Capítulo 432
El Orgullo de Existir (IV)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
Corrección: Lord
Como estaba previsto, se celebró un juicio público en Niflheim. En la plaza central de la ciudad se reunieron decenas de miles de demonios. Frente a ellos, Barbatos y otros Señores Demonio de la Facción de las Llanuras estaban siendo juzgados. Normalmente, aunque se llegara a un veredicto en un juicio, habría un breve retraso antes de que se llevara a cabo el castigo, pero esta vez era diferente.
La sentencia sería pronunciada, y la ejecución tendría lugar inmediatamente después. Así lo decidieron los 4 electores nombrados jueces: Marbas, Sitri, Gamigin y Vassago. Yo actué como denunciante y acusador en el proceso. En resumen, era un juego amañado.
No había abogados defensores. Los Señores Demonio de la Facción de las Llanuras tenían que defenderse únicamente con sus propias capacidades. No tenían derecho a citar testigos. Este juicio, que era más despiadado que los tribunales militares o religiosos, estaba manejando un número sin precedentes de Señores Demonio a la vez.
- Es imposible que Su Majestad cometa un asesinato...
- No digas palabras tan blasfemas. Su Alteza Marbas y Vassago ya han...
Había quizás unos 50.000 ciudadanos reunidos. Los demonios no crearon alboroto ni causaron disturbios ya que estaban frente a los Señores Demonio, pero los susurros intercambiados entre ellos fueron suficientes para crear una vibración masiva mientras murmuraban a la vez.
- Dantalian.
Marbas, que presidía el juicio, me llamó. Cuando me acerqué, Me susurró al oído.
- Te he confiado este asunto enteramente a ti, pero ¿va todo sobre ruedas?
- Puedes estar tranquilo. La amistad de la Facción de las Llanuras es tan sólida como una fortaleza.
Respondí con indiferencia. La Facción de las Llanuras tenía que caer durante esta prueba. Tanto yo como Marbas nos jugábamos la vida política en ello.
- No tienes que confiar en mí, Marbas. Confía en la Facción de las Llanuras.
- Siempre he confiado en ti.
La razón por la que no ejecutamos a Barbatos en una cámara privada se debió únicamente a la buena voluntad que había creado. Los ciudadanos del continente demoníaco nunca creerían que ella había cometido un asesinato a menos que desveláramos su culpabilidad en un escenario público. Sin duda habría sospechas de que la Facción Neutral y la Facción de la Montaña lo habían orquestado todo. Aunque no pudieran expresar abiertamente esas dudas delante de nosotros, la sospecha perduraría como un residuo, terca e inquebrantable. No podíamos permitirnos dejar ninguna amenaza potencial para el futuro...
Marbas me miró fijamente con sus ojos grises.
- Y, sobre todo, confío en la verdad. La verdad está de nuestro lado. Barbatos asesinó a Paimon, y mientras haya que ocuparse de Barbatos, toda la Facción de las Llanuras debe ser eliminada también. ¿No estás de acuerdo?
- Sí, Sebastokrator. Este es un asunto en el que todos estamos de acuerdo.
- Hmm.
Marbas cerró los ojos.
- Así que, al final, este día ha llegado. Ha pasado mucho tiempo, largo si lo consideras largo, corto si lo consideras corto, desde la segunda Alianza Creciente. Y sin embargo... sí, tal vez este desenlace estaba escrito desde ese momento.
Para Marbas, este momento tenía un significado especial. Estaba sentenciando a muerte a una vieja camarada, que antaño había sido comandante de legión. Sin embargo, su determinación permaneció inquebrantable, mostrando su fortaleza interior...
‘Sabe mostrar admiración y respeto, pero cuando se trata de una necesidad política, puede cortar lazos limpiamente. Así es el Señor Demonio Marbas. Precisamente gracias a esta fría racionalidad pudimos convertirnos en socios.’
- Dantalian, ¿estás seguro de que no dejarás atrás ningún remordimiento?
- Confío en que no me vencerán los remordimientos.
- Eso tendrá que bastar.
Marbas levantó lentamente los párpados. Sus ojos grises oscuros, brillaron mientras se levantaba de la silla. Esto significaba la apertura del escenario para los grandes procedimientos de hoy.
- ¡Escúchenme, raza demoniaca!
La voz de Marbas resonó con fuerza, amplificada por la magia. Como el sonido de un órgano, su voz golpeó el aire, presionándolo con fuerza. Los 50.000 ciudadanos se callaron en un instante. Los orcos con sus hijos en brazos, las brujas que charlaban furiosas entre ellas e incluso los archiduques del continente demoníaco que habían estado murmurando en el frente contuvieron la respiración ante la imponente presencia de Marbas.
Marbas atravesó la plaza. Nadie pudo encontrar su mirada. Sólo los archiduques sentados a ambos lados de él como jueces pudieron mantener su compostura habitual.
- Hoy, en este lugar, se revelará una verdad grave y solemne. Asesinar a un Señor Demonio es un crimen atroz. Y emplear el traicionero acto del asesinato es un mal imperdonable. Entre los aquí reunidos hoy, ¡alguien ha cometido esta misma atrocidad!
Gamigin sonrió alegremente. Vassago miró al aire con una mirada llena de desprecio por todas las cosas. Sitri, que aún no se había recuperado del todo, miraba al frente inexpresivamente mientras sujetaba sus muletas.
Levanté la cabeza y miré al cielo. Era mediodía. El cielo azul claro se extendía sin fin, con los dracos vigilando la plaza, sus alas batiendo lentamente sobre un fondo de nubes blancas. Era un día ideal para que alguien encontrara su fin. No había por qué preocuparse. Cogería la espada de Baal de manos de Daisy, que estaba a mi lado, y ejecutaría a Barbatos y a los demás Señores Demonio de la Facción de las Llanuras. Con el poder de la espada, sería posible decapitar a Barbatos de un solo golpe.
- ¡Yo, Marbas, declaro en este noble nombre que aquí la verdad será revelada a la luz del día, y las fechorías serán castigadas de inmediato y sin lugar a dudas! Todos ustedes permanecerán solemnemente en silencio ante esto.
‘Ahora bien.’
- ¡El juicio de la Señor Demonio Barbatos entra en sesión!
La ceremonia de ejecución pública había comenzado. Marbas tomó asiento e hizo un gesto.
- Primero, interrogaremos al acusado, Zepar. ¡Tráiganlo!
Guiado por los Señores Demonio de la Facción Neutral que actuaban como guardias, el Hermano Zepar fue llevado al estrado, vestía una fina prenda, apenas algo más que ropa interior blanca, despreciando por completo la dignidad o el estatus de un Señor Demonio. Los ciudadanos murmuraron sorprendidos por su atuendo y por la notable ausencia de su brazo derecho.
- Quítenle las esposas.
Los Señores Demonio de la Facción Neutral le quitaron el casco de la cabeza de Zepar. Era un casco diseñado para bloquear la visión y el oído, colocado a la fuerza en todos los Señores Demonio de la Facción de las Llanuras. Al levantar el casco, el rostro ajado y desaliñado de Zepar, tras 3 días de encarcelamiento, se mostró a la multitud.
- Dantalian, puedes comenzar.
- Sí, Alteza.
Miré fijamente a Zepar. Este lugar era, en esencia, una arena, un coliseo.
Ante decenas de miles de espectadores y bajo el juicio de los 4 árbitros, Zepar y yo estábamos en la plataforma, uno frente al otro. Nuestros objetivos eran diametralmente opuestos: desenmascarar la culpabilidad de Barbatos o demostrar su inocencia. Yo ya había tejido mi red hacía 3 días.
- ¿Qué intentas decirme...?
- Por favor, confiesa tu inocencia. Es la única manera de que la Facción de las Llanuras sobreviva. - No entiendes nada. |
Si caería en esa trampa, esa era la apuesta. En el juicio de hoy, había apostado en los 2 frentes. La primera apuesta era contra el Hermano Zepar y los otros Señores Demonio de la Facción de las Llanuras. La segunda apuesta era contra Barbatos... En otras palabras, tenía que superar ambos obstáculos para asegurarme una victoria absoluta.
Al decidir ejecutar a Barbatos en la plaza en lugar de tratar con ella en secreto, también surgió naturalmente la posibilidad de mi derrota. Por lo tanto, era un combate igualado. Aunque mis posibilidades de victoria eran abrumadoramente altas, o al menos esa era mi valoración, era innegable que aún existía la posibilidad de que la Facción de las Llanuras se impusiera. Esta no era una batalla unilateral empujada enteramente desde mi lado.
‘Ven a mí con todo lo que tienes, Zepar.’
Ambos estamos blandiendo espadas invisibles el uno contra el otro. Olvida cualquier idea de recibir el respeto debido a un hermano mayor. Te cazaré con todas mis fuerzas.
- Yo, Dantalian, acuso a la Señor Demonio Barbatos de asesinar a la Señor Demonio Paimon.
Mi voz, también, atravesó la plaza a través de la magia de amplificación. Aunque algunos de los detalles del juicio ya habían sido revelados, eso no impidió que los ciudadanos jadearan de asombro. ¿Y que yo, su primer y más destacado aliado, acusara a Barbatos? El impacto iba a ser enorme.
- En primer lugar, llamaré a los testigos. Los 7 archiduques del continente demoníaco se han presentado hoy como testigos. Solicito el testimonio de cada uno de ellos.
- Permiso concedido. Cada testigo subirá al estrado en el orden en que se le cite.
El primer testigo fue el Archiduque Serpiente. Un vampiro anciano subió al estrado, atendido por sus sirvientes. Sus asistentes lo cubrían con grandes sombrillas, ya que exponer a un vampiro al sol del mediodía no era una experiencia agradable.
- En primer lugar, ante los estimados jueces, declaro solemnemente que sólo testificaré la verdad. Juro sobre los nombres de Apolo y Hades que si se encuentra en mi testimonio siquiera una pizca de falsedad, que los jueces me castiguen en nombre de todos los dioses, y que los ciudadanos reunidos en esta plaza me maldigan con la voluntad colectiva de 10.000 almas.
El Archiduque Serpiente se inclinó respetuosamente ante cada uno de los jueces, saludándoles con rápidas pero corteses inclinaciones de cabeza. Por último, giró hacia la plaza e hizo una profunda reverencia a la multitud. Una vez concluidas las formalidades, planteé una pregunta al archiduque.
- Archiduque del Infierno de la Serpiente, el duodécimo mes de este año recibisteis un mensaje privado de la Señor Demonio Barbatos, ¿correcto?
- Sí, Alteza. Efectivamente, recibí una comunicación secreta de Su Alteza Barbatos.
- ¿Y cuál era el contenido de ese mensaje?
El archiduque echó un vistazo a la plaza, retrasando deliberadamente su respuesta para captar la atención. Con sólo una breve vacilación, el ambiente de la plaza se tensó.
- Temo ser demasiado presuntuoso para hablar de ello.
- Usted juró decir hoy aquí sólo la verdad. El silencio nunca puede sustituir a la verdad, pues sólo concede al engaño un respiro momentáneo.
Miré al Archiduque Serpiente con severidad. Sin embargo, nuestro intercambio estaba preparado de antemano; incluso su actual expresión de incomodidad estaba programada para aumentar el dramatismo del momento.
- Por supuesto, no me atrevería a albergar ni una pizca de intención de mentir o retrasarme delante de los soberanos más poderosos del mundo. Sin embargo, la verdad a veces puede perjudicar a quien la dice.
- ¿Qué intentas decir?
- Pido que se garantice mi seguridad.
Tan pronto como terminó de hablar, la plaza estalló. Exigir públicamente protección en un tribunal era una afrenta directa a los jueces. Algunos ciudadanos, enfurecidos e indignados, gritaron acusaciones, llamándole maleducado o diciendo que no sabía cuál era su lugar.
- Silencio.
La orden de Marbas cortó el ruido y la multitud se calmó rápidamente. Con la mirada gélida, fijó sus ojos en el Archiduque Serpiente.
- Eres nuestro testigo, y este es nuestro tribunal. Ya hemos garantizado su seguridad, ¿necesita más garantías?
- Mis más sinceras disculpas, Alteza. Sin embargo, deseo una garantía absoluta de mi seguridad, independientemente del resultado del juicio.
- Has recibido nuestra promesa.
Marbas, medio levantándose de su asiento, preguntó severamente.
- ¿Cuál era el contenido del mensaje privado que Barbatos te envió el mes duodécimo?
- Era un asunto relativo a la difunta Señor Demonio Paimon, Alteza.
- ¿Y qué decía específicamente?
El Archiduque Serpiente vaciló brevemente antes de hablar.
- Barbatos... Me ordenó asesinar a Paimon.
En ese momento, un alboroto estalló en toda la plaza.
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