenar de lobos, el viejo Hans no parecía asustado lo más mínimo. Se colocó detrás de una mesa metálica y cogió unas latas con etiquetas indiscernibles. Las golpeó contra la mesa y grito. - ¡Lo mismo de siempre! ¡100 kilos de mineral se pueden cambiar por 5 centavos! El precio de la comida es el mismo que ayer. Por piedad hacia ustedes, bastardos, hoy hay incluso unas cuantas latas. ¡Dependerá de ustedes quién se lleva qué! No se amontonen, ¡vengan de uno en uno! Estas personas conocían bien las reglas. Tras alinearse correctamente, se dirigieron uno a uno a la mesa metálica. El viejo Hans parecía un carnicero eligiendo su carne mientras recorría con la mirada sus cuerpos, color de piel y complexión. Luego les gritaba despreocupadamente “¡Estás bien, puedes ir allí a trabajar!” o “¡No sirves, largate!”. Los refugiados que obtenían la aprobación corrían inmediatamente hacia el montón de herramientas. Tras coger un pico de metal y una cesta para llevar a la espalda, corrieron de inmediato hacia las minas situadas a varios cientos de metros, temiendo que si eran un segundo más lentos, el viejo Hans cambiara de opinión y los considerara unos inútiles y les dijera las aterradoras palabras “¡No sirves, lárgate!”. - ¿Por qué no soy lo suficientemente bueno? Un rugido ahogado atrajo la atención de todos. Provenía de un individuo que medía alrededor de 1,80 metros de altura. Un hombre negro con la complexión de un oso de montaña golpeó con el puño la mesa de metal y rugió hacia el viejo Hans. El cual sacó un pañuelo limpio y se limpió lentamente la saliva que le cayó en la cara. Señaló hacia una lesión putrefacta del tamaño de un cuenco y dijo sin prisa. - ¡Has contraído una enfermedad! Si te dejo bajar a las minas, infectarás a mis trabajadores más fuertes. ¿Quién completará el trabajo entonces? El hombre no escuchó lo que decía el viejo. Siguió gritando mientras golpeaba con fuerza la mesa de metal. - ¡Yo puedo trabajar! Necesito comer y tengo tres hijos que criar. El viejo Hans frunció el ceño. Se acarició la barba e hizo una seña a la gente que tenía detrás. En cuanto sonó una explosión, los gritos del hombre negro cesaron bruscamente. Mientras miraba con incredulidad el hueco que había aparecido en su pecho, intentó hablar, pero no salió ni una sola palabra. Detrás del viejo Hans, un hombre calvo y robusto volvió a apretar el gatillo de la escopeta de doble cañones que tenía en sus manos. Otro fuerte sonido estalló, enviando varios centenares de perdigones al pecho de aquel hombre negro. Sus heridas aumentaron, y esta vez, atravesaron por completo su grueso y robusto pecho. El robusto hombre vestía un traje negro que tenía tantas arrugas que se quedó completamente sin forma. También tenía muchos agujeros, que revelaban lo antigua que era la ropa. Había un total de 3 hombres robustos como éste detrás del viejo Hans. El cual una vez terminó de limpiarse la cara, dijo al aire vacío frente a la mesa de metal: - Además, imbécil, ¡tú saliva apesta! Por su forma de hablar, parecía que el negro seguía de pie frente a la mesa. Todavía había más de 100 refugiados que no habían entrado en las minas. A partir de este momento, un poco menos de codicia y un poco más de miedo se podía ver en sus ojos. Varios individuos se acercaron. Arrastraron el cuerpo del gran hombre negro y lo dejaron caer en algún lugar a varios cientos de metros de distancia. La fila frente a la mesa de metal se acortó rápidamente. Antes de que el cielo se iluminara, la mayoría de los refugiados ya habían entrado en las minas. Los que no habían sido elegidos comenzaron a caminar hacia la ciudad en busca de otras oportunidades. - El número de trabajadores enfermos es cada vez mayor. La cantidad de este mes parece un poco escasa... El viejo Hans frunció el ceño. Se levantó y estiró su adolorida espalda. Sin embargo, cuando sólo había estirado a la mitad se detuvo de repente. Entonces se apoyó con sus brazos y se inclinó hacia delante para mirar al niño que apenas era más alto que la mesa de metal. El cual estaba cubierto con una manta tan sucia que su color original había desaparecido hacía tiempo. La cara, los brazos y todos los lugares expuestos del niño estaban densamente cubiertos por tiras de tela. Sólo se le veía el ojo izquierdo, que miraba tranquilamente a Hans. El niño parecía tener unos 8 o 9 años, y no se sabía si era hombre o mujer. En un principio, el viejo Hans no perdería el tiempo con un refugiado obviamente inadecuado. Sin embargo, tal vez fuera porque sentía un poco de caridad, tal vez la visión de la sangre que acababa de ver le había ablandado el corazón, tal vez la ansiedad por la falta de trabajadores este mes, o incluso la mirada del niño, pero a pesar de todo, dudó. De repente, abrió la boca y le preguntó. - ¿Quieres trabajar? El niño asintió con la cabeza. - ¡Bien! Sin embargo, ¿eres hombre o mujer? - Varón. Dijo después de un tiempo. En comparación con otros niños de edad similar, su voz era claramente más grave y poseía un indescriptible tipo de atracción. - Bien. Chico, ve allí a coger tus herramientas. Sigue a los demás. Por cada 10 kilos de mineral que desentierres, podrás cambiarlo por 5 centavos. Este es el mejor trato que puedo darte. Por tu forma de vestir, ¿no me digas que escondes algún tipo de enfermedad? Está bien, no tienes que preocuparte. Al menos no hay ningún olor que salga de tu cuerpo. La nariz del viejo Hans sigue siendo bastante buena. Ve, cuanto antes termines, antes podrás alimentarte. Cuando no puedas trabajar más, busca a Pedro el Cojo. Él te dirá por cuánto dinero o comida puedes cambiarlo. Bajo la cháchara del viejo Hans, el muchacho levantó el pico de metal que era más alto que él. La cesta que llevaba a la espalda casi tocaba el suelo mientras se adentraba lentamente en las profundidades de las minas. Sólo cuando su figura desapareció, el viejo sacudió la cabeza. De repente se dio la vuelta, miro a los hombres corpulentos de traje negro y les pregunto. - ¿He hablado demasiado hoy? Ante este anciano aparentemente nervioso, los robustos hombres con aspecto de toro no pudieron evitar retroceder unos pasos. Inmediatamente se apresuraron a negar con la cabeza. El viejo Hans soltó unas risitas forzadas y dijo. - Eres bastante listo, y por eso te nombré jefe de la guardia. Sin embargo, tienes que recordar que en este lugar soy el único agente de la compañía. Puedo hacer que mates fácilmente a esos refugiados que parecen perros, y también puedo convertirte en perro mañana. Las personas mayores suelen tener algunos rasgos excéntricos. Sólo tienes que hacer bien tu trabajo, ¿entendido? - Entendido, señor Hans. - ¡Deberían llamarme su majestad Hans! - ¡Entendido, su majestad Hans! El viejo Hans tarareó una misteriosa melodía y entró en una pequeña casa hecha de láminas de metal. Esta casita, protegida del viento y la lluvia, también podía considerarse un tipo de lujo.
* * *
Pronto se acercó el atardecer. Los Lobos Putrefactos que habían dormido toda la noche se despertaron y soltaron largos aullidos. Empezaron a vagar como fantasmas en busca de cosas con las que llenar el estómago. El viejo Hans abrió de un empujón las puertas metálicas de la pequeña casa y salió. Entrecerró los ojos y miró el sol que estaba a punto de ponerse. Se sentía mucho mejor después de echarse una siesta. Las minas ya estaban completamente desiertas, pues los trabajadores hacía tiempo que habían terminado. Habían terminado sus raciones, así que volvieron a donde vivían. Una vez que el sol caía por debajo del horizonte, las desordenadas minas se cubrían de feroces ratas gigantes. Estas criaturas eran ridículamente feroces, con incisivos afilados que podían morder fácilmente barras de acero de más de 2 centímetros de grosor. Incluso las rocas más duras eran inútiles ante las ratas. Una vez que salía el sol, las feroces ratas cavaban bajo tierra y dormían, dejando a los mineros la mayor parte del día para excavar mineral. En cuanto el sol estaba a punto de desaparecer por completo, la pequeña figura apareció por la entrada de la mina. Detrás del chico había una cesta de mineral casi tan alta como él. En ese momento se acercaba con pasos inseguros. Los párpados del viejo Hans se abrieron de asombro. No dijo ni una palabra ni se movió mientras observaba cómo el niño se dirigía a la pequeña montaña de mineral y echaba el contenido de la cesta de su espalda. Luego se acercó lentamente mientras sujetaba el trozo de papel que había recibido del capataz. Las tiras de tela que envolvían su cuerpo estaban salpicadas de grandes manchas rojas, amarillas y de diversos colores oscuros procedentes de las minas. Al ver que el muchacho se acercaba, el viejo se dirigió hacia la parte trasera de la casa. Había un gran cobertizo junto a la casa de metal. Pedro el Cojo, al que le faltaba media pierna, movió con dificultad su cuerpo que superaba los 100 kilos de peso y gritó. - Muchacho, ven aquí. El chico llegó ante el cobertizo y le entregó el papelito. Cuando Pedro el Cojo pasó los ojos por encima, no pudo evitar soltar un silbido. - ¡Jovencito, no está mal! Has hecho más que muchos adultos. Pedro utilizó su grueso dedo para señalar hacia una larga lista de artículos, y el chico empezó a mirar la lista también. Su mirada se detuvo momentáneamente en las palabras “agua potable”, y luego siguió mirando hacia abajo hasta que fue bloqueada por el grueso dedo de Pedro. - Sólo esto. El chico señaló la lista con un dedo envuelto en tela. Pedro gritó inmediatamente. - ¡Ah, ja! ¡Agua potable de grado 3! Jovencito, sin duda eres de la nobleza, ¿verdad? He oído que los cuerpos de los nobles son tan débiles que sólo pueden beber agua pura. Tiene que ser agua sin impurezas ni la más mínima radiación. - Sólo esto. El chico señaló la lista. Su voz no cambio en lo más mínimo, lo que hizo dudar a los demás de si realmente se trataba de la voz de un trabajador de mina. Pedro se encogió de hombros. Del cofre de madera que tenía detrás, sacó una bebida con una fecha de producción igualmente irreconocible y la lanzó hacia el chico. - ¡Toma! Agua potable de grado 3, mocoso extravagante. El chico colocó con cuidado la pequeña lata en la manta y se dio la vuelta para marcharse. Pedro el Cojo sacudió la cabeza y sacó un trozo de pan del tamaño de un puño. Se lo lanzó al chico y le dijo. - Jovencito, la minería es una tarea agotadora. No durarás mucho si no comes. Toma esto y recuerda que le debes a Pedro el Cojo 5 centavos. Mañana te los descontaré de tu paga. El chico cogió el pan y lo guardó cuidadosamente de forma similar. Luego hizo una profunda reverencia hacia él antes de partir hacia la oscuridad. En el oscuro desierto, 10 pares de ojos como de lobo enfocaron al chico. Los susurros subían y bajaban continuamente. - Parece que ese mocoso ha trabajado bastante. ¿Por qué no echamos un vistazo para ver por cuánto ha cambiado? Podría haber incluso media barra de pan. - ¡Apuesto a que tiene un gran trozo de carne de rata asada! Desde un lado, una voz perezosa pero feroz interrumpió su conversación. - Eh, estúpidos recién llegados. ¿No conocéis las reglas del Viejo Hans? Dentro de su territorio, nadie puede robar objetos intercambiados. Las voces de antes no parecían estar convencidas. - ¿El Viejo Hans? ¿Qué va a hacer al respecto? Puedo darle una paliza a 10 viejos pedorros como él. La persona aparentemente perezosa se rio. - ¿Sólo tú? ¡Ni siquiera estás cualificado para lamerle el culo! Los que fueron llamados estúpidos recién llegados se indignaron. Justo cuando querían contraatacar, quién lo iba a decir, el otro individuo perdió de repente el interés y dijo secamente. - ¡Chicos, corten en pedazos a estos tipos que quieren causar disturbios y dénselos de comer a los Lobos Putrefactos! 10 figuras más respondieron y rodearon el lugar. Se oyeron gritos miserables, y el páramo recobró la tranquilidad. Todos querían descansar lo más posible para extraer mañana más mineral. Desde el cobertizo, Pedro el Cojo ya no podía ver la figura del muchacho. Se rascó la cabeza casi calva y murmuró. - ¿Adónde va ese joven? Si se lo comen los Lobos Putrefactos, habré perdido esos 5 centavos. Oye, viejo Hans, ¿crees que los perderé? El viejo Hans, que estaba apoyado en el cobertizo, levantó las manos y dijo. - Quién sabe. Pedro el Cojo se levantó con dificultad y empezó a recoger la comida y la lista del inventario. La pierna que le quedaba era lo bastante gruesa y sólida como para soportar su cuerpo sin la ayuda de muletas. Recogió el trozo de papel que le había dado el chico y estaba a punto de tirarlo cuando de repente recordó algo. Volvió a mirarlo y dijo - Agua potable de grado tres... Realmente no sé para qué necesita algo así. La radiación en el interior de la mina es muchas veces más potente que las aguas residuales del exterior. No es algo de lo que pueda librarse bebiendo un poco de agua limpia. El viejo cogió el papel y le echó un vistazo. Después de pasar la vista por el número, lo arrugó y lo arrojó al pozo de fuego que había fuera del cobertizo. El viejo Hans tosió varias veces y escupió al suelo. - Pedro, ve y dile a Perro Loco Mida que descuente 10 kilos menos de la cesta del niño. Si puede trabajar aquí un mes entero, entonces cuéntalo como la cantidad completa. - Eso parece un poco injusto. - Está criando a un niño. El viejo Hans encendió un cigarrillo al que sólo le quedaba la mitad de su longitud. Su voz sonaba un poco sombría. Pedro se sobresaltó un poco y levantó la cabeza. - ¿Qué? Con su edad, ¿cómo puede estar criando a un niño? El viejo Hans sopló un anillo de humo y dijo. - Si un niño menor de 3 años sólo bebe agua sin radiación y come cosas limpias, cierto, si sólo se consumen cosas así, entonces no habrá mutaciones al crecer. - ¡Cielos! Siempre supuse que todo el mundo mutaría. ¿Cómo lo sabes? - Porque yo también he criado a un niño antes. - ¡Nunca habías hablado de estas cosas! ¿Qué edad tiene? Ahora debe de tener unos 20 años, ¿no? Señor, ten piedad, no puede salir tan feo como tú. Hans se rio entre dientes y dijo. - Entonces era muy pobre y no tenía suficiente agua o comida limpia. La mutación le sobrevino cuando tenía 5 años y no pudo salir adelante. Pedro no sabía qué decir. Tras un momento de silencio, dijo. - Viejo amigo, lo siento. No debí decir esas cosas. Sabes qué... nunca me he encontrado con una mujer que haya podido dar a luz en esta tierra y nunca he tenido la oportunidad de criar a un hijo. El viejo Hans aspiró profundamente el humo y contempló el cielo nocturno, tenuemente verde. - Socio, no hace falta que me digas esas cosas. En aquel entonces, si no fuera por ti, ya me habría convertido en comida para los Lobos Putrefactos. Tampoco estaría en esta posición como agente de la compañía. Pedro levantó un baúl de almacenamiento de 50 kilos. Se le dobló la única pierna e inmediatamente saltó en el aire para colocar suavemente el baúl en el estante más alto. Luego sacudió la cabeza y dijo. - No te he salvado intencionadamente... Tienes que recordar que yo era un experto en lucha. Mi fortalecimiento defensivo ya estaba en segundo nivel, así que ese rey lobo no podía morderme por mucho que lo intentara. Sin embargo, para ustedes era diferente. Para gente frágil como ustedes, usuarios de magia, ¡podría arrancarles medio trasero de un solo mordisco! Hans le dio el trozo de cigarrillo que le quedaba a Pedro y le palmeó el hombro. - Compañero, no te acuestes demasiado tarde. Ninguna mujer vendría aquí a estas horas. Pedro aspiró profundamente y contuvo la respiración en sus pulmones. Sólo cuando no pudo aguantar más exhaló. El viejo ya había regresado a la casa de metal. Sólo se oyó un golpe, lo que implicaba que ya se había tirado sobre la cama. Pedro sacó una caja de metal verde de debajo de la mesa principal y, de su interior, sacó con cuidado una revista que parecía a punto de deshacerse. Tomando prestada la luz de la hoguera, empezó a hojear la página una a una, con la respiración cada vez más agitada. De repente, la portada de la revista se desprendió y cayó al suelo. La mujer de cuerpo hermoso y sexy que aparecía en la portada ya se había vuelto borrosa debido al paso del tiempo, pero las llamativas palabras “Playboy” aún podían verse en su portada. Debajo de esas palabras había una línea de pequeñas palabras que revelaban la fecha de publicación de la revista Febrero de 1982.
* * *
Independientemente de cuántos nuevos refugiados llegaran del desierto o cuántos refugiados desaparecieran misteriosamente, el sol siempre saldría como siempre. El joven era el mismo de ayer. Dentro de la mina bañada por la luz del sol, la cantidad de mineral que desenterraba era la misma que ayer. Los objetos que cambiaba también eran los mismos. La única diferencia era que la cantidad de dinero que debía a Pedro el Cojo pasó de 5 a 10 centavos. Un mes más tarde, ya fuera porque tenía suficiente para comer o porque el chico se había hecho más fuerte, la cantidad que ganaba cada día aumentó un poco. Como resultado, la cantidad que debía a Pedro disminuyó gradualmente. La vida en el desierto se repitió monótonamente. Así pasó rápidamente un año. En esta época, poder vivir monótonamente era ya un lujo. No había necesidad de luchar contra los Lobos Putrefactos por la comida, y además tenía agua sin demasiada radiación para beber; ¿qué más podía pedir? En cuanto al aburrimiento, era simplemente una cuestión de extravagancia. Sólo los locos raramente pensarían en algo así. Al principio, muchos recién llegados pusieron sus ojos en el chico, pero las tiras de tela que rodeaban su cuerpo los ahuyentaron. Había al menos 10 enfermedades muy infecciosas, y no había medicamentos que pudieran curarlas. Además, todas estas enfermedades tenían un rasgo similar, y era precisamente la putrefacción. Mucha gente ya había empezado a hacer sus conjeturas sobre lo mucho que se había podrido bajo la tela. Incluso hicieron apuestas sobre cuánto tiempo más podría vivir. Sin embargo, cuando ya había pasado la fecha por la que apostaban los más atrevidos, hubo 4 recién llegados lo bastante temerarios e ignorantes como para seguir al muchacho hacia la oscuridad. A 3 de ellos no se les volvió a ver, y al que regresó luego le perdieron el rastro. A la mañana siguiente, temprano, los refugiados encontraron a aquel individuo colgado del alto poste de madera que había frente a la casa del viejo Hans. Los guardaespaldas de traje negro habían utilizado sus escopetas de doble cañón para dispararle en un total de 10 ocasiones, pero aún no había exhalado su último suspiro. Parecía que en el campo de la tortura, estos hombres tenían bastante talento. Desde aquel día, todos los refugiados recién llegados sabían que nunca debían provocar a aquel muchacho. Pasaron tres años. La cantidad de mineral que el chico extraía ya era 4 veces la cantidad inicial, pero la cantidad de comida que necesitaba intercambiar también aumentaba continuamente, por lo que nunca tuvo muchos ahorros. La cantidad de arrugas en la cara del viejo Hans también se había profundizado un poco, y el playboy de Pedro el Cojo del 82 también pasó de 15 a 10 páginas. Durante el quinto año, la cantidad de mineral que podía extraerse de las cuevas empezó a disminuir gradualmente. La felicidad de una vida sencilla en el desierto también había llegado a su límite. Una noche, después de recibir de nuevo la comida y la bebida de Pedro el Cojo, el viejo Hans le detuvo. El niño de entonces que ahora se había convertido en un hombre entró en la casa de acero con el Viejo Hans. La casa estaba llena de trastos, pero había una cama. Realmente había una cama, una con almohada y ropa de cama. Sólo esta cama bastaba para distinguir al viejo de todos los demás. El joven no dedicó a la cama más que una mirada, sino que tenía los ojos clavados en el mapa dibujado a mano que colgaba de la pared. Aunque era muy tosco y había grandes zonas en blanco. Incluso había algunas zonas claramente marcadas en rojo como peligrosas. - Aquí es donde estamos. El viejo Hans señaló el mapa. Luego, su dedo se movió hacia el oeste y se detuvo en una zona marcada en rojo para indicar su peligro antes de continuar: - Esta zona es la guarida de las Hormigas de Fuego, y esas cosas de un metro de largo son extremadamente peligrosas. No pueden lanzar llamas, pero hay que tener mucho cuidado con ellas. El líquido agrio que expulsan te dolerá aún más que si te quemaran vivo. Lo peor de este lugar es que siempre viajan en grandes cantidades, pero también llevan cosas buenas en el cuerpo. Sus garras delanteras son incluso más duras y ligeras que el acero. No mucha gente se atreve a matar a estas Hormigas de Fuego, por lo que se pueden vender en bastantes lugares a un precio decente. Detrás de sus patas traseras, hay un pequeño trozo de carne sin radiación ni veneno. El único problema es que la cantidad es demasiado pequeña. El joven contempló en silencio el mapa, como si intentara grabar cada trazo en su mente. El único ojo que podía verse era de un verde intenso, y alrededor de las pupilas había unos cuantos dibujos grises. Era brillante y translúcido, como si se tratara de una pieza de jade de la máxima calidad. Después de tantos años, era la primera vez que el viejo Hans podía ver bien el ojo del joven. Carraspeó y volvió a señalar el extremo sur de la guarida de las Hormigas de Fuego. Allí sólo había una “W”, y no se sabía qué representaba. - Aquí hay una cueva, y dentro hay un estanque de aguas residuales. Dentro del estanque hay una gran sanguijuela mutada. Si la alimentas con tu sangre, expulsará el exceso de líquido de su cuerpo. Esta agua sólo contendrá una cantidad insignificante de radiación. No hay mucha en su interior y apenas será suficiente para un niño de 5 años. El nido de las Hormigas de Fuego debe estar a unos 100 kilómetros de aquí, así que tendrás que caminar unos días. La mina cerrará mañana, así que no tienes que volver. El viejo Hans hizo un gesto con la mano y el joven salio en silencio de la casa. Antes de salir por la puerta, el joven miró al Viejo Hans y le dio las gracias en voz baja. La voz del joven era suave como el viento y poseía un encanto misterioso. Si hubiera vivido en una época anterior, podría llegar a ser una gran estrella. A primera hora de la mañana siguiente, la luz del sol persiguió a los Lobos Putrefactos de vuelta a sus guaridas. Sin embargo, comenzaron a soplar vientos frenéticos que traían consigo rocas y arena del tamaño de un puño. Al oeste de las minas había un desierto estéril que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Las rocas de un rojo ardiente se habían transformado en pilares de piedra plagados de agujeros. Sólo se veían unas pocas plantas cortas cubiertas de púas afiladas, y alrededor de sus ramas y hojas había unas cuantas bayas de arena venenosas. Los escorpiones de roca y las enormes avispas de vientre negro eran extremadamente mortales, pero lo más peligroso era que no había agua. Ni siquiera las aguas residuales llenas de radiación podían encontrarse aquí. Cuando los escorpiones de roca se ocultaron entre las grietas de piedra para evitar la luz del sol, apareció un joven en el borde del desierto. Todo su cuerpo estaba cubierto por una manta de fieltro, y sus brazos completamente vendados llevaban a un niño pequeño envuelto de forma similar en una manta negra. Bajo los ojos compuestos de los escorpiones de roca, 2 figuras, una grande y otra pequeña, caminaban lentamente de la mano hacia las profundidades del desierto. De repente, sopló un vendaval frenético que echó hacia atrás la manta que cubría la cabeza del niño pequeño. Una larga cabellera gris como la seda se desparramó hacia abajo. Bajo la luz del sol, desprendía decenas de miles de vetas de deslumbrante resplandor. El joven detuvo sus pasos y recogió cuidadosamente su larga cabellera antes de volver a cubrirle la cara con la manta. Luego volvió a cogerla de la mano para seguir caminando hacia las profundidades del desierto. Siguieron así durante toda una semana antes de llegar por fin a la cueva de la que hablaba el viejo, y por fin encontraron a la sanguijuela mutada. El joven ayudó a la muchacha a instalarse en el interior de la cueva. Al amparo de la noche, caminó solo hacia la guarida de las Hormigas de Fuego. Sólo al anochecer del tercer día el joven consiguió regresar con dificultad. La niña estaba tranquilamente sentada a la entrada de la cueva, esperando su regreso. No se sabía cuánto tiempo llevaba sentada. Aquella noche, la joven tenía las cejas fruncidas mientras utilizaba sus pequeños dientes blancos como la nieve para desgarrar la carne de hormiga que era tan dura como el caucho. La carne de Hormiga de Fuego era dura y maloliente, pero ella masticaba y tragaba con seriedad. Incluso se lamió el líquido que se le pegaba a los dedos. En las profundidades de la cueva, el joven empezó a curar sus heridas al amparo de la oscuridad. Las heridas eran tan profundas que hasta se le veían los huesos. La sanguijuela mutante que había chupado suficiente sangre fresca se arrastró fuera del cuenco de porcelana y se deslizó silenciosamente hacia el estanque de aguas residuales que parpadeaba con luz verde. Se sumergió en el estanque y dejó atrás medio cuenco de agua clara. Un solo viaje al nido de la Hormiga de Fuego requería 3 días. Como resultado, las vidas del joven, la niña y la sanguijuela giraban en torno a ese ciclo de tiempo. Tres años después, la sanguijuela murió. Una vez más, independientemente de cualquier cambio, el sol siempre volvería a salir. El joven y la niña permanecían hombro con hombro a la entrada de la cueva. El fuerte viento soplaba a través de sus mantas hechas jirones y, de vez en cuando, se les caía un trozo de tela. - Deberíamos buscar otro lugar donde vivir. La voz del joven era suave pero decidida. La seducción anterior de la voz se había vuelto ahora mucho mayor. La chica había crecido hasta alcanzar el pecho del joven. Se apoyó en el cuerpo del joven y se envolvió en la manta. Con voz suave, murmuró. - Tengo miedo. - No tengas miedo. Yo te protegeré. La voz del joven era firme y decidida. Sólo él sabía cuánta confianza tenía en sí mismo. El joven trajo consigo 4 de las extremidades delanteras de Hormiga de Fuego que seleccionó cuidadosamente. El viejo Hans había dicho antes que objetos como éstos se venderían a buen precio en las zonas habitadas, y un buen precio implicaba que tendrían comida y agua limpia para beber. Había aprendido de sus experiencias en las minas que los objetos de valor no podían llevarse en exceso, o de lo contrario traería problemas. El joven caminó delante, y la chica le siguió mientras se agarraba a la esquina de su ropa. La visión de los 2 caminando por la tierra desolada desprendía un sentimiento de desesperación. Yorktown era una zona habitada que sólo se había desarrollado en los últimos 10 años. Ya había entre 500 y 600 personas viviendo en esta pequeña ciudad. Bares, hoteles, restaurantes, tiendas de comestibles y clínicas estaban repartidas por toda la calle principal. Incluso había un sheriff montando guardia para mantener el orden público, y el subfusil que portaba acentuaba aún más su presencia. Lo que el sheriff creía que era motivo de justificación lo sería precisamente. Aquel día, una gran figura había llegado a Yorktown, por lo que algunos de los personajes influyentes de la ciudad habían abandonado el pueblo para dar la bienvenida al invitado. Aquellos que no tenían el estatus para ir con este grupo estaban todos discutiendo con entusiasmo acerca de esta gran figura a pesar de que ni siquiera sabían si esta figura era hombre o mujer. Como resultado, ninguno de los residentes prestó atención al joven que acababa de entrar en la pequeña ciudad. El carnicero de la ciudad también tenía la única posada de la ciudad. Tras recibir una hoja de Hormiga de Fuego de alta calidad, se puso muy contento y ofreció al joven y a la chica una habitación y una cena gratis. Por supuesto, si quería bienes de baja radiación, una sola hoja de Hormiga de Fuego no era suficiente. El joven dejó que la chica descansara en la habitación. Él, sin embargo, se llevó el resto de las hojas de Hormiga de Fuego y abandonó la posada. Había oído que estas cosas podían venderse a precios aún mejores en los mercados. Antes de marcharse, el joven colocó cuidadosamente un discreto mecanismo junto a la puerta de la habitación. Por la sonrisa antinatural del carnicero, el joven ya había adivinado que podría haber algún problema, pero nunca esperó que llegara tan pronto. En cuanto pasó por una intersección, fue detenido por 2 individuos. Por los garrotes de madera que sostenían con inquietud, era obvio que no venían con buenas intenciones. - ¡Eh, mocoso! He oído que tienes a la venta espadas de Hormiga de Fuego. Nuestro líder quiere charlar contigo. El joven dudó, pero aun así siguió a los individuos hasta un pequeño callejón apartado. Luego entró en una gran casa que aún podía considerarse relativamente intacta. El líder se sintió bastante satisfecho cuando miró al joven con la cabeza agachada. - ¡Jovencito! Puedes llamarme Víbora. He oído que tienes cuchillas de Hormiga de Fuego. Bien, no importa cuántas tengas, las quiero todas. Esta es tu recompensa. El joven miró la barra de pan dura como una roca que rodaba hasta sus pies y se agachó lentamente para recogerla. Al mismo tiempo, arrojó al suelo las 3 hojas de Hormiga de Fuego. Cuando volvió a levantarse, se dio cuenta de que los 3 individuos no tenían ninguna intención de dejarlo marchar. Los garrotes de madera que llevaban en las manos seguían empuñados con agresividad. Víbora se levantó y sacó una pistola de un solo cañón hecha a mano y se rio maliciosamente. - Sabes comportarte y adaptarte a las circunstancias. Originalmente, te habría dejado con vida después de completar esta transacción. Sin embargo, el mayordomo me dijo que traías a una niña de piel clara, así que no se puede evitar. De hecho, no soy el líder, sino el segundo al mando. El líder se llama Oso Negro, ¡y probablemente esté subiendo y bajando enérgicamente por el cuerpo de esa niña ahora mismo! ¿Qué puedo hacer yo? El cuerpo del líder está a punto de mutar, y le gustan las niñas pequeñas. Muy bien, jovencito, ¡debería enviarte por tu camino! ¡Esperemos que la niña no haya muerto aún para cuando yo llegue! En ese mismo momento, los oídos del joven que estaban cubiertos bajo las vendas escucharon de repente un débil sonido de goteo. Este fue el sonido creado cuando la pieza de metal que colocó en su habitación se rompió. Este tipo de onda sonora de alta frecuencia no era algo que los oídos de la gente normal pudieran escuchar. De repente levantó la cabeza. Aunque su rostro estaba oculto bajo la sombra de la manta, su único ojo izquierdo brilló de repente. Era como si una llama verde se hubiera encendido. - Tú... Víbora gritó asustado. Cuando terminaron los gritos, el fuerte ruido de un disparo de pólvora resonó por toda la habitación. La bala rompió la última ventana intacta, y el olor a pólvora llenó inmediatamente el lugar. El joven envuelto en una manta negra era como un fantasma, apareciendo de repente en la entrada de la posada del carnicero. La puerta de la posada, descuidadamente construida con trozos de madera, estaba entreabierta. El inconfundible olor a sangre se podía oler desde bastante lejos. La posada estaba inusualmente silenciosa. Dentro, una pequeña voz sollozaba suavemente. El joven dudó un poco antes de entrar en la posada. Detrás de él había un rastro de sangre. El carnicero estaba en la entrada de la habitación del joven. Tenía los ojos desorbitados y una expresión de miedo absoluto. Sólo quedaba su cabeza; su cuerpo no aparecía por ninguna parte. La puerta de la habitación no estaba bien cerrada. Por debajo de la puerta salía sangre continuamente como si fuera agua, y había tanta que daba miedo. El joven estaba de pie dentro de la sangre. Podía sentir que aún estaba bastante caliente. Empujó suavemente la puerta y se quedó en silencio. La muchacha estaba sentada en medio de la habitación mientras se sujetaba las rodillas y hundía profundamente la cabeza en ellas mientras sollozaba suavemente. La manta negra que siempre envolvía su cuerpo estaba tirada a un lado, y la cama de madera toscamente fabricada estaba completamente destruida. La joven llevaba un vestido de diseño tosco pero muy limpio. La piel que quedaba al descubierto, ya fueran sus brazos o sus pequeñas piernas, era tan blanca que enloquecía a quienes la veían. Aunque todavía era joven, aunque hubiera existido en una época anterior, convertiría a todos los hombres de la ciudad en bestias salvajes. El interior de la habitación se había convertido en un infierno. Había trozos de carne y miembros esparcidos por todas partes, por lo que casi no había un buen lugar para pisar. Había algunos órganos que parecían seguir retorciéndose por el suelo, y las paredes se habían teñido de un rojo oscuro. La sangre salía de los trozos de carne, formando charcos de varios centímetros de ancho. No se sabía si el cuerpo del carnicero estaba aquí, o si estos trozos de carne pertenecían a Oso Negro. Menos claro aún estaba a cuántas personas pertenecían. Todo había sido troceado y luego mezclado. La chica estaba sentada en el suelo, en el centro de este infierno formado de sangre y partes de cuerpos. Su hermoso pelo gris, que parecía tejido de seda, caía como una cascada. Las puntas de su pelo estaban bañadas en sangre. Junto a la chica había una enorme espada de verdugo rectangular de más de un metro de longitud clavada en el suelo. El filo de la hoja estaba cubierto de mellas y de él colgaban trozos carne. Sólo cuando se enfrentaba a feroces Osos Violentos cuyos huesos eran más duros que las rocas, el carnicero utilizaba esta espada forjada en acero inoxidable. Al oír moverse la puerta, la muchacha levantó la cabeza y vio al joven. Inmediatamente mostró una sonrisa que era como un arco iris. Bajo la luz del sol que se filtraba por la ventana, las lágrimas que colgaban de las comisuras de sus ojos parecían 2 diamantes resplandecientes. El joven suspiró. Buscó cuidadosamente lugares en el suelo libres de los cadáveres para pisar y caminó hacia la chica. Sin embargo, a la chica no pareció importarle mucho. Inmediatamente saltó a sus brazos, haciendo volar trozos de carne y sangre por todas partes. El joven frotó suavemente el largo pelo gris que seguía tan suave como antes. Aunque había entrado en contacto con la sangre, ninguna de las gotitas de sangre permanecía en su cabeza. - ¡Tengo miedo! La chica dijo en voz baja. Sus pequeñas manos agarraron con fuerza la tela que envolvía todo el cuerpo del joven, tirando hasta que probablemente le dejó bastante dolorido. El joven sabía que estaba realmente asustada, pero no sabía cómo tranquilizarla. Los lugares donde vivía la gente siempre traían problemas, pero en los páramos, cada vez era más difícil encontrar comida. Lo que más le faltaba era agua limpia. En esta época, lo primero que preocupa a todo el mundo es la supervivencia. Antes de la supervivencia, no existía la indulgencia ni el compartir con los demás. La existencia de cualquier persona sólo podía equivaler a comida y agua limpias a los ojos de otra. De repente sonaron voces ruidosas fuera de la posada. Alguien gritó con fuerza. - ¡Un forastero ha cometido un asesinato! ¡El carnicero ha muerto! Acabo de verlos adentro. Los gritos se hicieron cada vez más fuertes y, de vez en cuando, se oía el tintineo contrastante del metal. Había al menos 10 personas rodeando la posada de solo 4 habitaciones. El joven palmeó tranquilamente a la chica y sacó en silencio una hoja de Hormiga de Fuego. Esta hoja había sido cortada por la mitad, y sólo quedaba la parte más afilada. Dientes afilados recubrían la hoja, que brillaba con una intensa luz verde. Además, una empuñadura había sido cuidadosamente pulida y estaba cuidadosamente envuelta en gruesas tiras de tela. Parecía bastante poderosa; un objeto así ya era comparable a las dagas militares de antaño. El joven apretó con fuerza la hoja mientras esperaba en silencio el momento en que irrumpiera el grupo de gente. La chica también dejó de llorar. Sus hermosos ojos azules recorrieron la habitación y se posaron sobre la hoja rectangular del verdugo. Extendió su pequeña mano hacia aquella hoja, porque era un objeto que le resultaba cómodo utilizar. La mano izquierda del joven se estiró y retiró a la niña, sin permitirle tocar la espada. Movió a la chica detrás de él y observó con calma la puerta y la ventana. Aunque la ventana estaba clavada con listones de madera, no duraría mucho contra los que quisieran entrar a la fuerza. - ¡Silencio! Fuera de la posada sonó la enérgica voz del sheriff. El clamor se calmó inmediatamente un poco, mostrando la autoridad del sheriff. Sin embargo, no era lo suficientemente potente, ya que aún se escuchaban murmullos. - ¡Déjame ver primero qué está pasando! Maldición, apesta a sangre. ¿Cuánta gente ha muerto? Con un estruendo, la puerta de la habitación se abrió de una patada, haciendo que el grupo de gente gritara inmediatamente alarmado. A continuación, con estruendosos sonidos, el subfusil del sheriff comenzó a disparar rápidamente. Justo en ese momento, sonó una voz extremadamente fría y profunda, llena de intención asesina. - ¡Quítense de en medio! ¡Abran campo para la señora! El joven escuchó inmediatamente un grito miserable y el sonido de algo cayendo al suelo. Era obvio que los individuos que llegaban no daban tiempo a los demás para apartarse. Sin embargo, la ruidosa conmoción del exterior había desaparecido por completo. El grupo de personas, incluido el sheriff, había enmudecido por completo. Nadie se atrevía a hacer un solo ruido o movimiento, y mucho menos a hablar en señal de rebelión. Entonces, tras un estruendo, el humo y el polvo se levantaron por todas partes cuando las paredes, la entrada y el tejado de la posada fueron desmantelados por la fuerza. Se oyó un desgarro. Una mano cubierta de cuero negro oscuro agarró la fina tira de metal que bloqueaba la pared. La arrancó por completo y la arrojó casualmente a más de 10 metros de distancia. Lo hizo un joven alto, apuesto y arrogante, de expresión fría. Sus cortos cabellos rubios se movían como si formaran una llama ardiente. Sobre su cuerpo había una armadura de medio cuerpo forjada con una aleación de plata grisácea que le cubría el pecho, la espalda, el bajo vientre y otras zonas clave. Debajo de la armadura llevaba un uniforme negro oscuro con franjas doradas cosidas, y en los pies calzaba unas botas altas de cuero pulido hasta que brillaban, lo que le hacía destacar por completo entre la gente sucia y desordenada que le rodeaba. Justo ahora, fue precisamente este individuo quien con sus propias manos destrozó todo desde las calles a 10 metros de distancia hasta este lugar, creando un gran camino de 5 metros de ancho. El joven, la chica y la escena infernal de la habitación se mostraron por completo ante los ojos de todos. La muchacha levantó la cabeza y se sintió abrumada al mirar a la gente que la rodeaba. Era la primera vez que veía a tanta gente reunida. Instintivamente se sintió en peligro y quiso agarrar de nuevo la hoja rectangular del verdugo, pero el joven la sujetó con fuerza. En el instante en que se reveló el aspecto de la cara de la muchacha, una oleada de quietud recorrió a la multitud. Incluso la expresión del arrogante guerrero rubio se congeló un poco. La respiración de cada persona sonaba claramente en los oídos del joven, y era cada vez más cruda y pesada. Suspiró y levantó la cabeza para mirar detrás del guerrero rubio. En el otro extremo del camino que se había abierto hacía unos minutos descansaba un carruaje. Era un carruaje de 4 caballos del siglo XVIII con la carrocería de color negro y dorado. Incluso las luces del carruaje, enmarcadas en cobre, estaban relucientes y limpios, dando al carruaje un aspecto antiguo y elegante. Los caballos que tiraban del carruaje eran altos, y era raro ver a 4 caballos con pelaje similar, blanco como la nieve e inmaculado. Nadie en Yorktown podría haber reconocido que se trataba de caballos de pura sangre. Sin embargo, no importaba, porque independientemente de qué clase de caballos fueran, constituían un lujo que superaba con creces los límites de su imaginación. Delante y detrás del carruaje había 8 guerreros completamente armados con armaduras de aleación exactamente iguales a las del hombre rubio. La única diferencia era que el rubio no llevaba armas, mientras que los guerreros iban armados hasta los dientes. Comparada con aquellas ametralladoras pesadas, el subfusil del sheriff era simplemente como un juguete. Los 4 ayudantes sacaron un gran rollo de alfombra roja de la parte trasera del carro. Partiendo del vagón de 4 en 4, trazaron un camino que conducía directamente al joven y a la chica. La habitación era un infierno de carne y hueso. La gruesa alfombra escarlata fue colocada sobre la sangre medio solidificada, y los asistentes continuaron colocando la ridículamente cara alfombra capa tras capa en el suelo hasta alcanzar los 5 centímetros por encima de la sangre. Sólo se detuvieron cuando la sangre ya no llegó a la alfombra. Las prendas que vestían los 4 asistentes, ya fueran sus abrigos negros de cola de golondrina, sus camisas blancas como la nieve o sus pajaritas pulcramente puestas, eran todas prendas que no pertenecían a esta época. En Yorktown, incluso los individuos relativamente dignos sólo podían compararse con los mendigos de antaño. Había un gran agujero en los vaqueros del sheriff, pero como la abertura no le rodeaba las nalgas, la prenda representaba adecuadamente su identidad. Además, como el agua era preciosa, la gente del pueblo no se duchaba. A diferencia de otras personas, el joven se fijaba en los pies de los asistentes. Pisaban con gracia sobre trozos de cuerpos rotos y eran tan ágiles como una mariposa. Los músculos de las partes del cuerpo se habían ablandado claramente, pero sólo se hundían ligeramente cuando los ayudantes los pisaban. Cuando terminaron de colocar la alfombra y salieron de la habitación, sólo las suelas de sus zapatos de cuero negro pulido y brillante tenían un poco de sangre. Al ver esto, los ojos verdes del joven se entrecerraron ligeramente. Un mayordomo relativamente mayor caminó delante del carruaje antes de abrir la puerta de forma lenta y elegante. Después, colocó una toalla blanca y limpia en su brazo. Un brazo se extendió desde el interior del carruaje. Era elegante como una orquídea, esbelto y exquisito mientras se colocaba en el brazo del mayordomo. El anillo que llevaba en el dedo corazón tenía incrustada una gema azul oscura del tamaño de un huevo de codorniz, y parecía dejar asombrados a todos. Lo único que resultaba un poco extraño eran sus uñas de 5 centímetros de largo. Estaban en excelente estado, y en la parte superior tenia dibujos negros y rojos. Del interior del carruaje salió una mujer vestida con espléndidas ropas ceremoniales de la época medieval y el pelo recogido en espiral por bandas doradas de flores japonesas. Por su aspecto, parecía tener unos 20 años. Sus ojos grises claros transmitían la frialdad y la indiferencia de una noble, y su piel era tan suave que parecía que fuera a dañarse si el viento soplaba sobre ella. Era hermosa sin importar el ángulo desde donde se mire, aunque se la juzgase basándose en cánones de belleza anticuados. Cuando la mujer bajó del carruaje, los habitantes de Yorktown parecieron olvidar al vecino que tenían a sus pies y que había muerto de un disparo. De repente, el lugar se volvió ruidoso mientras todos se empujaban para poder verla mejor. La mayoría de los presentes nunca había visto a una mujer con una piel tan brillante y limpia, por no hablar de la ropa y las joyas que incluso pondrían celosas a las mujeres de clase alta de la antigüedad. La mujer no parecía tener a su alrededor ni un solo objeto de esta época. Para ser precisos, todo lo que la rodeaba era tan extravagante que había superado con creces lo que los presentes eran capaces de comprender. El emocionado y conmovido grupo se arremolinaba y se acercaba poco a poco hacia el carruaje. Entre la multitud, hasta el individuo más cobarde sentiría una extraña sensación de valentía, por no hablar de la gente de esta época, donde la mayoría eran como bestias salvajes. Justo cuando todos estaban a punto de volverse locos, un guardia levantó de repente un arma de fuego. El cañón disparó de repente un torrente de balas. Dentro de la tormenta de disparos, cientos de balas atravesaron el muro de carne frente al guardia. Un gran agujero se abrió entre la multitud. Sólo cuando vació toda la munición, el guardia bajó la ametralladora pesada, que ya estaba ardiendo. No se le veía ninguna expresión en la cara, como si los que acababa de matar no fueran seres humanos, sino más bien un montón de ganado. En los oídos de los habitantes de Yorktown, el sonido del guardia recargando las balas era claro y extremadamente frío. El sheriff tragó saliva y ocultó en silencio la subametralladora en su espalda. La mujer no pareció percatarse lo más mínimo de la masacre que la rodeaba. Desde el momento en que bajó del carruaje, sus ojos se clavaron en la chica. Levantó la mano con elegancia y señaló a la chica con las yemas de sus dedos negros y rojos. - Quiero a esta chica. Habló en un tono incuestionable que no podía ser desobedecido. En ese momento, se dirigió tanto al joven como a su mayordomo. El mayordomo hizo una leve reverencia y dijo. - Como desee, señora. El joven comprendió claramente que se trataba de una orden sin el menor margen de discusión. Había bajado la cabeza en cuanto ella bajó del carruaje y no le había dirigido ni una sola mirada. Sin embargo, su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente. Cada paso que daba la mujer hacía que su cuerpo temblara un poco más violentamente. El viejo mayordomo que le servía de apoyabrazos también la seguía, sólo que caminaba respetuosa y cautelosamente fuera de la alfombra. Aunque caminaba sobre las ruinas manchadas de sangre, ni una sola mota de suciedad aparecía sus zapatos de cuero. Es más, a diferencia de los asistentes, incluso las suelas de sus zapatos estaban completamente limpias; ninguno de sus pasos hacía contacto completamente con el suelo. La mujer siguió caminando hasta quedar frente al joven. Extendió la mano y tiró de la chica desde detrás de él hasta que ambos estuvieron frente a frente. Se inclinó ligeramente y observó con atención el rostro extremadamente delicado de la chica. Sólo después de un rato soltó un suspiro y exclamo. - Qué ojos tan bonitos. La chica había sido ridículamente hermosa desde el día en que nació. A medida que maduraba, su belleza solo crecía. Tal vez debido a su edad, la chica no entendía realmente el miedo y miraba igualmente a la mujer. Durante todo este proceso, el joven agachó la cabeza y permaneció inmóvil sin mover un músculo, permitiendo que la mujer se llevara a la niña. Aunque le cubría una gruesa manta, no podía disimular del todo su temblor. La mujer miró al joven con asombro. Con una inclinación de cabeza, dijo. - A quien tienes miedo es a mí y no a los que están debajo de mí. Muy bien. Viendo lo listo que eres, deberías entender lo que debes hacer. ¿Cuáles crees que son las opciones que te voy a dar? El joven guardó silencio durante un rato. Luego respondio. - Yo vivo, y ella se va contigo. Si no, muero, y ella sigue siendo tuya. La joven se quedó aún más asombrada. Sin embargo, no fue por su respuesta, sino por su voz. Su tono se volvió un poco más suave mientras preguntaba. - Dime tu nombre. - ...Su. Antes de hablar, el joven siempre permanecía un momento en silencio. Necesitaba controlar el temblor de su cuerpo para mantener una voz firme. La mujer reveló una leve sonrisa. - De acuerdo, Su. Mi nombre completo es Angelina Von Lanaxis. Voy a llevarme a esta chica. Ahora mismo no puedes protegerla, y sólo quedándose conmigo podrá desplegar todo su potencial. Recuerda mi nombre. Si un día te vuelves lo suficientemente fuerte, entonces podrás encontrarme. Su cuerpo se inclinó hacia delante. Con las largas uñas de su mano izquierda, inclinó la cabeza del joven hacia arriba. Sus caras no estaban a más de 10 centímetros de distancia, y la misteriosa fragancia de su respiración parecía envolver por completo el rostro del joven. Luego, con 2 uñas, retiró lentamente las vendas que rodeaban su rostro. Las vendas parecían increíblemente sucias, pero por alguna razón no desprendían ningún olor. Las afiladas uñas negras y rojas acariciaban lentamente su piel. El viejo mayordomo que estaba a un lado tenía la cabeza agachada y sólo miraba las puntas de sus zapatos de cuero. Los guardias tenían todos sus cuerpos girados y sólo sus espaldas miraban en esa dirección. Las armas que llevaban en las manos apuntaban al grupo de alrededor. La boca del cañón negro oscuro pareció hacer que los habitantes de Yorktown también se volvieran un poco más listos. Se dieron cuenta de que bajar la cabeza ya no era suficiente, y que sólo dándose la vuelta tendrían una oportunidad de vivir. Bajo el silencio extremo, el sentido del tiempo de todos parecía haberse distorsionado. Lo que en realidad era un momento parecía extremadamente largo. Sin darse cuenta, Angelina había vuelto a tirar de las vendas del joven. Se rio mientras se tapaba la boca y le dijo. - ¡Espero con impaciencia el día en que me busques! Después de hablar, Angelina tiró de la muchacha hacia el carruaje. Detrás de ella, aquella risa melodiosa, resonante, desenfrenada y ambigua sonaba continuamente a lo largo de la alfombra. La niña no lloró, ni se resistió lo más mínimo. Sólo miró hacia atrás repetidamente hasta que la puerta del carruaje obstruyó sus ojos azules. Angelina levantó de pronto la cortina que cubría la ventanilla del carruaje, revelando la mitad de su bello rostro lleno de belleza clásica. - En esta época, lo más difícil es llevar una vida digna. Esperemos que no hayas elegido este terrible camino. Sólo cuando el carruaje de cuatro caballos se había alejado completamente de Yorktown, el joven levantó lentamente la cabeza. En ese momento, todavía no sabía lo que representaba el nombre de Lanaxis. Tampoco sabía lo que significaba Emperatriz Araña del Parlamento de Sangre.

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