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sábado, 3 de febrero de 2024

DD - Capítulo 193

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Capítulo 193
Ruta Alternativa: El Protector de la Princesa (IV)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
La mañana de un auxiliar es ajetreada. Tengo que levantarme a las 5 de la mañana. Luego me muevo rápidamente. Tardo unos 15 minutos en ponerme bien el uniforme. Salgo de mi habitación mientras mastico el trozo de pan de trigo que me sobró de anoche. - Oh, Señor Lolita. - Buenos días, Señor Lolita. Las criadas ya estaban despiertas mientras me saludaban. Había habitaciones exclusivas para las criadas en el lado oeste del palacio, y entre esas habitaciones había una más grande donde residían 6 personas juntas. - ¿No estás siendo demasiado casual al entrar en la habitación de una doncella? - Mis disculpas. Poder contemplar una vista tan hermosa cada mañana me ayuda a despertarme. - Jajaja. Las doncellas soltaron una risita. Incluso la forma en que se reían era elegante. Todo el mundo aquí era la tercera o cuarta hija de una casa noble. La habitación era lujosa ya que incluso tenía una chimenea, y era esta misma chimenea la que mantenía mi interés. Había dejado algunas piedras para cocinar durante la noche dentro de la chimenea. Las recogí con unas pinzas y las puse en un recipiente de madera. Pronto se llenaron 2 recipientes de madera con piedras. Levanté los recipientes con ambos brazos. - Entonces, me despido, señoras. - Espera un momento. ¿Puedo ir contigo? Una encantadora doncella me siguió justo cuando estaba a punto de salir de la habitación. Esto ha estado sucediendo mucho últimamente. Podía oír a las otras criadas decir cosas como. - ¡Oh, qué valiente eres, Eliel! - ¡Oh, Dios mío! La criada se dio la vuelta y gritó a las demás. Estaba sonrojada. - ¡No es así! Me miró detenidamente. Su mirada me pedía permiso. ‘No se puede evitar...’ Mantuve mi enfado en mi interior mientras sonreía alegremente. - Por supuesto, señorita Eliel. No puedo escoltarla, pero es libre de acompañarme. - ...Gracias. Caminamos hombro con hombro por el pasillo del palacio. Volví a oír el sonido de las burlas de las otras criadas detrás de nosotros. Alguien incluso silbó. Los rumores sobre Eliel y yo probablemente se habrán extendido por todo el palacio para esta noche. - Es usted un hombre tan amable, señor Lolita. Cuesta creer que sea usted un plebeyo. - Ese es un punto de vista bastante estereotipado, señorita Eliel. El mundo rebosa de plebeyos mucho más corteses que yo. - ¿Ah, sí? Me cuesta creerlo. Eliel soltó una risita simpática. ¿A esto se le llamaría una cita? El palacio imperial de los Habsburgo era increíblemente vasto y estaba lleno de zonas desoladas. No era raro que los sirvientes que se habían aficionado tuvieran una “noche agradable” en una de estas zonas desoladas. Una pareja teniendo sexo en secreto dentro del palacio más magnífico del mundo... Era un lujo que superaba con creces los medios de la gente normal. - Por suerte, esta mañana ha sido templada. Aunque está haciendo un poco de calor. Eliel comentó mientras agitaba un poco el cuello de su vestido. Era un evidente intento de sex appeal. Fingí no darme cuenta. - ¿Ah, sí? Los trajes de las criadas son más pesados que los de los hombres. Sólo de imaginar el calor que pasarán cuando llegue el verano es terrible. Me impresionaré cada vez que vea a una de las criadas fuera. - ...Eso no es cierto, nosotras al menos hacemos un trabajo menos laborioso. Eliel parecía un poco decepcionada. No hagas eso. Estás haciendo que parezca que he hecho algo malo. Aun así, esta criada era más del lado manso. Hubo una chica que se me acercó y de plano me pidió pasar la noche juntos. Cielos, ya fuera el príncipe heredero Rudolf, la princesa imperial Elizabeth o los ministros, había muchas cosas de las que tenía que preocuparme, así que sólo mi estrés se acumulaba. No es que me disgustara especialmente el sexo. Simplemente me sentía poco dispuesto porque sus intenciones eran muy obvias. Yo era un plebeyo a la que Su Excelencia el Emperador otorgó un apellido y que, al instante, se convirtió en la asistente exclusivo de Su Alteza Johanna. También era el protagonista de los cuentos que cantaban los juglares errantes últimamente en la capital. Probablemente no había juego más apetecible para las jóvenes que alguien como yo. “¡Me acosté con él!”, está sola frase bastaría para convertirte en una estrella dentro de palacio. En otras palabras, yo estaba en una economía de burbuja. Se estaba inflando una burbuja que superaba con creces mi valor real. Era ridículo. El mero hecho de que se hablara de mí en boca de otras personas era peligroso en sí mismo. ¿Por qué iba a arriesgarme sólo para tener un momento de placer? Prefería a las mujeres que no se preocupaban por la popularidad o los rumores. “¿A quién le importan los rumores? A la mierda con eso. Ante todo, me gustas. ¡Ahora quítate los pantalones un segundo!”, una chica que es capaz de decir algo así abiertamente y caminar con confianza por su propio camino es lo que me parece encantador. Admito que esto también puede ser una preferencia rara, pero da igual. - Ahora que lo pienso, he oído que a Su Alteza Johanna le gustan los aperitivos dulces. - Así es. Ella siempre hace un alboroto y me ordena que le consiga bocadillos. Es bastante preocupante... Ahh. Realmente, Su Alteza Johanna se había vuelto completamente como mi hermana pequeña en mi mente. “¡Quiero bocadillos! ¡Quiero comer helado!” Pedía bocadillos en cualquier momento y lugar. Si le digo que no debe comer dulces a todas horas, se revuelca por el suelo. No era retórica. Se revolcaba literalmente por el suelo. “¡Bocadillos! ¡Aperitivos! ¡Bocadillos!”, gritaba. Era enloquecedor. Su gusto por la comida y su comportamiento eran innegablemente los de una mocosa. Normalmente, conseguir bocadillos de la cocina era una tarea fácil, sin embargo, yo no estaba precisamente en una buena posición. Me estaban tratando como al chico que de repente había ascendido en el escalafón. Tendría que suplicar a los sirvientes de la cocina para adquirir los aperitivos de ese día. Cuando arrastrara mis cansados pies hasta su habitación y le entregara los aperitivos a Su Alteza... ella sonreiría brillantemente como una flor floreciente. - ¡Gracias, Lolita! Luego me abrazaba. La Princesa Imperial abrazaba a cualquiera. No importaba si era un anciano o un plebeyo, ella abrazaba a cualquiera si le apetecía. ¿No era increíble? Esto no era en absoluto un asunto sencillo. Todos los que estaban en el rango de su sonrisa de repente eran golpeados y se hundían. Sebastian y yo sonreíamos amargamente y perdonábamos a Su Alteza y ella se ponía feliz. Al final, la terquedad de Su Alteza volvería a afectarnos más tarde. - Sería irrespetuoso decir esto, pero Su Alteza Johanna es linda. - Bastante. Es imposible resistirse a Su Alteza. Así es, tiene un extraño encanto. Esa maestra mía. Por eso era difícil dejarla en paz... - Conozco una buena tienda de aperitivos en la ciudad. ¿Quieres que te los presente? - ¿En la ciudad? - He oído que los sirvientes de la cocina te han estado haciendo pasar un mal rato. ‘Ya veo, ¿estaba intentando ser considerada ahora? No era una simple chica que se echaría atrás simplemente porque sus intentos directos habían fallado.’ Eliel habló con una sonrisa brillante. - Si un asistente exclusivo como el Señor Lolita siguiera bajando la cabeza ante los sirvientes de la cocina, entonces... La dignidad de un asistente es también la dignidad de su amo. ¿No es así? Ella estaba siendo considerada y también trajo a colación la obligación de un asistente. Ahora no tenía ninguna razón para rechazarla. Parecía totalmente decidida a ponerme en deuda con ella. Sonreí irónicamente y decidí aceptarlo. - Muchas gracias. Ni siquiera me había planteado salir a la ciudad. Todavía me faltan muchas cosas. Seguiré bajo tu guía. - Ni lo menciones. Ambos estamos en una situación en la que tenemos que trabajar duro. Poco después, llegamos a la habitación de Su Alteza Johanna. Eliel se excusó y se marchó en cuanto llegamos a la puerta. Eran los pasos de una ganadora. Ahora lo entendía. El palacio del Imperio de Habsburgo era un lugar donde residían demonios. No eran sólo el Príncipe Heredero y Elizabeth. No había una sola persona aquí que fuera fácil de tratar... en serio. Llamé a la puerta. - Su Alteza, soy Protector. ¿Durmió bien? No hubo respuesta. No hubo respuesta sin importar cuántas veces la llamé. Esto era algo a lo que ya estaba acostumbrado. No fue hasta que llamé unas 20 veces que oí una vocecita detrás de la puerta. Probablemente me estaba diciendo que entrara. - Disculpe. Abrí la puerta. Una gruesa alfombra roja cubría el suelo de esta habitación hecha completamente de mármol. El sol de la mañana entraba por la costosa claraboya. Esta habitación era incomparable a mi patética habitación personal. Bueno, como era de esperar. - Mmmmm... ¿Lolita...? La dueña de la habitación, Su Alteza Johanna, tenía la cara enterrada en su cama. Su voz gruñía extrañamente. La manta estaba tan arrinconada en la cama que cayó al suelo, lo que me dio el honor de ver su ropa de dormir. Tenía las pantorrillas y el vientre a la vista. Yo también estaba acostumbrado. - Sí, soy Protector. Su Alteza, ¿pudo dormir bien? - Ngggh... el sol... bloquea el sol... - Como ordene. Dejé los recipientes de madera y me dirigí a la ventana. Abrí las cortinas del todo. Aún era temprano, pero la luz del sol brillaba intensamente a través de la ventana. Como era de esperar de este palacio que estaba construido en el lugar más soleado del imperio y de la habitación de la Princesa Imperial que estaba situada en el lugar perfecto para recibir el sol. - ¡Guah, uaaaaaah...! Su Alteza Johanna gimió como un zombi. La ignoré. Me dirigí a la bañera que había en el centro de la habitación. Esta bañera blanca y pura era el objeto más caro y lujoso del dormitorio. Siempre que había una sustancia tóxica en el agua de la bañera, la detectaba automáticamente y la purificaba. Gracias a esto, no había necesidad de rellenarla con agua cada mañana. Dejé caer las piedras que se habían dejado cocer toda la noche. Rápidamente empezó a formarse vapor. Mi programa empezaría así cada mañana, calentando la bañera de Su Alteza Johanna. - Sol, el sol... está intentando matarme. ¡Lolita, derrota al sol...! - Esa es una orden preocupante. Ni siquiera yo puedo derrotar a Apolo, el Dios del Sol. Su Alteza, ¿qué le hizo dormir tan tarde anoche? - Estaba leyendo una epopeya que ha sido tendencia en el Imperio Franco recientemente... En otras palabras, se quedó despierta toda la noche leyendo una novela. Me reí entre dientes mientras metía la mano en el agua para comprobar la temperatura. La temperatura era la adecuada. Tendría menos trabajo si hubiera una chimenea en el dormitorio de Su Alteza. Puede que hasta ahora Su Alteza recibiera constantemente el rechazo de su familia, pero al menos su dormitorio seguía siendo de la más alta calidad. Esta habitación tenía instalado un artefacto que permitía controlar la temperatura libremente. Si otro sirviente hubiera entrado en esta habitación, probablemente se habría desmayado. Me mareaba sólo de imaginar cuánto oro se vertió en hacer esta habitación... - Su Alteza, los preparativos están completos. Es hora de su baño matutino. - ¿Por qué la gente tiene que lavarse el cuerpo todos los días...? Los animales de campo son capaces de pasar varios días sin lavarse. Los humanos fueron hechos mal... El mundo es injusto... - Eso es porque los humanos luchan por diferenciarse de los animales. Ahora bien, Su Alteza. Al final, tuve que ayudar a Su Alteza yo mismo. Ella tropezó en su camino a la bañera. Su ropa de dormir de una pieza se deslizaba hacia abajo con cada paso que daba. Su cuerpo esbelto y blanco se fue descubriendo poco a poco. Metió con cuidado los dedos de los pies en la bañera antes de deslizarse por completo. - Aaaaahhhh... Su Alteza Johanna dejó escapar un agradable suspiro después de sumergir su cuerpo. Se salpicó la cara con agua. Parecía como si estuviera mirando a un gatito. Murmuró con una expresión totalmente relajada en el rostro. - Puede que esté viviendo sólo por este momento. - Como era de esperar de Su Alteza, estar tratando de encontrar un sentido a la vida a pesar de tener sólo 14 años. Me senté junto a la bañera. Sujeté el brazo derecho de Su Alteza y le froté la piel con aceite de flores. Su piel se volvió brillante y suave a medida que le aplicaba el aceite. - ¿Eh? ¿Me estás alabando? - Por supuesto, Alteza. Su Alteza Johanna von Habsburg es la persona más bella y sabia del mundo. ¿Cómo podría decir otra cosa que no sean alabanzas a tal individuo? - Así es, ¿eh? Jajaja. Realmente soy increíble. - Ahora bien, Su Alteza. Es hora de su brazo izquierdo. Su Alteza Johanna obedientemente me tendió su brazo izquierdo. Que linda. Es obvio, pero yo sólo podía verla como alguien linda. ¿Por qué empezaría a albergar pensamientos raros después de ver la piel desnuda de una niña de 14 años? Soy un ser humano completamente sensato. Su Alteza no me habría contratado en primer lugar si tuviera tales intereses. - La gran fiesta de caza finalmente se llevará a cabo en 4 días. Su Alteza, ha hecho un gran trabajo preparándose hasta ahora. - ¡Sí! Realmente trabajé duro. Ugh, definitivamente voy a negarme si Padre me pide que me encargue de esto de nuevo la próxima vez. Su Alteza Johanna se estremeció dentro del agua de la bañera. Parecía estar rechinando los dientes. En realidad, Su Alteza Johanna sólo había hecho los planes. Sebastian fue el que hizo todas las negociaciones y preparativos reales. - ¡Nunca volveré a hacer este tipo de trabajo! Sebastian gritó eso anoche. Él había perdido mucho pelo en las últimas semanas. Puede que le ayudara de vez en cuando, pero seguía siendo un novato cuando se trataba de trabajo práctico. No era de mucha ayuda. Pobre Sebastian... Ya parecía preocupado por su pelo. - Sólo tienes que aguantar 4 días más. Sólo 4. - Ugh, 4 días... 4 días... Le lavé el pelo y también le apliqué después el aceite perfumado. Su Alteza Johanna salió de la bañera. Le limpié el cuerpo mojado con una toalla de alta calidad. Terminé de secarle el pelo. Después, tuve que dejarla en manos de las doncellas especializadas en maquillaje y aseo. Envolví con un trozo de tela a Su Alteza Johanna, que había quedado seca y suave. - Pero Su Alteza puede hacerlo, ¿no es así? Ella agitó el trozo de tela blanca como un manto mientras asentía. - Mhm. Naturalmente. Soy increíble, después de todo. Lolita, asegúrate de que eres capaz de seguirme el ritmo en el futuro. - Por supuesto, mi ama. Me puse la mano en el pecho y me incliné. Un brillante rayo de sol entraba ahora por la ventana. El pelo plateado de Su Alteza Johanna brillaba.

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