Capítulo 59
Sin Saber qué Hacer (III)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
Aquella noche, el comandante no durmió. Repasó una y otra vez toda la información que tenía sobre Su, e incluso estudió el informe de evaluación del valor de la célula intrusa que obtuvo de la institución científica. Desde la perspectiva del comandante, la habilidad de Su sería como mucho de cuarto o quinto nivel, y el valor de la célula intrusa no merecía la participación de una fuerza tan grande. En cuanto al llamado “valor oculto”, el 90% seguirá siendo siempre potencial. En los laboratorios de los Jinetes de Dragón Negro había demasiadas cosas con valor potencial como para contarlas.
Cuando el cielo acababa de iluminarse, el comandante amplió la firma “Perséfone” y la enfocó en el centro de la pantalla. Era como si ella lo estuviera observando atentamente. Entonces, arrojó al fondo de su mente todos los pensamientos de convertirse en el hazmerreír de los Jinetes de Dragón Negro y elaboró un plan enorme, minucioso, detallado, perfecto e increíblemente poco práctico. En este plan, aparte de que Julio dirigiera personalmente la operación, asignó a 3 tenientes comandantes para que se ocuparan de Su, entre ellos un experto en Dominio de Combate, un experto Francotirador de élite de quinto nivel y un especialista en rastreo que había crecido en la naturaleza. Como había 3 tenientes comandantes, era lógico que hubiera 11 oficiales militares. Sumando a los subordinados, se creó una gigantesca tropa compuesta por más de 1.000 hombres. Se usarían 50 vehículos de combate y se utilizaría un número similar de suministros y vehículos de transporte. Además, solicitó durante 10 días permisos para utilizar 3 aviones de combate.
Esto era simplemente un ejército, uno que podría destruir fácilmente cualquier fuerza en un radio de varios cientos de kilómetros, y sin embargo ahora se utilizaba para rastrear y capturar a un objetivo cuyas habilidades no alcanzaban el quinto nivel y que equivalía a un teniente primero en el mejor de los casos. El teniente se quedó mirando la pantalla. El nombre de Perséfone le infundía un valor inagotable. Tembló mientras enviaba el plan. Entonces, comenzó el momento del juicio.
Al entrar en su despacho, Perséfone tuvo una especie de premonición, el presentimiento de que el comandante Julio le devolvería el plan. Acababa de sentarse cuando la pantalla se iluminó de forma autónoma. En el centro de la pantalla, el programa de seguimiento parpadeaba en ese momento, además, al máximo nivel de importancia. Ella tenía verdaderas ganas de pisotear el suelo y hacer pedazos al ignorante comandante del segundo piso. Se ajustó el pelo y, aunque nadie la observaba, adoptó el aspecto más digno y encantador e incluso se puso sus gafas especiales. Con sus dedos delgados y blancos como la nieve, cogió el lápiz negro con dibujos dorados y abrió el documento.
Tras echarle sólo 2 ojeadas, Perséfone se asustó del contenido audaz y absurdo de aquel plan. No pudo evitar sentir curiosidad por el ratón.
‘Utilizar todo un ejército para capturar a un ratón, ¿se había vuelto loco Julio? ¿Exactamente qué clase de habilidad tenía Su para hacer que su propio hermano que siempre escondía una gran arrogancia dentro de su corazón lo viera de una manera tan favorable y hacer que un comandante estricto y altamente capaz propusiera este tipo de ejército para capturar?’
Por supuesto, no consideró en lo más mínimo qué tipo de impacto tenían sus propias acciones en este plan. Su lápiz hizo un círculo y señaló, y el registro y los antecedentes relacionados con Su saltaron a la vista. En la entrada de fotografías estaba la imagen dibujada a mano que O’Brien le había proporcionado. En cuanto vio el aspecto de Su, la cara de Perséfone cambió de repente enormemente. Un grito grave escapó de sus labios. La imagen de O’Brien era extremadamente realista, hasta el punto de que incluso se podía sentir un atisbo de soledad en la tranquila mirada de Su.
Con un sonido ka cha cha, el lápiz negro que tenía en las manos se rompió en varios pedazos. Ella revisó cuidadosamente toda la información relativa a Su, y sólo entonces exhaló ligeramente. Amplió la imagen de Su hasta que ocupó la mayor parte de la pantalla, y entonces fijó sus ojos en la imagen sin más. Después de quién sabe cuánto tiempo había pasado, Perséfone finalmente volvió de sus pensamientos. Con sus largos y finos dedos, empezó a escribir directamente en la pantalla. En un abrir y cerrar de ojos, completó su respuesta al plan modificado y la envió.
Cuando pulsó el icono de la campana en la pantalla, la puerta del despacho se abrió suavemente. Entró un Jinete alto y apuesto. Desde su aspecto y estatura hasta su porte y apariencia, no había nada que se le pudiera criticar. Tras un saludo, preguntó.
- ¿Cuáles son las instrucciones de su señoría?
Perséfone ya había organizado los documentos sobre la mesa del despacho. Se levantó y se dirigió hacia aquel joven Jinete de dragón tan apuesto que se intuía algún uso cosmético e instruyó.
- Tengo que ocuparme de algo y no sé cuándo volveré. Durante este período, todo el trabajo será transferido según lo autorizado de antemano. Deberías saber qué hacer.
Un poco de sorpresa apareció en el rostro del joven Jinete.
‘¿De qué clase de tarea se trataba que requería que Perséfone se ocupara personalmente?’
Sin embargo, su bien entrenado yo ocultó todas estas dudas en lo más profundo de su corazón, y con voz profunda y poderosa, respondió.
- ¡Sí! ¡General!
El comandante Julio obtuvo por fin esperanza en la respuesta. Esta vez, cuando abrió el documento, lo que saltó a la vista no fue una anulación inmediata. En su lugar, apareció una gran X roja que tachaba a todo el personal y equipo. En el campo correspondiente al ejecutor del plan, se había introducido un nuevo nombre: Perséfone.
Julio se quedó mirando el nombre hasta que le dolieron los ojos. Sólo entonces se pellizcó el muslo. El agudo dolor le indicó que, aunque el cielo estaba oscuro, no estaba soñando. El comandante suspiró pesadamente, y una oleada de fatiga abrumó su mente. Empezó a dudar de si había envejecido. Según las jóvenes del edificio del cuartel general, el mayor signo de que un hombre está envejeciendo es que le falta imaginación.
Los Jinetes de Dragón Negro que se estaban desmoronando bajo la espera recibieron por fin las nuevas órdenes que habían estado esperando todo este tiempo. El contenido de la orden era extremadamente simple, y consistía en que todos los miembros fueran llamados a filas. El Cuartel General iba a hacer que otras personas se hicieran cargo de esta misión. Todo lo demás era confidencial, y todo lo relativo a la operación esta vez debía mantenerse en alto secreto y no revelarse a nadie. Justin tampoco entendía por qué lo llamaban a filas. Disfrutaba de verdad persiguiendo a Su, y por eso envió en secreto un mensaje al comandante Julio, informándole de su importancia en la captura de Su.
Julio sólo le devolvió 2 mensajes. El primero era extremadamente conciso, con una sola palabra: “Idiota”. El segundo mensaje era especialmente complejo, arremetía contra él con palabrotas y maldiciones, completamente impropio del estilo de un comandante.
Su no sabía qué tipo de tormenta había provocado él mismo, y tampoco sabía que la mayor catástrofe era inminente. Siguió sentado en la cima de la montaña, observando el paisaje.
Cuanto más tardaban en aparecer los Jinetes de Dragón Negro, más preparativos estaban haciendo. Lo más probable era que el próximo ataque contuviera una fuerza increíble e imparable. Él sabía que esta vez no habría casualidades. Su suerte era un poco mejor que la de la gente normal, después de todo, el nivel de habilidad que tenía en los Campos Misteriosos era fundamentalmente suerte. Se trataba de una habilidad que parecía ser útil en todas partes pero completamente inútil al mismo tiempo. Hasta el día de hoy, Su seguía sin entender cuál era la teoría detrás de la habilidad o dónde y cómo exactamente se podía obtener una habilidad como ésta. La mayor ilustración de esta habilidad sería durante el lanzamiento de una moneda. Si quería cara, después de lanzarla 100 veces, saldría cara aproximadamente 51 veces. Por eso la suerte de Su era sólo un poco mejor que la de una persona normal.
A través del dispositivo de visión, sólo vio la pradera sin límites. No pudo ver nada extraño, ni sintió la más mínima sensación de peligro. De repente, oyó pasos. Era el sonido nítido y claro de los tacones de alguien golpeando en el suelo. Continuaba a un ritmo constante y llegaba sin prisa. En ese momento, aunque no había viento, el pelo rubio de Su voló hacia arriba antes de caer lentamente. Esto sólo ocurría cuando llegaba el peligro más extremo.
El dispositivo de avistamiento seguía sin descubrir nada, ni las piezas de metal que cubrían las montañas y las llanuras emitían el menor sonido. Sin embargo, los pasos se hacían cada vez más fuertes, como si cada movimiento le pisoteara el corazón. Incluso cuando concentró toda su atención y fortaleció su capacidad de percepción al máximo nivel, seguía sin poder determinar la dirección de los pasos... En el puente de su nariz se podían ver pequeñas gotas de sudor.
Sin ninguna señal, un dolor similar a una descarga eléctrica recorrió de repente su espalda. ¡El peligro extremo estaba justo detrás de él! En ese momento, los pasos procedentes de una dirección inidentificable siguieron sonando incesantemente, resonando en sus oídos. Bajó el visor y sus movimientos se ralentizaron. No se dio la vuelta ni tocó la Barrett que llevaba a la espalda ni la Magnum en su cintura. Sabía que, hiciera lo que hiciera, ya sería demasiado tarde.
Se trataba de un objetivo que no podía fijar ni siquiera intuir. Su comprendió que la diferencia de fuerza entre este individuo y él era insuperable. No podía defenderse ni escapar, hasta el punto de que ni siquiera podía elegir su forma de morir. Respiró hondo. Luego miró al cielo, a las nubes y a la pradera. Entonces, sus ojos verdes y sus cejas rectas formaron una expresión sonriente.
Su siempre había estado esperando sus últimos momentos, pero nunca esperó que llegaran tan de repente. Después de todo, la fuerza de los Jinetes de Dragón Negro era tan profunda como el mar. Después de sufrir 2 derrotas, ¡la tercera tormenta era realmente tan imposible de defender!
El deseo de Su de derribar a un Jinete de Dragón Negro con él murió así como así. El deseo de no convertirse en un sujeto experimental vivo también se volvió distante e incierto. Después de pensarlo un momento, Su sacó la Magnum y tiró del martillo. No mostrar ninguna resistencia no era su estilo. Las primeras 5 balas frente a él eran para su enemigo, mientras que la última, la guardó para sí mismo.
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