Capítulo 201
La Guerra de los Lirios (IV)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
No había nada en particular que pudiéramos hacer por el mero hecho de haber descubierto el objetivo de Henrietta. Incluso si hiciera un escándalo al respecto, los demás simplemente inclinarían la cabeza y me preguntarían “¿Cuál es el problema?”. No había ningún problema en el exterior, después de todo.
Nuestras fuerzas aumentaban cada día que pasaba. Los señores del norte (la mayoría eran republicanos), los nobles del bando de la Emperatriz Viuda, los mercenarios contratados por ellos... y encima se iba a añadir el ejército de Batavia. Esto era suficiente para que nuestro poder militar alcanzara fácilmente los 30.000.
‘¡Muy bien, Henrietta! Si así es como vas a jugar, entonces magníficamente te acompañaré en tu baile.’
Llegué a una conclusión después de contemplar durante toda la noche.
‘La caballería de Bretaña era definitivamente poderosa. Esto fue probado en su batalla anterior también. El ejército de 10.000 soldados de Bretaña puede ser capaz de aniquilar a nuestros 30.000 soldados. Pero, ¿y 35.000 soldados? Esto probablemente sería una lucha para ellos. ¿Qué tal 40.000? ¿Qué tal un ejército masivo de 50.000? ¿Seguirás confiando en tu victoria entonces, oh reina arrogante e insolente?’
Este fue el momento en que se me ocurrió un plan. La otra parte buscaba agresivamente una victoria estratégica. Por otro lado, yo estaba solidificando nuestra superioridad táctica. Si pretendían convertirse en una lanza afilada para atravesarnos, entonces sólo teníamos que convertirnos en una montaña y aplastarlos bajo nuestros pies. No había razón para dudar ahora. ¡Derrotaremos a Henrietta con un número abrumador de soldados! Rápidamente entré en acción una vez que había fijado un objetivo. Iba a llevar a cabo mi plan por cualquier medio necesario. Primero, persuadí de nuevo a los señores del norte y les hice circular un manifiesto por todo el Imperio Franco.
- Acepto humildemente esta causa mientras actúo como enviado para informar al mundo. El enemigo extranjero, Bretaña, y los retenidos desleales han engañado a los cielos y dividido la tierra, se han tragado a la nación y han engatusado a Su Excelencia el Emperador. Han provocado el caos en el palacio imperial y han comenzado a masacrar a inocentes. No hay brizna de hierba que no haya temblado ante este pecado ni río que no se haya enfurecido por esta maldad.
- Hemos recibido una orden secreta de Su Excelencia el Emperador y levantaremos aquí un ejército justiciero. Hasta el día en que hayamos rechazado a ese vil enemigo extranjero, juramos consagrarnos como caballos de guerra que nunca descansan. ¡Aquellos que han heredado la voluntad de los cielos! ¡Levántense junto a nosotros para traer la salvación al pueblo que ha caído en el fango y proteger a Su Excelencia el Emperador!
Propaganda. ¡Más propaganda! Henrietta de Bretaña, aunque se mueva junto con el Emperador, la causa está en nuestras manos. Los monárquicos pueden tener la mayoría de los miembros en la nación, pero sólo hay unas pocas personas que jurarían su lealtad a un enemigo extranjero como usted. Utilicé todos los grupos posibles sobre los que podía influir, como los asesinos, los cabalistas de la Alianza para la Liberación y los sirvientes de los nobles, para lanzar una gran ofensiva. Puse un aviso en cada ciudad de la nación.
La gente del bando del Emperador respondió afirmando que se trataba de una conspiración y un levantamiento. La información se volvió tan confusa, que la gente ya no podía determinar qué era verdad o mentira. Sin embargo, esta situación era el mejor campo de batalla posible para mí. ¿No puedes averiguar cuál es la verdad? Perfecto. El poder y la retórica son las únicas cosas que pueden brillar cuando la verdad está oculta. Visité pueblos y ciudades sin descanso. Di discursos por todas las regiones del norte y el este durante mi peregrinaje.
- ¡Pueblo del Imperio Franco! ¿Qué debemos hacer ahora que la nación está sumida en el caos? Diosas, ¿qué debemos hacer para recibir su gracia? Las Diosas han hablado. En primer lugar, tu corazón no debe seguir el camino de tu cuerpo. En lugar de eso, ¡debes llevar tu cuerpo hacia donde apunta tu corazón! En segundo lugar, no intentes encontrar el sentido a un camino que ya ha sido trazado para ti. Por el contrario, ¡debes allanar el camino hacia donde te lleva tu causa! Tercero, ¡sólo después de que hayas hecho todo esto nuestro cielo será tan vasto que nunca se perderá nada! ¡La red del cielo ayudará a los buenos y no soltará a los débiles! ¡Protege nuestra tierra de Bretaña! Pueblo del Imperio Franco, ¡levántate!
Multitudes de miles y multitudes de decenas de miles gritaron apasionadamente dejándose llevar por el ambiente. El cielo tembló y el suelo se tambaleó. La propia ciudad se convirtió en una sola masa mientras gritaba.
- ¡Sí! ¡Por la gloria del Imperio Franco! ¡Por la gloria del Imperio Franco!
- ¡Cojan las cabezas de nuestro enemigo! ¡Maten a esos perros de Bretaña!
- ¡Jean Bole! ¡Jean Bole! ¡Jean Bole!
Fue en ese momento cuando mi capacidad de instigación alcanzó su punto máximo desde el inicio de la expedición de la Alianza Creciente. El pueblo se erigió en ejército sagrado y empezó a protegerme aunque yo no se lo hubiera ordenado. El sacerdote de la diosa Artemisa, Jean Bole. Nobles y plebeyos que habían oído rumores sobre mí aparecían allá donde viajaba. Contenían la respiración cuando pronunciaba mis discursos en voz baja, y se alborotaban cuando mis discursos se volvían apasionados. Decenas de miles de personas gritaban a veces al unísono “¡Por la Diosa!” y también se quedaban en absoluto silencio durante las oraciones silenciosas. También durante estos discursos repartía los folletos que había preparados de antemano. Los repartía independientemente de que fueran monárquicos, republicanos, nobles o plebeyos. Cuando hube repartido unos 3.000 folletos, la gente empezó a reproducirlos por sí misma.
- No importa el precio que tengamos que pagar, debemos destruir esta mentira que nos atenaza...
- ¡Los Dioses nos han ordenado convertirnos en los amos de esta tierra!
- Todos los humanos tienen los mismos derechos a la tierra y a los beneficios obtenidos de ella.
Los plebeyos que sabían leer recibían los folletos y los leían a sus amigos y familiares. El contenido de los folletos empezó a extenderse como una plaga, ya que la gente se reunía y creaba ejércitos de voluntarios. No eran simples soldados voluntarios. Eran soldados armados con una ideología. Además, no había ejército más tenaz y poderoso que un ejército con una ideología...
Aunque los discursos eran inmediatamente poderosos, sus efectos no duraban mucho. En cambio, los folletos tenían un efecto duradero. Estos permanecían en los lugares de los que había partido, para que la gente se motivara. Así, unos 12.000 soldados voluntarios se habían unido.
Los nobles estaban sorprendidos. Probablemente nunca imaginaron que los plebeyos responderían con tanto fervor. Su moral volvió a subir gracias a estos refuerzos inesperados.
- No hay duda. Los Dioses tienden la mano a nuestra gran causa.
- ¡Avancemos para capturar a la reina de Bretaña!
No hice esto sólo para motivar a los demás. Había nobles que empezaban a preocuparse por el futuro también.
- Quiero alabar su caballerosidad que les ha hecho levantarse por el bien de Su Excelencia el Emperador, pero...
- ¿No es esto dar a los republicanos demasiado poder?
Tanto del lado de la Emperatriz Viuda como del lado del Emperador, seguían siendo nobles. Les preocupaba que la gente se “enfermara” más de lo necesario. Tuve que persuadir a estas personas utilizando un método diferente.
- Si purgamos a los nobles enemigos, entonces ganaríamos las tierras que poseen. Si queremos hacer eso, entonces primero debemos derrotar a Bretaña. En aras de la victoria, pasemos por alto los ejércitos creados por el pueblo. Son plebeyos ignorantes de todos modos, ¿no es así? Incluso si alzan sus voces ahora, olvidarán todo esto después de un tiempo...
Los nobles siempre quieren expandir sus territorios. Era un medio válido de persuasión. Las negociaciones ocurrieron varias veces. Los nobles me nombraron a mí, el sacerdote más popular entre los plebeyos, Jean Bole, comandante del ejército de voluntarios. - Reconocemos tu contribución de persuadir a los señores del norte y tu valeroso acto de viajar por todo el Imperio Franco en aras de salvarla de su crisis. Esto fue lo que dijeron en la superficie. La verdad era en realidad más simple. “Eres la persona perfecta para detener el desenfreno de los plebeyos y conducir la situación hacia algo favorable para los nobles.” Probablemente me estaban diciendo que también asumiera la responsabilidad. |
No importaba. En todo caso, yo esperaba esto. En mi mundo original, los campesinos no eran más que un grupo de desarrapados con poca formación y moral, pero aquí era diferente. Los goblins los atacaban una vez cada varios años o varias veces en un mismo año. Si tenían mala suerte, incluso luchaban contra orcos.
Cada pueblo tenía su propia milicia. No les faltaba entrenamiento. Los granjeros reclutados en mi mundo original no podían compararse con estos. Bueno, no eran sólo los granjeros, sino que los caballeros de este mundo también eran mucho más fuertes que los de mi mundo original.
En cualquier caso, acabé al mando de 12.000 soldados bastante bien entrenados.
Tenía fondos militares más que suficientes, ya que probablemente era uno de los individuos más ricos incluso entre los Señores Demonio. No había ningún problema. Henrietta de Bretaña. Te derrotaré por cualquier medio necesario...
- A este paso, no seríamos capaces de perder aunque quisiéramos.
- Soy una ignorante en lo que se refiere a tácticas militares, pero tengo que estar de acuerdo.
Jeremi, que había estado observando todas mis acciones, se encogió de hombros. Daisy también asintió a su lado. Parecía que estaba haciendo todo lo posible, incluso a los ojos del líder del mayor grupo de asesinos del mundo de los demonios y un héroe en perspectiva.
Iniciando propagandas, dando discursos improvisados y distribuyendo libros llenos de ideologías. Manipulé las relaciones entre los nobles como su enviado, ayudé secretamente al duque más renombrado entre ellos a convertirse en el líder, actué como mediador entre los nobles francos y los comandantes del ejército de Batavia, y finalmente, ordené a nuestra brigada mercenaria entrenar a los soldados voluntarios...
Bebí el agua con vinagre de un solo trago. Sentí un cosquilleo en el interior de la boca. Te garantizo que los últimos días han sido los más ajetreados de toda mi vida. Quería mostrárselo a Lapis. Incluso la imperturbable Lapis me aplaudiría y elogiaría diciendo: “Increíble trabajo, Señor Dantalian. Un trabajo excepcional. Eres realmente el individuo más sincero y diligente de todos los Señores Demonio.”
Por fin, nuestras fuerzas habían terminado de reunirse.
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Nuestro poder militar era inmenso. Me preocupaba que Bretaña intentara dividirnos y conquistarnos antes de que pudiéramos reunir nuestras fuerzas por completo, pero resultó ser una preocupación innecesaria. En lugar de apuntar hacia nosotros, Bretaña reabasteció sus fuerzas en su tierra natal. A pesar de ello, sólo contaban con 15.000 soldados. Si se incluye la guardia real, entonces tenían alrededor de 25.000 soldados
No era un número pequeño, pero tristemente para ellos, nosotros teníamos un ejército masivo de 60.000. Por mucho que Henrietta de Bretaña se desbocara, le resultaba prácticamente imposible superar a un ejército que era 2,5 veces mayor que el suyo. Además, ¡nuestros comandantes no eran incompetentes! El Duque Henry de Guise no sólo era un hombre de coraje intrépido, sino que tenía la dignidad de controlar a los demás nobles. Ya había conocido a Anna de Bis cuando me uní a la Alianza para la Liberación. Anna era la segunda después de Paimon en términos de talento. Lo más probable es que no fuera incompetente.
Y Jean Bole... No soy particularmente talentoso en asuntos militares. Sin embargo, tengo al capitán mercenario altamente experimentado, Jacquerie a mi lado. También fui lo suficientemente carismático para dominar por completo a los soldados voluntarios. 3 años también fueron suficientes para aprender un par de cosas. Tuve asientos de primera fila cuando vi al general Zepar y a Barbatos al mando de sus tropas. Fueron experiencias valiosas. Confiaba en que al menos yo no cometería ningún error mientras dirigiera a mis tropas y escuchara los consejos de Jacquerie. Si había una regla que había cumplido a rajatabla a lo largo de toda mi vida, esa era la de alcanzar la victoria antes de la batalla. Un ejército ganador es un ejército que garantiza su victoria antes de la batalla.
‘Henrietta de Bretaña, he preparado una batalla campal como usted deseaba. Pero es desafortunado... Parece que ya he obtenido una victoria abrumadora antes de que pudieras mostrar tu talento. Esta es su pérdida.’
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