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lunes, 24 de febrero de 2025

DH - Capítulo 261

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Capítulo 261
Un Sacrificio en Ebriedad (I)
Traducción y edición: Sho Hazama
Corrección: Lord
El banquete nocturno de cumpleaños se detuvo repentinamente tras alcanzar su clímax. La Ciudad Dragón, un lugar en el que fluían muchas corrientes subterráneas, de repente se vio invadida por una oleada de intenciones asesinas ocultas. Aunque había una fábrica de producción integral a pequeña escala, así como un centro de suministro de energía a gran escala en el que se había invertido, Perséfone, que no tenía un lugar específico para vivir, siempre utilizaba el hospital privado, y siempre dormía con Helen. Siempre tenía un sinfín de cosas de las que hablar, y ella siempre era la que mejor escuchaba. En el hospital privado subterráneo, las gruesas puertas automáticas del laboratorio principal se abrieron silenciosamente, dejando ver a Helen, que en ese momento estaba sentada frente al sistema informático, concentrada en sus pensamientos. Frunció ligeramente el ceño, algo sorprendida al mirar las puertas. Aparte de ella, sólo Perséfone tenía autoridad para abrir esas puertas automáticas. Sin embargo, esta protagonista que acababa de dar un buen susto a toda Ciudad Dragón no debería estar aquí ahora. El rostro de Perséfone parecía cubierto por una tenue capa de luz. Sus pupilas grises que tenían trozos de verde en su interior eran extremadamente claras. Caminó hacia el laboratorio central con grandes pasos y se sentó frente a Helen. A continuación, cogió el sistema de inteligencia de sus manos y, tras recorrerlo con la mirada, se dio cuenta de que un flujo interminable de datos e información se deslizaba por la pantalla. La velocidad de esta corriente de datos aún no podía derrotar a Perséfone, ella podía recordar fácilmente la información que se refrescaba 100 veces cada segundo. Si la analizaba cuidadosamente, aún podía alcanzar la velocidad de unas 30 actualizaciones por segundo. El problema radicaba en que no entendía realmente el significado de estos datos, ni le gustaba el análisis de datos seco y tedioso. Así que le dijo. - Querida, ¿por qué siempre estás mirando cosas tan aburridas? - Dámelo. Helen no tenía expresión alguna. Extendió la mano hacia Perséfone. - Aburrido... Perséfone comprendió claramente lo importante que era para Helen el sistema de inteligencia repleto de información. Además, cuando hablaba en serio, era mejor no bromear. Por eso le devolvió obedientemente el sistema de inteligencia. Con él de nuevo en sus manos, los ojos de Helen pasaron inmediatamente de Perséfone a la pantalla. Con voz fría, dijo. - La aburrida eres tú. No deberías estar aquí ahora. Perséfone puso inmediatamente una expresión aparentemente triste y dijo. - ¡Querida, vamos, no seas tan despiadada! Si no estoy aquí, ¿dónde más podría estar? Por desgracia, aunque el acto de piedad de Perséfone podría engañar a los hombres, contra Helen, que había crecido junto a ella y carecía claramente de las emociones de la gente normal, era completamente ineficaz. - ¿No acabas de anunciar una decisión importante? ¿Será que necesitas que te recuerde lo que debes hacer? La fría voz de Helen hizo que la expresión de Perséfone se volviera cada vez más desagradable. El rostro de Perséfone se puso inmediatamente un poco rígido. Lo que más le asustaba oír era esto, y como resultado, inmediatamente se transformó en una sonrisa extremadamente brillante y dijo. - Este asunto... ¡Cierto, eso, eso era un asunto difícil para empezar! No hablemos de esto primero... Helen río fríamente. Sin enmascarar en absoluto su burla le dijo. - Diciendo estas palabras, como General, ¿no te da vergüenza? El grosor de la piel de Perséfone se mostró en ese momento. No sólo no se enfadó, sino que se río con picardía mientras se pegaba a Helen. - ¡Todo el mundo tiene cosas que no se le dan bien o que no le interesan! Por ejemplo, Helen, a ti no te interesan los hombres, ¿verdad? Ella levantó su cabeza y dijo con indiferencia. - Eso es sólo porque no tengo tiempo que perder con esos hombres inútiles, y nunca ha habido nadie adecuado para mí. Oh, eso no es correcto, ahora, hay uno que apenas cumple con los estándares, y es Su. ¿Qué? Si no vas a pasar a la acción, ¿por qué no compito contigo, para que veas mi habilidad en el trato con los hombres? Al ver los ojos electrónicos de Helen, que no contenían ni rastro de emoción, Perséfone sintió de repente una oleada de alarma. Inmediatamente gritó. - ¡No! Helen soltó un bufido. Sus ojos se posaron en los datos de la pantalla y dijo. - ¡Entonces haz lo que tengas que hacer! Después de esta noche, quién sabe lo que haré. - Pero... Perséfone se mordió ligeramente el labio inferior. Seguía dudando, no parecía en absoluto una General de los Jinetes de Dragón Negro, y menos aún la figura tiránica del campo de batalla del norte que arrasaba con todos los enemigos. Helen lanzó una mirada a Perséfone. Con voz algo significativa, le dijo. - Querida, permíteme recordártelo una última vez. Esta es la mejor oportunidad, y podría ser la última. No dejes que aparezca alguien que pueda detenerte de verdad y luego quedes con arrepentimientos. Perséfone se mordió los labios con fuerza. Las ondas de sus ojos parecían casi desbordarse. De repente se decidió y, mientras se mordía los dientes, dijo. - ¡Dame más confianza! - ¡Muy bien! Esta vez, la respuesta de Helen fue muy clara y directa. Tocó una pantalla y aparecieron 3 estructuras esqueléticas extremadamente detalladas. Eran los huesos de un antebrazo. Parecía que debía pertenecer a un humano, pero la forma era un poco diferente. Además, estaba cubierto de patrones fragmentados, como los de una antigua pieza de porcelana que se hubiera hecho añicos. Sin embargo, el rostro de Perséfone se volvió inmediatamente más grave. Revisó detenida y seriamente cada grieta, con innumerables datos volando por su cerebro. Tras un minuto de compleja operación, obtuvo el resultado, aunque parecía seguir dudando. - ¡Esto es... antes de que los huesos sufrieran la evolución! - ¡Correcto! Aunque sólo se trate de un hueso del brazo que reveló signos de evolución, lo más probable es que así sea. Después de otro período de tiempo, junto con el aumento de la fuerza habría signos de evolución general. - ¿Pero la evolución ósea no es una habilidad adicional que sólo tendría alguien con alrededor del cuarto nivel de habilidad? ¿Cómo podría aparecer en su cuerpo? - Esto significa que su potencial no se limita al cuarto nivel de habilidad. Esta es la conclusión a la que acabo de llegar. ¿Quieres ver mi predicción de cuál será su próxima habilidad innata? Por supuesto, es una lista, y lo que acabe eligiendo dependerá de él mismo. Perséfone ya se había recuperado de su shock inicial. Sacudió la cabeza y suspiró de repente. Con aire algo solitario, dijo. - Está bien... sabes, cuanto mayor es su potencial, más intranquila me siento. Olvídalo, no lo miraré para no arruinar mi relación con él. Tras permanecer un rato en silencio, Perséfone soltó de repente una risa amarga. La altivez que reunía con cierta dificultad cayó inmediatamente por los suelos. - No puedo, aún no tengo suficiente confianza. Helen levantó por fin la vista del mar de datos. Miró hacia Perséfone y le dijo. - Toma esto. Perséfone aceptó el objeto y se quedó con la mirada perdida. En sus manos había una pequeña botella de alcohol fuerte, de unos 120 mililitros. - ¿Qué sentido tiene darme esto? Aunque quisiera beber, ¿cómo podría ser suficiente? Sabes que varios kilos incluso del alcohol más fuerte son como agua para mí... - He añadido algunas cosas. Una rara sonrisa apareció en el rostro de Helen, sólo que, a los ojos de Perséfone, esta sonrisa parecía un poco anormal. Cosas que la genio biológico Helen añadió, olvídate de una botella tan grande, Perséfone ni siquiera podría ser capaz de manejar un vaso pequeño. Esta vez, permaneció en silencio durante 5 minutos, y luego apretó con fuerza la botella de alcohol. Con decisión, salió por la puerta grande del laboratorio central. - ¡No olvides las técnicas que te enseñé! Le gritó Helen detrás de ella. - ¡Ya lo he olvidado todo! Le respondió Perséfone algo enfadada. Aunque su cuerpo empezaba a temblar ligeramente, no había razón para que escuchara los consejos de Helen, alguien que nunca había tenido la más mínima relación con hombres desde que era joven. A Helen no pareció importarle en absoluto la respuesta de Perséfone. Cuando la entrada principal del laboratorio se cerró, sus ojos ya habían vuelto a centrarse en el sistema de inteligencia. Justo cuando iba a sumergirse de nuevo en el maravilloso mundo de los datos, una señal oculta apareció en la esquina de su pantalla y parpadeó continuamente. Las cejas de Helen se fruncieron de inmediato. Justo cuando iba a tirar esta señal a la papelera, vio la figura oscilante de un hombre negro sobre la señal, y sólo entonces cambió de idea y la abrió.

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