Capítulo 190
Ruta Alternativa: El Protector de la Princesa (I)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
Aquel día el palacio estaba inusualmente alborotado. Los criados se movían con más prisa de lo habitual y las criadas se reunían y charlaban siempre que podían.
Todo el palacio estaba envuelto en un ambiente tenso. En un pasillo se oían susurros y en otro murmullos. El Palacio de Habsburgo, que normalmente presumía de su silencio, era hoy inusualmente ruidoso. Y había una persona que definitivamente no se perdió este cambio en el estado de ánimo.
- Sebastián, ¿pasó algo?
- Ah, Su Alteza Johanna...
Un hombre de unos 40 años se sobresaltó. El hombre había trabajado en palacio durante décadas y no revelaba sus emociones en su rostro. Incluso un sirviente de su nivel sólo podía sudar nerviosamente en presencia de esta princesita. La joven de cabello plateado en espiral saltaba de un lado a otro.
- ¡Ah, esa cara significa que algo definitivamente sucedió! ¡Estoy completamente segura de ello!
- Las palabras de Su Alteza me entristecen. ¿Qué cara he puesto para que Su Alteza esté tan segura?
La chica agitó su dedo índice de lado a lado.
- Jeje. Aunque ahora intentes fingir ignorancia, el agua ya se ha derramado, Sebastián. Puede que seas uno de los mejores sirvientes que ha trabajado en este palacio durante 37 años, pero tienes un mal hábito. Siempre que mientes, doblas la espalda ligeramente.
- Eh, ¿en serio?
El hombre se puso pálido del susto. Como el sirviente más experimentado del palacio, Sebastián no sólo se ocupaba del trabajo oficial, sino también del extraoficial. En otras palabras, a menudo recibía órdenes confidenciales del emperador o del príncipe. No puede dejar salir sus emociones.
‘¡Esto es un gran problema! Si la joven princesa tiene razón y él tiene un hábito... ¡entonces podría haber filtrado involuntariamente alguna información a varios nobles!’
- Por supuesto que estoy mintiendo. Estúpido Sebastian. ¿Te lo has creído?
- ...
- De ninguna manera este estricto palacio promovería a un hombre con un mal hábito como ese para ser nuestro sirviente de primera clase. Especialmente tú, Sebastian, que eres el cuarto hijo de un duque y no tienes nada que heredar ya que eres hijo ilegítimo. En otras palabras, esto significa que fuiste capaz de subir tan alto confiando sólo en tus habilidades, Sebastian. No hay nadie tan hecho a sí mismo como tú dentro de este palacio corrompido por sobornos y conexiones. Realmente eres asombroso.
- M-Muchas gracias... Su Alteza.
- ¿Sí? Estás agradecido, ¿verdad?
El hombre no pudo evitar sentirse ansioso.
- Sí.
- Estás tan agradecido que estás dispuesto a sacrificarte por mí, ¿verdad?
- S-Sí... por supuesto. Este humilde siempre está dispuesto a sacrificarse por la familia real en todo momento.
La chica estaba asombrada.
- Cielos. Reconocí tu lealtad hace mucho tiempo. Por eso eres el orgullo del Ministerio del Interior de Habsburgo. Señor Sebastian, cuya sinceridad e ingenio sin igual te ayudaron a triunfar en la vida a pesar de ser el cuarto hijo y el hijo ilegítimo de un duque.
La muchacha se agarró al hombre que la doblaba en tamaño y sonrió burlonamente como un anciano.
- Así que date prisa y cuéntame qué pasó anoche. Si lo haces, entonces no le diré al alto mayordomo lo antiestético que fue nuestro Sebastian delante de la princesa imperial. Juju.
- ...
Johanna von Habsburg. Era la 2ª princesa imperial del Imperio de Habsburgo, una de las potencias absolutas del continente junto al Imperio Franco al oeste y Anatolia al este. Esta joven de 14 años también era conocida como la “Gobernante Terrorífica” entre los sirvientes y criadas que trabajaban en el palacio. Al final, el veterano sirviente, Sebastián, se rindió.
- Aaah, muy bien, entonces. Te lo contaré todo.
- ¡Sí! ¡Lo logré! ¡Derroté a Sebastian!
La Princesa Imperial Johanna levantó los brazos. Sebastian sonrió amargamente. Ella era definitivamente una marimacho testaruda, pero rebosaba un tipo de ternura que hacía difícil odiarla. Se podría decir que tenía un encanto que hacía que la gente bajara la guardia automáticamente.
Probablemente por eso no habían tenido problemas a pesar de que la Princesa Imperial Johanna los molestaba casi todos los días. En este sentido, la Princesa Johanna era increíblemente diferente comparada con su hermana pequeña, en otras palabras, la Tercera Princesa Imperial Elizabeth. Su Alteza Elizabeth tenía fama de ser una genio, pero era extrañamente difícil acercarse a ella...
- No debes contarle a nadie lo que te voy a decir.
- Mhm, de acuerdo. ¡Lo juro por la conciencia y el honor de Sebastian!
- ¿Puedo preguntar por qué Su Alteza jura por la conciencia y el honor de este humilde y no por los suyos?
- Tsk tsk. Un hombre no debería preocuparse por asuntos tan insignificantes.
- Aahh. Anoche descubrimos a un hombre que se había infiltrado en palacio.
- ¿Qué? ¿Aquí?
La Princesa Imperial abrió los ojos como una rana, sorprendida. Era la reacción que Sebastian esperaba, así que soltó una carcajada.
- Sí, en efecto. Anoche se oyó el ruido de algo que caía en el lago del lado oeste del palacio. Lo oyó una criada que pasaba por allí en ese momento. Presa del pánico, llamó a los guardias y, cuando llegaron, descubrieron a un hombre en el estanque.
- Guau... ¿Consiguió atravesar la barrera del palacio él solo? ¿Evitando los miles de hechizos de seguridad y los cientos de guardias?
- Sí. Por eso ha habido un revuelo. La gente cree que puede haber un agujero en las defensas del palacio. Además, se trata de un secreto que aún no se ha extendido a las criadas, pero... sorprendentemente, el hombre que cayó en el lago no es un maestro de la espada, ni un mago, ni siquiera un asesino. Dicen que su compatibilidad con el maná es absolutamente baja. Superó la barrera absoluta del palacio sin usar la fuerza ni la magia.
La princesa imperial Johanna se estremeció. Sebastian sintió que era una reacción normal. Puede que la llamaran la “Gobernante Terrorífica”, pero seguía siendo una niña protegida de 14 años. El hecho de que ese hombre con una fuerza y una magia promedio pudiera haber atentado contra su vida debía ser un shock bastante grande para ella. Sin embargo, eso no era más que una suposición.
- ¡Asombroso...!
La Princesa Imperial apretó los puños y gritó. Su voz era tan fuerte que resonó por los pasillos. Fue tan fuerte que sorprendió a la criada que estaba al final del pasillo y la hizo mirar hacia ellos. Sin embargo, la muchacha se puso como si hubiera olvidado todos los modales de palacio. Sebastian intentó calmarla.
- ¿Su Alteza? Su voz es demasiado alta. ¿Por qué estás...?
- ¡Es increíble! ¡El hecho de que un hombre realmente normal que no puede usar auras ni lanzar hechizos haya conseguido llegar prácticamente hasta nuestras narices es asombroso! ¡Parece una historia del pasado! ¡Podría haber sido un héroe! ¡Es realmente asombroso!
- Alteza, su voz... por favor, su voz.
La voz llena de emoción de la Princesa Imperial Johanna se detuvo ahí. Se giró lentamente para mirar a Sebastian. En ese momento, un escalofrío desconocido le recorrió la espalda. Todo rastro de su infantilismo desapareció mientras miraba al sirviente con fijeza. La sangre de un gobernante. Una dignidad que sólo podían poseer las personas que habían nacido con la capacidad de gobernar a los humanos estaba presente.
Sebastian empezó a sudar por una razón diferente a la anterior. ¿Acaso se había pasado de la raya y había intentado darle demasiadas órdenes? La chica que tenía delante era una de las damas de más alta alcurnia del mundo. ¿Acabó molestando a alguien así? La Princesa Imperial habló en el momento en que Sebastian sintió que su mirada de bestia salvaje le oprimía el corazón.
- Dime dónde está, Sebastian.
- ¿Perdón?
- El héroe del lago. Probablemente lo metieron en una celda en alguna parte. Dime en qué celda.
Sebastian se quedó boquiabierto.
- No me lo digas. ¿Pretende Su Alteza encontrarse con el intruso?
- No hay nada de qué sorprenderse. Es evidente que voy a encontrarme con él. ¿Crees que ignoraría algo tan interesante como esto? Definitivamente tengo que encontrarme con él.
Sebastian se arrodilló sin vacilar.
- ¡Por favor, reconsidérelo, Su Alteza! El asunto relativo al intruso es actualmente como una bomba dentro del palacio.
La Princesa Imperial no se echó atrás.
- Y se acaba de convertir en mi bomba. Si no puedo reunirme con ese hombre, entonces yo explotaré primero. Sebastián, que sepas que el día que yo explote será el día en que Habsburgo caiga.
- ¡Su Alteza, incluso Su Majestad el Emperador está furioso por este incidente! Si Su Alteza se acerca a un asunto tan enorme como éste simplemente por su curiosidad, ¡en el mejor de los casos perderá la confianza de la gente de palacio y en el peor provocará la ira de Su Majestad el Emperador!
La Princesa Imperial Johanna se quedó en silencio. Se quedó mirando a Sebastian en silencio durante un rato. Luego levantó la comisura de los labios.
- Mi Sebastian, cuya sinceridad y lealtad son admirables. Lo siento, pero este es un asunto que yo debo manejar por encima de cualquier otro.
- ¿Perdón?
- Hmph. Sólo puedes pensar en una cosa a la vez, ¿eh? Tú mismo lo dijiste, Sebastian. Dijiste que fue una criada la primera en descubrir al héroe del lago. La criada entonces llamó inmediatamente a los guardias.
- Eso es correcto. Pero, ¿cuál es el problema?
- Piénsalo. Alguien irrumpió en el palacio. Y lo hizo un plebeyo increíblemente incapaz... ¿Quién crees que tendría que asumir la responsabilidad por esto?
La princesa imperial Johanna extendió los dedos de su mano izquierda antes de doblarlos uno a uno.
- ¿Los guardias que mantienen el orden público dentro de la ciudad imperial? Esto fue hecho por una sola persona y no por un grupo, así que es difícil tratar esto como un ejemplo de que el orden público se ha vuelto malo. Están fuera entonces. ¿La torre de magos que lanzó los 3.680 hechizos de protección en el palacio? Entonces supongo que tendríamos que anunciar que esos respetables magos son menos capaces que un plebeyo sin talento, pero no podemos empezar un enfrentamiento tan molesto como ese. Eso queda descartado. No hay problemas externos, así que ¿dónde más podría estar el problema?
- Ah. Internamente... ¡esto significa que había un simpatizante dentro, Su Alteza!
- Así es, estúpido Sebastian. Ahora va a haber una tensa batalla de nervios entre las criadas y los guardias del palacio. Este asunto se complicó porque la criada que lo presenció acudió primero a los guardias antes de informar a su superior. Si las criadas se hubieran ocupado del asunto por su cuenta, habrían podido culpar fácilmente a los guardias. Pero...
- El logro de encarcelar al hombre del lago se dividió entre las criadas y los guardias... Por lo tanto, ¡no pueden trasladar la responsabilidad a ninguna de las partes!
- Juju. Un movimiento en falso y la cabeza de la jefa de las criadas o del capitán de los guardias podría salir volando.
Sebastian se dio cuenta de la gravedad de la situación. El Emperador estaba indudablemente enfadado. La sangre podría correr por el aire en cualquier momento...
- Te garantizo que el héroe del lago probablemente esté medio muerto en este momento. Las criadas y los guardias deben de haberlo torturado toda la noche por turnos exigiendo saber quién era su conexión. Tsk tsk... Me preguntaba por qué no vi al Capitán Herci en el entrenamiento matutino. Bueno, si yo no doy un paso al frente aquí, ¿quién lo hará?
La Princesa Imperial Johanna sacudió la cabeza.
- ¿Qué pretende hacer, Alteza?
- ¿Hm? ¿Tienes curiosidad?
- Sí.
La Princesa Imperial sonrió.
- Si tienes curiosidad, entonces dime dónde se encuentra ese héroe. Esta Gobernante Terrorífica se encargará de todo.
- Aaah, quién pensaría que me vería envuelto en este tipo de lío después de trabajar aquí durante 37 años...
El serio sirviente puso cara triste. La Princesa Imperial no le hizo caso mientras lo empujaba por detrás. Sebastian comenzó a caminar por el pasillo sintiéndose derrotado.
- Oh cierto. ¿Cómo se llama nuestro héroe?
- ¿Ahora es nuestro héroe en lugar de su héroe...? Entendido. Mm, tiene un nombre bastante inusual. Yo personalmente no sé de dónde viene su nombre.
- ¿Hm? ¿Qué clase de nombre es?
Sebastian recordó la disposición de la prisión subterránea mientras respondía.
- Se llama Lolita, Su Alteza.
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